La 4×4 se había estacionado solo un poco más atrás de la puerta de ingreso al hotel. Allí, encontré al conductor, Edward, a Norma y a Elvis. Te preguntarás, ¿qué hacían ellos allí? ¿Y quién es Elvis en esta historia? Pues, fue motivo de otras conversaciones que también se habían dado con anterioridad.
Norma había publicado el viaje con anticipación para “jalar” a más clientes, pero al final nadie más se anotó. Así que yo fui cliente único. Todo el viaje se hizo por mi decisión de llevarlo a cabo, para lo cual había planificado con bastante anticipación. Se me propuso la posibilidad de permitir la ida de Elvis, otro montañista, bastante joven, que viene entrenándose para hacer guiado en alta montaña, y quien podía ser de asistencia para José, el guía principal. Inicialmente, no había visto inconveniente en el asunto, pero lo pensé dos veces cuando la propia Norma me dijo que hay clientes extranjeros que, en situaciones similares, se oponen a la ida de nadie más, con el fin de evitar cualquier aprovechamiento indebido.
En definitiva, Norma no es ese tipo de persona y es de mi total confianza. De todas maneras, mi requisito fue que su presencia sea de soporte para alcanzar la cumbre, y créanme que así fue. Entonces, acepté la presencia de Elvis y quién sabe si, algún día, será con quien vaya al nevado Solimana, una de mis últimas metas en el Sur.
Por otro lado, estaba Norma. En nuestra larga conversación del día previo, fui yo quien le propuse que también se sume. Ella es alguien a quien no solo le cuentan las cosas, sino que, en más de una ocasión, ella misma se alista y va a las montañas para tener un mejor conocimiento de lo que ofrece a sus clientes. Como el viaje era mío y además estaba yendo Elvis, cuya presencia iba a beneficiar no solo a José sino, a futuro, a Norma, pensé: “¿Por qué mejor no vamos todos?” Iba a ser divertido.
Entonces, ahí estábamos, con un auto repleto y camino a la aventura. Aún en la ciudad, pasamos por un mercado para comprar provisiones adicionales. Por mi parte, frutos secos y, por parte de Norma, algunas presas de pollo. Cruzamos el distrito de Paucarpata con dirección hacia el distrito de Chihuata. La línea amarilla del mapa es la que seguimos para llegar hasta la montaña. Al llegar a la laguna de Salinas, ubicada en un extremo de la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca, tomamos la ruta derecha en la bifurcación, y continuamos hasta cruzar de Arequipa a Moquegua. Finalmente, al alcanzar las cercanías de la montaña, tomamos un desvío a la izquierda y continuamos subiendo hasta el punto de campamento. No obstante, en todo el trayecto, hicimos algunas paradas.
La ruta fue bastante amena. En la 4×4, estuve sentado en la fila detrás del conductor al lado de Norma, y estuvimos conversando sin parar mientras inmensos paisajes se desplegaban en el horizonte, inicialmente, dominados por el imponente Misti, particularmente elegante por la capa de nieve que cubría su punta. A nuestros otros compañeros (a excepción del conductor, por supuesto), en cambio, los presentí más con deseos de una siesta. De todas maneras, tuvimos que parar en la carretera por un breve percance con el motor.
Con mucha tranquilidad, aprovechamos ese momento para dar algunos pasos, estirar el cuerpo y presenciar a la gloriosa montaña por la cual tantas personas identifican a Arequipa. Dos veces he subido a su cumbre; ambas, el 2016. Espero que llegue el momento en que la visite de nuevo; ahora, tan solo podía quedarme contemplativo de su majestuosidad.
Nos llamaron para subir al auto nuevamente. Más adelante, en una zona distinta, haríamos una nueva parada. Esta vez, para visitar la laguna de Salinas.
Un buhíto en la montaña 