La oscuridad fue cayendo mientras avanzábamos, agotados. Hay cosas que descubro cuando, luego de realizar un viaje, reviso Google Maps para saber por dónde pasé. O, al menos, tener una idea. En ese sentido, he visto que, para ingresar a Obrajillo, primero se llega al distrito de Canta yendo en dirección oeste por la carretera que habíamos tomado. Hubo un punto en que, si mal no recuerdo, un conjunto de personas de nuestro grupo se bajó del transporte (que era público). Ese punto debe haber sido Canta, por deducción. El resto y yo, unas 5 o 6 personas, continuamos hacia el pueblo de Obrajillo (que forma parte del distrito de Canta).
Una vez allí, la misión era, simplemente, comer, así que entramos a un restaurante que estaba en la plaza (creo que el único abierto a esa hora ese día). Pusimos las mochilas en el suelo, ordenamos la comida, esperamos, y devoramos lo que nos trajeron con su buen ají. Y conversamos. Luego, fuimos a buscar un lugar donde dormir. Algunos ingresamos a un hospedaje (a mí me daba lo mismo cualquiera) y preguntamos cuánto estaba la habitación. 20 soles es un buen precio para pasar la noche. Mi amigo Pedro y yo tomamos cada uno una habitación allí, sin hacernos líos. Otros dos compañeros que entraron con nosotros a consultar hicieron toda una pesquisa para tomar su decisión. Tenían una serie de requisitos que esperaban se cumplieran para un determinado precio y pidieron revisar habitaciones antes de decidir. Si bien estaban en su derecho, me pareció una postura exagerada. Ante su irrebatible disconformidad con lo observado, decidieron irse a armar campamento en algún lugar. Por mi parte, como ya mencioné, me quedé allí. No tenía nada que demostrar, la caminata ya había terminado.
Ciertamente, luché con algunas moscas gordas esa noche antes de dormir. Al día siguiente, me alisté y salí a desayunar con Pedro. Había la opción de hacer un paseo a caballo, pero la verdad es que decidí dejarlo para otra ocasión, una en la que visite apropiadamente Obrajillo. Alguno creo que sí tomó la opción. Finalmente, Pedro y yo decidimos retornar ya a Lima y nos despedimos del resto. Retiramos nuestras cosas de las habitaciones y dejamos el hospedaje.
En cierto paradero se tomaban los transportes hacia Lima, y allí subimos a uno, una furgoneta. Nuestras maletas fueron colocadas de alguna forma en la maletera detrás de nuestros asientos, que estaban en la parte de atrás del vehículo. Largo viaje. En esa vía, se ingresa a la provincia de Lima por el distrito de Carabayllo y, por la misma vía, se pasa al distrito de Comas (la vía es la inmensa avenida Túpac Amaru, aunque no sé cuáles son sus límites; sí sé que cruza todo Carabayllo).
Fue en Comas que decidimos bajarnos. Allí, caminamos hacia el paradero más cercano, en donde esperamos un micro que nos llevara hacia un lugar más cercano a nuestros domicilios (Pedro y yo vivimos en distritos aledaños, no muy lejos el uno del otro). Subimos a uno que incluía la avenida Brasil en su recorrido. Fui yo quien bajó primero, mientras él continuó hacia su distrito.
Desde ese punto, en plena ciudad ya, me sentí como llegado de otro mundo. Me coloqué la mochila y me preparé para continuar camino, esta vez a nivel urbano. Desde allí, son varias cuadras hasta mi casa, pero nada tan alejado. Allí iba yo, quizás, recibiendo las miradas extrañadas de la gente al verme pasar. El día estaba iluminado. Yo, tan solo esperaba llegar a casa y, definitivamente, poner punto final a esta gran aventura, que quedará grabada por siempre en mi recuerdo. Finalmente, ese momento se dio, pero, como ya podrás deducir, el viaje no ha terminado y queda mucho por andar.
Regresar a la parte 5.