Azul único: laguna Yuraccocha

Un largo tiempo pasó desde la última vez que había salido. Me había lesionado mientras trotaba al frente de mi casa (¿puedes creerlo?), alrededor de mi parque, como suelo hacer. Estaba subido de peso y andaba muy estresado por el trabajo en que me encontraba. No hablaré de eso ahora, pero aquella noche, en medio del estrés, la dejadez, el cansancio y el aburrimiento, me decidí a trotar porque necesitaba mantener el ritmo. A veces, piso de cierta manera al trotar: apoyo la planta completa de los pies empezando por los talones, sin despegarme mucho del suelo, y lo hago por un muy corto periodo de tiempo, para darle algún descanso y una sensación diferente a mis tobillos. No obstante, cada paso implica colocar el peso del cuerpo sobre el tobillo respectivo, como dejándolo caer, lo cual controlo con la fuerza de mis rodillas. El desbalance aquella noche fue muy malo y terminé forzando demasiado mi tobillo derecho.

Sabía que algo había salido mal. No acabé las vueltas que me había propuesto hacer aquella noche. Al día siguiente, percibía una ligera inflamación y, cuando bajé escaleras ya durante el día laboral, sentí el dolor: hincones a cada pisada con el pie izquierdo, es decir, cuando el pie derecho era el apoyo. Me había lesionado.

Llevé el tratamiento en mi universidad, donde trabajaba. Fueron varias sesiones que cumplí de una forma u otra. Sin embargo, sin haberlas terminado, ya había empezado a correr de nuevo. Necesitaba volver al deporte pronto, y más aún considerando que la Red de Montañistas de Lima había lanzado la próxima expedición a Chachani, historia de un viaje que puede leerse a partir de este enlace.


Sentía que el tratamiento no me había dejado al cien por ciento, pero sí bastante avanzado en la recuperación (aprendería luego que un tratamiento no te deja necesariamente exactamente como estabas antes, sino operativo; con tu actividad normal, ya empiezas a fortalecerte de nuevo). Sin embargo, no podía esperar más. Necesitaba empezar a entrenarme para Arequipa. En lo que me parece que fue un feriado largo, los distintos grupos organizados con página de Facebook publicaron sus propuestas de salida para esas fechas. Escogí la que llamó más mi atención: recorrido de las nueve lagunas con Lima Apu Trekking. Ciertamente, terminó siendo una sola laguna y ninguna de aquellas nueve (aunque, quién sabe, quizás más bonita que todas ellas). Recibimos la promesa de que se repetiría la propuesta más adelante, y a quienes fuimos aquella vez nos cobrarían mitad de precio de inscripción, pero nunca se dio.

El problema fue que nos quedamos estancados en la carretera Central cuando subíamos desde San Mateo, temprano, a nuestro destino. La congestión estaba impresionante, lo cual perjudicó totalmente la programación que teníamos. En una acción de contingencia rápida, nos propusieron visitar la laguna Yuraccocha, y aceptamos inmediatamente. Habíamos viajado para ver y vivir naturaleza, así que no nos íbamos a negar.

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El auto se desvió y nos llevó a Chinchán. Desde allí, en lo que iba a ser un desnivel no mayor a 500 m, emprendimos vuelo hacia la mencionada laguna, pasando frente a imágenes de ensueño durante todo el camino. Cuando el sol está en todo su esplendor, aquellas pinceladas que ves a todo momento cobran vida propia. ¿Y la laguna? Qué te puedo decir: nunca había visto un azul así.

No había un retorno después de la laguna, sino una continuación. La bordeamos y seguimos de largo. En cierto punto, ya en el camino final, al mirar atrás, se divisaba otra laguna más pequeña y con forma de corazón. Por mi parte, había empezado a debilitarme. Hacía un par de meses que no andaba en altura y tampoco es que estuviera trotando seguido. Una buena compañera me invitó chocolate y recuperé energía nuevamente. Ella me conocía de alguna experiencia previa, yo no la recordaba.

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Laguna Yuraccocha. Altura alrededor de 4800 m s. n. m.
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Nunca había visto un azul así.
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Una pareja.

El camino siguió hasta desembocar en el abra Anticona, Ticlio, donde tomamos el transporte de regreso. Buenos compañeros de viaje quienes lideraban Lima Apu Trekking. Ambos habían pertenecido a la RML en el pasado, pero partieron caminos con ese grupo por desacuerdos aparentemente irreconciliables. En su política de liderazgo, el grupo debía permanecer unido. Claro, hasta cierto punto, podía haber distanciamientos, pero luego había que detenerse hasta que, al menos, quienes hubieren quedado atrás estén a la vista y no tan lejanos. En cambio, la política de liderazgo de la RML era diferente. Allí, primaba y se valoraba más la autonomía de cada quien, a pesar de que se transmitía el mensaje, también, de que el grupo debía permanecer no disperso.

Para ese entonces, yo ya era socio de la RML. Sin embargo, podía sentirse en el ambiente la molestia de su líder cuando algún socio o socia salía con algún otro grupo. Siempre fue una disyuntiva entre algunos de los que estábamos allí. En principio, a mi modo de ver, es solo una cuestión de amigos y de gozar el deporte de montaña. Si hay competencia, que sea blanca, que sea sana. Sin embargo, las cosas se llevaban a otro nivel. Recibí una crítica luego de haber publicado las fotos del viaje haciendo la referencia correspondiente al grupo que lo organizó. No obstante, yo mantuve y mantengo la idea de que eres libre de salir con el grupo que desees. Puedes tener tus preferencias y apoyar al grupo con el que te sientas más cercano, o perteneciente, pero eso no te impide explorar otros lugares con otra gente. Esto es la vida, en simple.

En aquella época, no solo era socio, sino que me consideraba parte de la RML más allá de si salía con algún grupo diferente. Pero bueno, hay que continuar. Más adelante ,vendrían viajes consecutivos con mi grupo base, justamente, la RML, como preparación para la expedición que se avecinaba algunas semanas más adelante.

Hasta la próxima historia.

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Un corazón azul.
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Panorámica.
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Camino final.
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Otras vistas.
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Dos picos. O más.

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