El 2022 fue uno de los retornos más impresionantes. No fue un camino sencillo, pero logré todos mis objetivos principales de montaña. O casi. Tres viajes a Huaraz, uno a Arequipa y otro a Cusco. El presente año repito el plato, pero no en las mismas frecuencias.
La foto de portada la tomé el 7 de noviembre en el mirador de los volcanes, de retorno hacia Arequipa, la ciudad. Fue un ascenso durísimo a una de las cumbres del volcán Hualca Hualca, y por poco lo considero un objetivo más de mi lista de 10 Volcanes del Sur. No obstante, no me habría hecho sentir bien pensando hacia el futuro. La verdad es que la cumbre más alta, de, incluso, mayor complejidad técnica, se encontraba al frente, y es una a la cual hay que ir con otra programación de ataque y otro enfoque de ascenso.
Después de Arequipa, estuve en Huaraz, donde ascendí al nevado Pisco, una extensa ruta, llena de «aventura» (llegará el momento en que cuente la historia; este blog va en serio), para llegar hasta la cumbre. Podríamos haber hecho un menor tiempo de no ser por mi compañero de viaje, a quien le faltó un poco más de entrenamiento. Sin embargo, en conversación con el guía de dicho ascenso, he coordinado una nueva visita al Hualca Hualca a finales de este año, aunque está por concretarse.
Ciertamente, el nivel de Eloy, el guía, es superlativo. Confío en su capacidad para llevarme hasta la cumbre en ese nevado en el sur.
Pero ahora, en tan solo unos pocos días, estaré poniendo mis pies en el aeropuerto nuevamente para dirigirme hacia la ciudad de mis amores, a la que había extrañado tanto durante la pandemia (que, por cierto, aún no ha sido declarada como extinta por la OMS, aunque el virus vaya a ser endémico). Mi meta es el volcán Ubinas, el cual, si bien se encuentra, creo que, en constante actividad, la intensidad no parece resultar prohibitiva. Al menos, a diferencia del Sabancaya, al Ubinas es posible visitar, mientras que, para el previo, deberé seguir esperando algunos años más.
Por lo averiguado, no es una subida tan extensa. Es más, toma unas dos horas llegar al cráter y, luego, una hora más al punto más alto (que espero sea el correcto). Ya lo comprobaré con mis propios pies. Ahora, los días continúan su transcurso y, desde ya, estoy planificando los viajes de agosto, donde continuaré tras la búsqueda de aquellas instancias incomparables, que solo pueden vivirse desde los sueños más grandes.
