¿Qué puede ser más conmovedor que una historia de sobrevivencia, sobre todo una con la cual te identificas y te despierta tantos sueños de manera generalizada? Podría aquella haber sido diferente de como se dio, como que no también. Sin embargo, cada una de las personas que participaron en la expedición de ascenso al Everest, la montaña más alta del mundo, que cuenta Krakauer en su libro, llevada a cabo en 1996, terminan siendo seres cuya partida lloras, aunque sea de manera figurada y desde los recónditos espacios de tu mente.
Cuando uno es montañista (una categoría autoimpuesta, valga decirlo, ya que no existe en sí una carrera oficial de «montañismo», pero sí puede uno llegar a desempeñarse profesionalmente en actividades relacionadas con ello y puede adquirir formación, además, en muchos cursos teóricos y prácticos al respecto, así como llevar una preparación oficial de guía de alta montaña), o, al menos, el montañismo es una de las partes principales de su vida, llega a vivir experiencias que jamás olvida, especialmente las de los viajes más grandes realizados. Pero, más que eso, llega por siempre a recordar a las personas con las que vivió esas experiencias. Cada paso, cada golpe, cada descanso, cada risa, cada compartir de palabras, cada compartir de alimentos, cada apoyo, cada «¿puedes pasarme mi agua?» y cada «guárdala de nuevo, por fa». Al leer un libro como Into thin air, he podido sentir a cada una de las personas que acompañaban la expedición como gente cercana, gente a la cual me podría acercar y comenzar a parlotear como si todos formáramos parte de una misma familia montañera.
El trabajo que realiza Krakauer es fantástico. Hubo mucha crítica a su persona a raíz de esta publicación, pero entiendo por qué tuvo que hacerla. Es algo que tenía que contarse, principalmente en honor a las vidas que se perdieron; no podía quedar tan solo entre recuerdos. Y sé de la dificultad que puede haber vivido para escribir un libro así, sobre todo, el hablar y dar una opinión de otras personas, especialmente en una situación tan crítica como la vivida, una situación que no es otra que la inmersa en el límite entre la vida y la muerte.
Cuando se escribe, no basta colocar solo hechos. Estos deben ir acompañados por interpretaciones, opiniones y reflexiones sobre lo acontecido en el mejor de los casos. Es más, al escribir, esa necesidad se hace latente: obviarla se hace, aunque no lo sea, sinónimo de miedo, de miedo a enfrentar las palabras, las cuales se vuelven más grandes que uno cuando están sobre papel. Puedo notar, al leer a Krakauer, que en todo momento fue extremadamente cuidadoso en presentar los hechos de lo vivido, así como en buscar ser muy fino en la expresión de sus puntos de vista. Y deja muy en claro que son sus puntos de vista, formados a partir de su experiencia personal, sus procesos de investigación y la consideración de otros puntos de vista también. Él es periodista y, con un libro así, hace mucho honor a su profesión.

Al igual que en mi publicación anterior en este blog, este libro también cuenta con una película, llamada Everest. De igual forma, primero vi esta y, más adelante, adquirí el libro, el cual leí en mis primeras semanas de recuperación de una serie de daños físicos que sufrí a raíz de un accidente que tuve descendiendo de una montaña. Quizás era el mejor momento para leer este libro.
La película, que había visto hace un par de años, fue la que se convirtió en mi favorita de siempre en un instante. He visto muchas y maravillosas películas. Por lo general, prefiero el cine independiente, pero, en este caso, si debo escoger una como favorita, será Everest. No hablaré aquí de «las mejores películas de la historia». No sé si realmente se pueda hablar de «las mejores», ya que hay tantas y tan variadas y sobre temas tan importantes y tan bien trabajadas. Si hablaré de mis preferidas, y en ese caso ya di una respuesta.
No obstante, el libro, en sí, se expande en un nivel de detalle que no llega a ser cubierto por el filme (ni tampoco tiene que). Este detalle no solo se da en la búsqueda de precisión en los hechos cronológicos, sino también en las minibiografías de cada personaje participante, en cuestiones técnicas del deporte de la escalada de montaña, en cada dificultad vivida desde el inicio hasta el final, de la vida a la muerte y de la muerte a la vida.
He vibrado con la lectura de este libro. Nunca un texto me ha hecho sentir tan angustiado por lo que está siendo narrado. He podido sentir la desesperación de los peores momentos, he podido sentirme yo mismo en la tormenta, y es que nunca dejé de imaginarme estando allí, lo cual es mi sueño máximo. Lo que viene de aquí en adelante es vivir lo mejor que pueda, porque esta vida solo existe una vez. La puse en peligro a partir de una mala decisión, y ahora poseo una energía y una visión de futuro que nunca antes había tenido, en especial, debido a su consistencia en mi interior, la cual siento como definitiva. En pocas palabras, nunca antes me había sentido tan seguro de lo que deseo como lo es ahora. Tan solo queda dar pasos adelante con la máxima motivación que pueda tener.


