Era de conciertos, el inicio. Parte 1: Lo que alguna vez habría esperado

Tiempo de avances.

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos primeros momentos. Cuando llegué al punto en que descubrí cuál era la música que quería escuchar, empecé a soñar. Se trataba de esos dulces «algún-día» que resuenan cuando eres pequeño o recientemente joven. Ahora, en lo que llamaría mi tercera juventud (y no tiene que ver con que haya pasado los 30), ya solo se sienten los a veces tensos «es-ahora-o-nunca». Pero, en aquellos primeros momentos, el sueño era llegar a ver a esos músicos en vivo. Y la esperanza estaba simplemente allí. «Llegará el momento en que pueda ir a un concierto de mis bandas favoritas. Tan solo, estaré esperando por la oportunidad».

Por Eugene Shelestov. Pexels.

Y así, era un muchacho de 16 años que cursaba el quinto grado de secundaria en el colegio Jorge Polar –ubicado en Pueblo Libre, mi distrito–, donde viví toda mi etapa escolar. Ya sabía de Metallica, Aerosmith, ACDC… y amaba a Iron Maiden, desde la primera escucha. Ese sentimiento, por supuesto, no ha cambiado al día de hoy.

Un amigo de ese entonces, José Luis, tocaba la guitarra (acústica y eléctrica) muy bien y era autodidacta. No importaba qué tocara: bastaba que tomara el instrumento para que compañeros y compañeras se arremolinaran a su lado y lo escucharan mientras miraban el deslizar de sus dedos por los acordes, presionando justo lo que había que presionar y produciendo melodías en las que su público cercano encontraba respuestas existenciales. Y en esa época, al menos, gustaba él del rock (en general) y el metal.

José Luis fue un amigo (fue, en el sentido de que ya no estamos en contacto hace mucho) que pasó por diversas etapas en su vida. Lo recuerdo como alguien que, ni bien ponía sus ojos en un objetivo, no dejaba de perseguirlo con dedicación inacabable hasta alcanzarlo, sin dejar nunca de disfrutar de sus mayores preferencias. Y si alguna vez dejaba notar en su semblante el aire de alguien que se sabe ganador, de ninguna manera afectaba ello la cualidad de persona confiable y responsable que poseía.

Como parte de la vida escolar, entre muchas actividades, llegó un día a formar una banda de cuatro integrantes con un compañero del colegio y dos externos, si mal no recuerdo. Uno de sus proyectos como banda fue aprender el setlist del Unplugged de Nirvana, que presentó para MTV el 18 de noviembre de 1993, con el fin de reproducir ese concierto en una presentación en el colegio. José Luis –el popular «Pelucho», como le decían, por la abreviación de «Pepe Lucho», como llaman a los José y Luis en Perú– sería, además de una de las guitarras, la voz.

El concierto se llevó a cabo en el auditorio del colegio de noche, cuando ya no había clase. Se vendieron entradas para estudiantes y personas externas y, por supuesto, se llenó. Era una innovación para el colegio hacer este tipo de eventos, ya que estaba impulsando el talento de sus alumnos y alumnas. Y allí estuvimos, con la gente del salón (nuestra promoción) para apoyar el recital y disfrutar la tocada.

Al final, los asistentes, desde sus asientos, pedían más canciones, entre las cuales la más solicitada era «Smells like teen spirit». Sin embargo, si bien la banda estaba dispuesta a seguir tocando, lo haría solo como repetición de temas de su repertorio inicial (los populares bises). Recuerdo que, ante el bullicio, José Luis propuso una manera ordenada para seleccionar la canción a tocar, pero, en un ambiente como aquel, un ambiente de concierto con auditorio lleno, quizás era impracticable (creo que fue el que personas del público se acercaran al escenario para indicar sus pedidos, aunque no podría confirmarlo). De alguna u otra manera, lo cierto es que otra de las características de José Luis era nunca perder la calma y hablar tranquila, pausada y asertivamente, priorizando el razonamiento.

En particular, nunca me sentí atraído por Nirvana, aunque sí me llamaba la atención «The man who sold the world», que también fue parte del Unplugged. Sin embargo, ello no fue motivo para no disfrutar del momento, ya que la música en vivo suena y se siente diferente, y cada evento no solo tiene sus propias características, sino que se siente distinto. Esta vez, no solo estaba compartiendo la escucha con mi promoción, apoyando a dos de los nuestros, sino que José Luis era alguien a quien admiraba por su talento en ese tiempo y a quien consideraba uno de mis mejores amigos. Así que escucharlo tocar, e incluso aprender de ello, era gratificante.

Por Suvan Chowdhury. Pexels.

Si bien este concierto fue el primero al que efectivamente asistí (no cuentan las ceremonias del colegio, que solían incluir números musicales, ya que eran parte de un contexto distinto del de un concierto), no lo suelo pensar como el primero dentro del historial que he generado, sino como una experiencia preliminar. Y no se trata de menosprecio. Me explico.

En sí, considero que –y esto es muy personal–, si bien aprendí de muchas vivencias en los once años que pasé en la institución educativa –y, por supuesto, es uno de los periodos fundamentales de mi vida–, percibo al colegio (a la fase escolar de forma genérica) como una etapa previa al resto de la vida. Es decir, como si salir del colegio representara el «nacer» una vez más, con un bagaje de once años de formación posterior al cual se empieza a enfrentar realmente al mundo. Desde esta perspectiva, el concierto en cuestión, que se dio con la organización del colegio principalmente, corresponde a dicha etapa. Asimismo, como lo he mencionado, y es un aspecto importante, Nirvana no es una banda que seguía. Así que, subjetivamente, existe una especie de observación allí. En otras palabras, es un motivo adicional a lo mencionado en el párrafo anterior.

No obstante, ello no cambia que haya sido el primer concierto al que asistí, y me alegra que haya sido en el mundo del rock. Es más, en la medida que escribo estas líneas, recuerdo otra presentación que José Luis hizo con otros integrantes en una quermés del colegio en un local externo ese mismo año y con anterioridad, donde se tocaron canciones que, en el plano de su existencia original, eran o podían ser de mi preferencia, como «The final countdown» de Europe. Fue una presentación breve y, posteriormente, me pidió mi opinión al respecto. Sobre la canción citada, le comenté que era necesario mostrar mayor emoción en los coros al cantar.

Ese día, yo paseaba por todos lados en el local, e incluso participé en un partido de fulbito que se había programado. En el caso de la quermés, por el contexto en que se dio, no tomo en cuenta esta presentación como el primer concierto al que asistí, ya que fue una dentro de un grupo más amplio de actividades del colegio organizadas para ese día. En el caso previo, tenemos a una banda que prepara un concierto extendido, que nace de su propia iniciativa, y propone al colegio organizarlo como una actividad extracurricular.

Pexels desde rawpixel.com.

Esa ha sido mi primera historia en conciertos. Lo que siguió para mí se remonta a cuatro años y medio después, en lo que se conocía como el Vértice del Museo de la Nación, en el distrito de San Borja. Sí, pasó todo ese tiempo para que, gracias a Dios, pudiera empezar a cumplir sueños.

Las tres historias que continúan, escritas en tiempo pasado y extensas de por sí, son los tres conciertos (o festivales) a los que asistí el 2006. Las historias que estarán disponibles para lectura las escribí hace muchos años, cuando había tenido la idea de contar sobre los conciertos a los que asistía. Sin embargo, verdaderamente, me estanqué en estas tres historias y las edité muchas, muchas veces. Más adelante, escribí una más sobre un concierto de bandas peruanas el 2007. Y recuerdo que solo a la primera de ellas le di publicación, y por partes. Fue en Hi5 en la forma de notas, cuando tenía una cuenta allí y Facebook no llegaba o andaba de perfil bajo por estos lares. Había querido llenar mi perfil de historias y, posteriormente, hacer lo mismo en Facebook, pero nunca pasé a la acción de hacerlo. De alguna manera, sentí que no eran los medios apropiados. Además, mi obsesión por las ediciones (un perfeccionismo absurdo) no me permitían llegar a un fin.

En algún momento, esos archivos quedaron guardados en algún rincón de mi PC, pero siempre se mantuvieron allí. Ahora, no pocos años después, ha llegado la hora de sacarlos a luz y de forma definitiva. Si los toco, será solo para corregir algún detalle puntual de la redacción en general, o agregar alguna precisión entre corchetes, nada más.

Veamos qué imágenes traen a mi mente el leerlos de nuevo.

Fuente: Pexels.

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¿Todo bien?