Hacia un mundo incierto, pero de base nueva | P. 6 de 9

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Y, en este tiempo, muchas cosas han cambiado. Cuando andaba finalizando el colegio, una de mis más preciadas amigas era una guitarra acústica negra. Después del colegio, la utilicé una o dos veces por año hasta este 2020, que he cumplido 35. Ya desde antes del confinamiento me había propuesto reaprender, pero hacerlo bien esta vez. Ahora, la extraigo de su funda por lo menos una vez por semana. Es posible que, a partir de escucharme, mi madre haya animado a mi hermana a pedirme que le enseñe a tocar, y ahora estoy en ello. Ella, que tanto bien hace a nuestras interacciones familiares con su proactividad, está comprometida y día a día está viendo sus progresos. No soy un gran guitarrista, pero algo conozco y puedo transmitirlo. Es una nueva experiencia, no solo en el seguir aprendiendo, sino en ser una especie de instructor.

Por su parte, mi madre tiene una habilidad para hacer comidas deliciosas con cualquier conjunto de ingredientes. Y ahora, tanto mi hermana como yo nos estamos acercando más al aprender [a] cocinar. El Día de la Madre, diseñamos un día especial para ella que incluía también cocinar; ella nos dirigió en todo momento y, ¿por qué no?, también participó. Quedó muy bien. Luego de cada almuerzo, limpiamos y ordenamos la cocina entre todos y, luego, mi papá nos prepara un delicioso café. Es el cierre definitivo a una jornada culinaria que nos deja satisfechos día tras día. Después, si la oportunidad lo permite —y ha solido ser así—, nos sentamos a una mesa más grande, y en un espacio más iluminado, donde desplegamos un juego de mesa de procedencia alemana llamado “La Isla”*. Hacemos torneos y diseños de islas y/o archipiélagos según la imaginación de cada quien, con lo cual le agregamos nuestra propia esencia al juego. No solo eso: por consenso, hemos variado determinadas reglas para que el juego nos sea más agradable. Hemos realizado una apropiación del mismo y representa un momento más en que nos juntamos cada tarde que se puede para tener un gran disfrute. Incluso, estamos haciendo una prueba piloto de competición por equipos. Mi hermano y su pareja, que viven cerca de casa, lamentablemente no pueden participar, pero conversamos con ellos frecuentemente por llamada de video de Whatsapp. Principalmente, con su gran sentido del humor de siempre, nos cuenta lo que él y ella han venido haciendo y cómo han estado solucionando los percances del día a día.

En lo que corresponde a nosotros como familia, estamos completamente comprometidos con las medidas de prevención que ha dictado el Gobierno. Sabemos la responsabilidad que tenemos como ciudadanos y ciudadanas para evitar que la propagación continúe. Nos complementamos a nosotros mismos para aplicar los procedimientos que tienen como destino protegernos como personas y como familia. Faltar a esa responsabilidad, como nos dijo mi madre, sería desperdiciar el inmenso esfuerzo que hace el personal de primera línea en todo lugar, que arriesga su vida cada día por el compromiso con su profesión y el Perú. En ese sentido, me siento tan orgulloso por las personas que han dado un paso adelante para aportar a su país, desde el personal de salud, la Policía y las Fuerzas Armadas hasta los equipos organizados de voluntarios y voluntarias, ya sea a través de alguna entidad o por cuenta propia, pasando por universidades y otras empresas e instituciones que se han puesto al hombro el peso del caminar en estos tiempos y han dicho: “Estamos aquí”, con el fin de que este hermoso sueño llamado humanidad no siga sucumbiendo.

Asimismo, ha sido un gran impacto para mí el enterarme del inmenso accionar de toda la maquinaria de científicos y científicas del mundo para entender este problema y buscar maneras de llevarlo a su fin, teniendo como objetivo cumbre el descubrir una vacuna. Ha sido realmente emocionante percibir ese esfuerzo mundial para encontrar una solución. Más allá de ideologías y objetivos ocultos que “conspiranoicos” de izquierda y de derecha podrían proferir, la verdad solo existe en las mentes de todas aquellas personas que han decidido dar ese paso al frente y tener que soportar los estragos de una partícula que nos ha puesto sobre rodillas. Si alguna vez nos hemos maravillado con esas grandes películas hollywoodenses sobre grandes contagios y/o invasiones, y hemos sentido esa satisfacción interna cuando a la humanidad le tocaba vencer a ese gran mal “ficcionado”, ahora esto es real. Somos parte de una de esas películas, y más temprano que tarde llegará el arsenal de libros y filmes que se lanzarán sobre esta etapa de nuestras vidas.


*En realidad, el juego lleva el nombre «Die Siedler Von Catan», que se traduciría como «Los Colonos de Catán». En mi familia, le llamamos como se menciona en el texto.

Un diseño alternativo.

Foto de Pixabay (desde Pexels).


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