La ladrona de libros: una historia de crudos tiempos contada con una ternura sin límites

A veces pienso «¿por qué la gente se hace tanto lío con si la película es o no es como el libro?», en el sentido de que, cuando ya han leído este y luego viene aquella, pareciera que, en lugar de ir y disfrutar el momento, se aproximaran con un checklist pre-diseñado de razones sobre por qué la película va a ser un fiasco, dado que no es como el libro. Una película y un libro son dos tipos muy distintos de creación artística que proporcionan experiencias, de igual manera, muy distintas. Una película es buena porque sus características la hacen buena y mala por lo mismo. No es «mala» porque «no se parece al libro». A buena hora si se produce una película buena para un libro que gustas.

En mi opinión, son artes complementarios. En principio, prefiero ver una película antes que leer el libro en que está basada (cuando ella existe, aunque no es ninguna condicionante), ya que ello estimula bastante la creación de imágenes –personas, lugares, paisajes, vestimenta, etc.– en la mente durante el proceso de lectura. Por otro lado, eso no quiere decir que un libro se disfrute menos si no se ha visto su película, de haberla. En ningún sentido. Sin embargo, cuando hay película, un libro, a su vez, se presenta como la investigación de lo ocurrido en ella, como, por ejemplo, los pensamientos y sentimientos de un personaje que no se expresan verbalmente. Es como haber visto el bosque en un par de horas desde una sala de cine y, luego, sumergirse en el mismo desde el maravilloso mundo de las palabras escritas. Todo aporta al disfrute

En el caso de La ladrona de libros, de Markus Zusak, conocí primero la película, protagonizada por Sophie Nélisse, y luego el libro. ¡Oh Sophie! ¡Qué ternura de niña!, perfecta para interpretar a la magnífica Liesel Meminger. No haré aquí una síntesis de lo narrado. Sin embargo, sí diré que trata, en líneas generales, de la historia de una niña proveniente de una familia comunista cuya madre entrega a una familia pobre de un pueblo alemán, también pobre, llamado Molching, en pleno auge (y luego decadencia) de la Alemania nazi en las inmediaciones de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, dicha historia no se muestra aislada, por supuesto, sino completamente inmersa en un ambiente en que el régimen nazi se hace cada vez más presente y los fragores de la guerra rondan constantemente, aunque no llegan al pueblo de manera palpable sino hasta después. Además, la historia de Liesel se muestra en relación con las vidas de las personas que la rodean, las cuales no solo van moldeando lo que ella va aprendiendo en su crecimiento personal, sino que van cambiando por la influencia que ella proyecta sobre ellas.

Puedes sentir la cotidianidad, el vivir del día a día; las dificultades de la pobreza y la calma de la resignación, o quizás de la esperanza; las travesuras de la niñez, la adolescencia y hasta la juventud; el enamoramiento inocente; la interiorización de los sueños y su problematización; las increíbles muestras de cariño y ternura; el madurar con los pies en el suelo y los silencios en el frío; el juego, la competencia y el reto; el hurto desde el pandillaje como parte del sentido de pertenencia a un algo en un mundo en que la desesperanza a veces llega a derribar las barreras de la cordura con un simple «¿qué más da?»; o el hurto de libros, como muestra de resistencia debido a la esperanza de que aún se puede luchar.

Zusak es inmensamente creativo. Ha sabido colocarse en el alma de cada personaje y expresarse según los sentimientos muy guardados dentro de cada uno. Estas expresiones de las personas, sobre todo mediadas por Liesel, son las que le dan mayor fuerza a la obra. Puedes imaginar sus miradas y sentir su dolor, vidas que deben buscar una manera de seguir adelante cuando Alemania oscurece cada vez más. Por la manera como está redactada la obra, se respira un aire juvenil en cada página, una historia contada con gran calma y sencillez; y es con esa misma calma, con esa misma sencillez, y con mucha sinceridad, que el autor va introduciendo pasajes de la vivencia de la hostilidad del régimen y de la guerra. Cómo se vivía, como se sentía, cómo se temía. Parece que todo llegara con la mayor naturalidad; lo que tenga que pasar, pasará. Sin embargo, ante el peso de la vida, hay algo que se fortalece y se mantiene firme: la familia, sus corazones, aunque puedan darse los peores sucesos. Una amiga me contó que, según había leído, Zusak, en general, crea sus historias para los libros que escribe a partir de historias reales que son de su conocimiento directo. Me daré el tiempo para investigar a futuro al respecto.

Liesel, desde su corazón, y en conexión con el corazón de las personas que ama, se mantiene fuerte hasta el final, con sus ideales como pilares frente a un mundo que se desmorona ante sus pies. Ella y sus recuerdos, tristezas y alegrías. Ella y sus libros, los cuales conseguía (robaba, para usar la palabra correcta) de una manera sumamente inofensiva pero decidida; páginas cuya lectura representaba su máxima fortaleza y la guía de su vida; palabras que, en sí, eran formadoras de vida. Ella y sus cuestionamientos al sistema que la rodea, ella y su idea de justicia, ella y su silencio, así como la expresión de su cariño. Ella y sus lágrimas, así como sus sonrisas.

Lee el libro y ve la película, no podría darte una mejor recomendación.

Janis

44 Himmelstrasse
Palabras de alguna página del libro, versión en español.

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