Por una promesa – 2015 – Catedral, Coricancha, Sacsayhuamán y otros centros arqueológicos

La furgoneta pasó por el hotel en recogida pasajeros para llevarnos al punto de encuentro (o cerca), el cual era en las afueras de la Catedral, o Conjunto Catedral, dado que se conforma por el Templo de la Sagrada Familia y el Templo del Triunfo: ambos impresionantes.

Ya teníamos nuestro boleto general, en el cual se picaría el área correspondiente al primer recorrido, que era donde nos encontrábamos. No estaba permitido tomar fotos al interior. Recuerdo que en el primer templo predominaban los trabajos en oro (o bañados), mientras que, en el segundo, los trabajos en plata. En ambos: obras total y espectacularmente magistrales en madera. Me gustó más el Templo del Triunfo, principalmente por su sobriedad. El oro es más ostentoso. Son ambientes distintos, en realidad. Nuestra agradable (y muy orgullosa de su Cusco querido) guía nos iba explicando cada parte de la historia relatada de manera muy ducha. Sinceramente, el Conjunto Catedral de Cusco es la iglesia (para hablar en singular) más bella que he visto en el Perú.

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Ingreso al Conjunto Catedral.
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Pared armada a partir de piedras. Hermosa arquitectura e ingeniería.

El siguiente punto fue el Coricancha, al cual fuimos caminando desde la Catedral. En el camino, pasábamos por esos acogedores pasajes que tiene la ciudad con paredes armadas de piedras construidas mucho tiempo atrás, y seguro también retocadas en tiempos contemporáneos. Y bueno, el Coricancha es otra historia. Allí encuentras muros de piedras asombrosamente talladas que generan encajes perfectos entre ellas y ventanas en forma de trapecios. Aquí es donde se adoraba al Sol: el Inti, dios inca más importante. Posteriormente se construiría en el lugar el Convento de Santo Domingo, que alberga al Coricancha.

Estuvimos paseando, tomando fotos. El clima volvía a estar lluvioso. Hay un lindo patio en medio de los corredores y, afuera, un hermoso jardín que da a la Av. El Sol. Entre los integrantes de nuestro grupo, había notado a una chica que llamó mi atención por su gran belleza, Isabel. Después la conocería, pero será otra historia.

Al salir del Coricancha, las personas empezaron a comprar sus capas para lluvia a un sol. Yo no compré, era leve. Subimos a las furgonetas para ser conducidos al siguiente punto: Sacsayhuamán, una vasta fortaleza militar y ceremonial inca desde la que se puede observar diversos paisajes, incluyendo la propia ciudad desde lo alto. (Es más, de Google se obtiene que, mientras la ciudad está a 3399 msnm, la fortaleza está a 3700 msnm.)  

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Sacsayhuamán.
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Construcciones incas.

Estuvimos en ambos frentes: el que da más hacia los bosques y montañas, y el que da más hacia la ciudad (y más montañas). La estábamos pasando muy bien. Mi hermano estaba recontra animado. Mi padre, a su paso, subió tranquilo ambos lugares a sus 70 años. Muy buenas vistas, muy buenas tomas. Gente a montones. Un poco más y mi hermano se fotografiaba cada tres pasos. Nuestra guía nos contó que la construcción de la fortaleza, con esas verdaderamente enormes piedras encajadas a la perfección, contó con la participación de, aproximadamente, 20 000 incas. 

Llegó la hora de bajar para retornar a los carros y continuar al siguiente punto: Tambomachay, un sitio arqueológico donde se rindió culto al agua por medio de un magnífico sistema hidráulico conformado por cascadas y acueductos (fuente: cusco-peru.org). Luego de recibir la explicación respectiva, subí con mi padre a la colina que está al frente de la construcción; mi hermano nos acompañó después. Luego, nos adelantamos en el retorno para tener tiempo de subir, al menos un poco, el monte del frente. Esta vez, solo fuimos mi hermano y yo. Desde ambos frentes se tenía vistas espectaculares de las montañas y bosques a lo lejos.

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Tambomachay.

La furgoneta nos llevó posteriormente a Puca Pucara, sin embargo, por motivos de tiempo, la guía nos pidió hacer una mirada rápida y, si lo deseábamos, quedarnos en el carro. Mientras algunos bajaron a unos cuantos metros, yo fui a hacer un recorrido veloz por la zona. Puca Pucara, que fue también un centro militar, significa “Fortaleza Roja” por la coloración que adquirieron sus piedras a raíz del hierro existente (fuente: arqueotur.org; ver también: cusco-peru.org).

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Puca Pucara.

Finalmente, llegamos al último sitio arqueológico por ver: Qenqo, que significa “laberinto”, nombrado así por los españoles debido a su forma, a partir de la cual también lo consideraron un anfiteatro (fuente: cusco-peru.org). Luego de rodearlo por un lado, ingresamos por uno de sus pasajes subterráneos, donde observamos altares que bien podían haber sido de sacrificio o adoración. Ello sería todo por el día en cuanto a centros arqueológicos.

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Mi hermano y mi papá en Qenqo.

De vuelta a la furgoneta, pasamos por una especie de mirador, donde le pedí a Isabel una foto juntos, pero no accedió por darle vergüenza. No hay problema.

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Ya estábamos de regreso.

De retorno a la ciudad, nos llevaron a una tienda artesanal de lana de alpaca, donde se trabajaba una gran variedad de prendas de abrigo con este material. Recuerdo que las vendedoras no aceptaban un no como respuesta. Si no, pregúntenle a mi hermano cómo era “perseguido” para realizar una compra. Los precios eran altos, pero los productos, finísimos. Llegamos a comprar algunas prendas de regalo.

Ya en la ciudad, la noche estaba linda. Fuimos a cenar por la plaza de armas, estuvo buenísimo. El día había acabado. Al día siguiente, dormiríamos en Aguas Calientes.

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Noche en la plaza de armas de Cusco.

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