A las 7:30 a.m. se habilita el desayuno para los hospedados, por lo cual me desperté temprano. Una hora después, José, mi guía, me iba a venir a buscar para emprender el viaje. El día anterior también había venido al Terra Mística para conversar sobre el ascenso. Había quedado a las 6 p.m., pero la cuadra 4 de la calle Zela no está simplemente a la vista. Si uno llega desde la altura de las cuadras 1, 2 o 3, lo único que ve es el límite que impone el Monasterio de Santa Catalina; difícil es imaginar que aún hay una cuarta cuadra, la cual continúa por detrás del monasterio.
No obstante, no le tomó tanto descifrar el camino (tampoco es que haya tantas distancias involucradas). Norma, mi agente amiga, fungió como intermediaria para transmitir mis indicaciones. Cuando ingresó y lo vi, sentí la familiaridad que se siente cuando ya has vivido grandes experiencias con una persona. José fue quien me guio hasta la cumbre del Ampato el 2017 y del Pichu Pichu (Coronado) el 2018. Tremendos ascensos ambos. Ahora, casi cinco años después, nos volvíamos a encontrar para un nuevo reto, el Ubinas. Sin embargo, había unos aspectos por aclarar.
Las cumbres del Misti, Chachani y Pichu Pichu (Coronado) tienen una cruz instalada que recibe a quienes alcanzan aquellos puntos más altos. La cruz indica que no hay lugar más alto adonde subir en dichas montañas. Otras montañas, un poco menos visitadas, tienen cumbres inequívocas, aunque, por ahora, sin ninguna cruz (cabe señalar que Misti, Chachani y Pichu Pichu son las montañas que están más cerca de la ciudad de Arequipa). Finalmente, otras montañas, aún menos exploradas en sus alturas, no necesariamente tienen una clara identificación de cuál es el punto más alto.
Justamente, es el caso de Ubinas, que no está en territorio arequipeño, sino moqueguano. En realidad, en este tercer grupo de montañas ubiqué mentalmente a las dos últimas montañas que había ascendido: Hualca Hualca y Ubinas. Ambas, en realidad, tienen complejos de picos de distintas alturas, pero puede realizarse algunas aproximaciones. Como contaré más adelante, desde la cumbre que alcancé en Hualca Hualca en noviembre, se puede ver, a lo lejos, que otra de sus cumbres es aún más alta y, además, de mayor dificultad técnica.
Una situación similar se vive en el Ubinas. Cuando uno se va a aproximando en el carro, llega a tener una visual de una de las caras de la montaña que finaliza, hacia lo alto, en tres formas de pico que podrían generar apariencias distintas de cuál es más alto desde el ángulo en que se los mire. Cometí el error de no solicitar detener el vehículo para poder tomar una foto de la montaña desde ese ángulo y, así, poder mostrarla (o, más que eso, guardarla para mi recuerdo).
A primera impresión, el pico que se ve a la derecha parece ser el más alto, pero, a medida que el carro va bordeando la montaña por el margen izquierdo, en dirección hacia la zona de campamento, la perspectiva cambia completamente: ahora es el pico del medio el que toma su lugar. Incluso, cuando ya hemos dado bastante curva, hasta el pico que inicialmente se veía a la izquierda (el que llegamos a subir) pasa a verse como el más alto, pero es más factible identificar que ello se debe, principalmente, a que está más cerca de nosotros (y a que la Tierra es redonda). Claro, finalmente, cualquier disyuntiva se podría resolver con una correcta medición de la altura, pero incluso los medidores convencionales otorgan, a cierto nivel de altitud, medidas variadas en mismos puntos. ¡Y habría que subir a todos los picos!
El asunto de las alturas fue el que conversé con José cuando vino a visitarme empezada la noche del 6 de abril. Si bien ya había ascendido con anterioridad al pico al que había planificado guiarme, había estado también revisando fotos y videos ajenos recientes encontrados, luego de una búsqueda cuidadosa, en las redes, para tener una nueva referencia. Es solo un soporte visual. Como guía, José entiende a la perfección los caminos cuando está en la montaña, pero consideró positivo, por la mucho menor frecuencia de este recorrido, tener un soporte memorístico previo para preparar la mente en cuanto a por dónde hacer la aproximación. Me estuvo mostrando parte de ese material y, desde ciertas perspectivas, podía verse como que los tres picos, bastante distanciados entre sí, no diferían mucho entre sus alturas, todos supuestamente bordeando, por encima o por debajo, los 5670 m s. n. m., según la data disponible sobre la altura máxima del Ubinas.
Mi intención era insistir en ir hacia el pico que fuera el más alto, pero de antemano José ya había definido que el mejor camino era ir hacia el pico que ya había estado mapeando mentalmente, el que se alzaba hacia la izquierda visto desde el recorrido de ida en 4×4; para lo cual tomó en cuenta, además, que, comúnmente, ya está establecida una zona de campamento por ese lado (el Ubinas es más frecuentemente visitado para ascender solo hasta su cráter). Los otros dos picos requieren aproximaciones mucho menos (o quizás nunca) exploradas.
Su conclusión fue que, por la manera como estaba diseñado el viaje, la mejor alternativa era ir por ese extremo de la montaña con el fin de subir a dicho pico, el más adyacente. Además, remarcar que las diferencias entre picos eran muy pequeñas y que, incluso, aquel al que subiríamos tenía una posibilidad, aunque no tan marcada, de ser el más alto. Solo me quedó estar de acuerdo. Tomando en cuenta, yo mismo, las restricciones inherentes a dicho viaje, cualquier otra ruta podría haber terminado en fracaso, como lo descubriría posteriormente con mucho mayor claridad. No lo fue, finalmente.
Así que, a la mañana siguiente, como había contado, me desperté temprano para ir por mi desayuno al cuarto piso, siempre motivado por el viaje que estaba por emprender.
