La combinación de palabras ‘trabajo en equipo’ podría estar entre las más trilladas en el mundo hablado, especialmente en el ámbito empresarial. En el ámbito de la formación universitaria, es igualmente común escuchar ‘trabajo grupal’, relacionado con resolver una asignación no de manera individual, sino en un conjunto de alumnos al que se le llama grupo. Sin embargo, ‘trabajo grupal’ no me suena tan trillado como ‘trabajo en equipo’. Mientras que el primero es una categoría descriptiva sobre la manera de realizar una asignación, en el segundo se habla de una competencia que se debe desarrollar. Pero ¿alguna vez explican a detalle qué es el trabajo en equipo?
Esas tres palabras llevan consigo una mística que todos mencionan, pero nadie sabe definir. “Trabajar en equipo es bueno, es mejor. Es unir esfuerzos bajo un solo objetivo. Es más que trabajar en grupo, ya que el resultado es más que la suma de los esfuerzos individuales. Es alcanzar sinergia”. Con estas palabras, ¿alguien puede saber cómo se hace para trabajar en equipo? Las palabras rimbombantes siempre van a estar, pero, si no conducen a una concreción, no terminan siendo un verdadero apoyo.
Si tuviera que expresar mis propias palabras al respecto (es exactamente lo que voy a hacer), diría que el trabajo en equipo implica un gran esfuerzo individual. Cuando eres solo, sabes que te mantienes responsable por los caminos que sigues. No obstante, estando solo, no necesariamente se puede lograr todo lo requerido en el periodo de tiempo disponible, y menos si se requieren también otros conocimientos y/o ideas que puedan ampliar el panorama disciplinar.
En cambio, estar en equipo expande tu responsabilidad personal hacia una responsabilidad compartida, que es una sensación muy distinta. Tu pensamiento ya no solo está en que debes cumplir tu compromiso con los demás miembros del equipo, sino jamás te “liberas” del compromiso con el resultado del equipo. Eso quiere decir que no solo estás pendiente de tu propio aporte, sino del de los demás y del avance conjunto.
Si bien un equipo puede formarse rápidamente según la corriente del momento, consolidarlo requiere necesariamente de un esfuerzo adicional, y ello dependerá del nivel de apertura de cada uno de sus miembros. Una manera inicial de iniciar esta consolidación es conociendo a las personas con quienes vas a trabajar. ¿Cómo se llaman? (¡Básico!), ¿cuál es su disciplina?, ¿cuál es su experiencia? Luego, pasar a preguntas como ¿cuál es su perspectiva sobre la asignación?, ¿cómo piensan que puede llevarse a cabo?, ¿qué recursos podrían utilizarse?, ¿qué aporte pueden realizar?, y ¿cuál es su disponibilidad?
Una vez definidas estas respuestas en conversaciones espontáneas o acordadas, se puede establecer las características de la forma en que se va a trabajar: ¿cómo y con qué frecuencia, o en qué oportunidades, serán las reuniones?, ¿dónde serán o quién las programará?, ¿quién o quiénes serán el enlace con partes externas?, ¿cómo y en qué medios se preparará la documentación?, ¿cuáles serán las pautas de edición y quién reunirá los aportes?, ¿cuál será el aporte de cada uno?, ¿por cuáles medios se llevará a cabo la comunicación?, y ¿quién será el coordinador o líder del equipo, en caso se opte por esta elección?
Finalmente, si la confianza lo permite, se puede definir algunas pautas para la comunicación, el relacionamiento interno y el cumplimiento de plazos. Todo lo anterior debe llevarse a cabo con mucha conversación, y no solo sobre los asuntos relativos a la asignación de trabajo, sino otros aspectos de la vida cotidiana. Recordemos que no debe ser un proceso rígido, sino uno que permita la familiarización entre los participantes.
No necesariamente tienen que hacerse las preguntas por bloques, o en ese orden, ni tampoco todas las preguntas, o quizás ninguna. Las respuestas a varias de estas preguntas van llegando espontáneamente mientras se va dando paso a la conversación y la apertura para escuchar. Es más, es de lo más probable que las otras personas ya tengan una base previa sobre cómo relacionarse en equipo, y ello no necesariamente es porque hayan “estudiado” al respecto, sino por el hecho de que el trabajo en equipo es, en esencia, el relacionamiento entre un grupo de personas que buscan complementarse para poder lograr uno o más resultados, los cuales van a ser representación de ellas mismas.
Indudablemente, no hay métodos estrictos para el trabajo en equipo, tan solo lo que se requiere para que funcione correctamente: compromiso individual, interés, alineamiento con el objetivo, disposición, apertura a la escucha y a la flexibilidad de alternativas, respeto y mucha conversación. Y, si aún se puede agregar un elemento más, sería no frenar la creatividad, ni la propia ni la de otros.
Lo escrito aquí no necesariamente es una explicación a detalle de lo que significa el trabajo en equipo, como reclamaba en los primeros párrafos. Sin embargo, sí es un panorama sobre cómo lo entiendo y cómo estoy dispuesto a llevarlo a cabo cada vez que sea parte de un equipo de trabajo.
Mucho se puede lograr trabajando en equipo, y sobre todo en uno consolidado. Y, cuando hallas ese equipo donde cada uno siente que puede ser uno mismo, en un ambiente no necesariamente de amistad, pero sí de una sólida confianza y respeto mutuos, las posibilidades son infinitas.
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