A pesar de la hora pactada para salir a desayunar, tomamos un tiempo más. Posiblemente se haya debido a que, en un principio, no se consideraba el camino de subida tan extenso. Comentarios recibidos en otro momento me informaron que el ascenso hasta el cráter, a buen ritmo, tomaba dos horas, y una hora más hasta la cumbre. Con mejor información y, ahora, la propia experiencia, puedo decir que no es así. Claro, estoy intentando formar una perspectiva no de guía de montaña, sino de cliente medio.
En el desayuno, comí dos panes sin acompañamiento y tomé una manzanilla. Al final, empezamos a subir a las 5:00 a.m., e incluso minutos después. A la hora transcurrida desde la partida, ya casi no era necesario usar la linterna frontal, así que la apagué, pero la dejé enganchada al casco por ociosidad.
El amanecer iba llegando poco a poco, pero el sol, en todo el día, nunca terminó de salir. Estuvo continuamente intermitente, con una mayor presencia de nubes en el cielo. Es más, hubo ocasiones en que parecía que se asomaba con fuerza, y empezaba a tener la certeza, como otras veces, de que necesitaría quitarme ropa para evitar sofocarme, pero nunca se concretaba el cambio. En general, hizo frío, aunque ninguno que no se pudiera sobrellevar con la indumentaria adecuada.

El camino al principio fue de tierra y rocas. No fue sino hasta poco después de entrados a la zona de nieve y rocas, que hicimos la primera parada para descansar. El orden en que avanzamos fue el siguiente: José, como guía principal; yo; Norma y Elvis, como asistente de guiado. He aprendido a avanzar de manera continua a un mismo ritmo, haciendo respiraciones hondas y concentrándome en mi paso y el avance, con excepción de ocasiones en las que la pendiente ha sido muy forzosa para mi constancia, lo cual es una debilidad que necesito fortalecer.
En todo momento nos mantuvimos unidos, con Norma detrás de mí pisándome los talones. Es un decir. Es la primera vez que recuerdo “trequear” al lado de ella de esta manera. Sin embargo, es la tercera vez que se suma a una salida organizada por ella donde estuve presente; las dos primeras fueron una el 2016 y otra el 2018, si la memoria no me falla. Hay mucho que aún no he contado en este blog, pero espero llegar al punto.

No dejaré pasar la oportunidad de señalar que Norma es una muy buena caminante de montaña, sin necesariamente ser una práctica que realice de manera constante. No obstante, nos comentó que hace largas caminatas por trabajo o necesidad a nivel urbano, y que ello ha influido en su buen estado físico.
A pesar de ello, no hizo con nosotros todo el recorrido. Nuestra segunda parada —al menos, la segunda parada importante que recuerdo— fue alrededor de una hora y 20 minutos después de la primera, cuando llegamos al borde del primer farallón de la cara por donde estábamos ascendiendo. Fue allí donde nos colocamos los crampones y arneses. Y comimos y descansamos.
Era las 7:20 a.m. y nos encontrábamos en un punto de quiebre. Posiblemente, haya pasado alrededor de dos horas y media desde el campamento hasta ese punto. Sin embargo, lo que seguía era cruzar el farallón hacia nuestra derecha mirando a la montaña. Ello implicaba trepar entre rocas grandes y pequeñas, para lo cual Norma ya no quiso participar.

De ese mismo punto hacia la izquierda, siguiendo en diagonal de subida, se avanzaba hacia el collado desde donde se ingresa a la pampa —en esta ocasión, de nieve— que desemboca en la boca del cráter. También hacia la izquierda, pero no avanzando en diagonal, sino intentando bordear por ese lado al farallón, principalmente con tendencia vertical —al menos, hasta donde se veía—, aparentemente, puede subirse en una cresta empinada y cruzarlo por la parte superior. Esa alternativa se había visualizado pesada el día anterior por el guía, y la veía así en el día vigente. Por eso, la decisión del guiado fue cruzar el farallón en ese punto, trepando entre las rocas que, de alguna manera, proporcionaban un pase hacia el lado opuesto.
José y Elvis subieron primero para asegurar una cuerda, que luego me pasaron para ligarla mediante un nudo de montaña a mi mosquetón. Fue así como empecé a subir hasta la posición de José, y Elvis, que se había quedado a la mitad para brindar el soporte que fuese necesario, continuó luego hasta nosotros. Norma se quedó a esperarnos en la pequeña plataforma donde habíamos estado previamente, y, respondiendo a su pregunta, José le indicó que podíamos demorar de dos a tres horas, a lo cual no tuvo inconvenientes. (Parte del plan era incluir una caminata hacia el cráter a la bajada, lo cual, además, la había entusiasmado —y a mí también—. Más adelante en esta historia volveré sobre nuestro reencuentro.)
Por ahora, habíamos cruzado, y continuaba la subida en dirección al segundo farallón, siempre hacia la derecha.
