Como he contado en la reseña asociada, a partir del semestre académico (o ciclo) 2017-1 incursioné en las prácticas calificadas llevadas a cabo en aulas tradicionales de estudio para el curso Investigación Operativa 2 (IOP2), perteneciente al octavo ciclo de la especialidad de Ingeniería Industrial de la PUCP. Sin embargo, mi trabajo como Jefe de Práctica (JP), tanto en aulas tradicionales como laboratorios de cómputo, lo debí dejar al finalizar aquel año por las dificultades que estaba representando para mí el cumplir, paralelamente, tanto esta responsabilidad como la de mi puesto de trabajo en una empresa ubicada bastante lejos de mi universidad, y que era mi labor principal.
Fue por ello que comuniqué al docente del curso que ya no continuaría como JP en el 2018, ya que deseaba dedicarme totalmente a mi trabajo central. Le agradecí y nos despedimos. No obstante, tan solo hacia febrero del nuevo año, la situación en la empresa se había vuelto tan insostenible como perspectiva de progreso que decidí renunciar. Fue el sábado 17 de dicho mes, y no recuerdo si ya se habían cerrado las inscripciones para las jefaturas de práctica en mi universidad. Sin embargo, lo que deseaba era mantener el espacio liberado por el momento, en caso un nuevo empleo llegara más adelante.
Además, si me inscribía de nuevo, iba a ser como volver con el rabo entre las piernas. Por supuesto, habría hablado previamente con el profesor para contarle mi nueva situación y ver si era posible que me considerara de nuevo. Pero, como lo había mencionado, ese plan no estaba en mi mente. En cambio, uno que sí lo estaba, y para el cual había estado ahorrando, era una expedición al Huascarán en julio. Por ello, lo que más necesitaba era entrenarme y realizar viajes cortos a zonas de altura como preparación. Y aproveché el tiempo libre para hacer otro tipo de viajes también.
Entonces, a medida que avanzó el tiempo, llegué a entender que, en definitiva, no iba a estar disponible, tampoco, para un trabajo a tiempo completo. No obstante, al haberse terminado el proyecto Huascarán —sin el resultado que hubiera deseado—, me encontraba totalmente disponible para retomar mi vida laboral. Y es por ello que volví a postular a la jefatura de IOP2 para el ciclo 2018-2. Felizmente, fui aceptado nuevamente por el docente con el que había trabajado antes y le mandé un correo de agradecimiento.
Esta vez, solo me inscribí a las prácticas de aula y ya no de laboratorio. Adicionalmente, postulé al curso Investigación Operativa 1 con todos los docentes que lo iban a dictar en dicho semestre —esta forma de aplicación también es posible—, pero no llegué a ser asignado a ninguno de los horarios. Aun así, el aspecto positivo es que volví a trabajar para mi universidad mientras hacía la búsqueda de un trabajo principal.
En total, llegué a cumplir cinco semestres académicos en esta modalidad de prácticas para IOP2 mientras fue presencial hasta la llegada de 2020, cuando llegó la pandemia. Me refiero a los ciclos 2017-1 y -2, 2018-2, y 2019-1 y -2. Luego, continué durante los ciclos 2020-1 y -2 en la misma modalidad, pero adaptada a la distancia, donde se intentó que no pierda las características que poseía en la fase presencial. No obstante, pudo haberse trabajado sobre un mejor diseño conceptual, ya que las categorías de “a distancia” y “presencial” son fundamentalmente distintas.
Más allá de eso, he estado al tanto del esfuerzo de toda mi universidad, con la alta calidad que la caracteriza, para sostener la educación universitaria en un periodo tan difícil para el Perú. Muchas configuraciones académico-administrativas tuvieron que implementarse con rapidez desde las distintas facultades, departamentos y direcciones, y todo el personal puso su mejor esfuerzo por sobresalir desde la crisis.
En la presente reseña, sin embargo, mi intención es priorizar únicamente lo acontecido hasta el ciclo 2019-2. Como expliqué en mi escrito anterior, lo enseñado en el curso puede dividirse en cuatro grandes temas: redes de transporte, programación de proyectos, cadenas de Markov y teoría de colas. Las prácticas en aula son solo cuatro sesiones de dos horas, una menos que las de laboratorio.
Asimismo, la distribución de los temas es, usualmente, como sigue: en la primera práctica, redes de transporte; en la segunda, redes de transporte y programación de proyectos; en la tercera, cadenas de Markov; y en la cuarta, teoría de colas. Los exámenes parcial y final abarcan, cada uno, dos temas según los tratados en cada par de prácticas. El curso también implica la resolución de tareas breves que son calificadas directamente por los docentes, así como los exámenes.
Cuando se es JP de las prácticas de aula, automáticamente también se está a cargo de los exámenes, aunque allí las labores son solo de control y supervisión. Las labores que detallé en la reseña de las prácticas de laboratorio son casi las mismas que en las prácticas de aula, con la diferencia de que, en estas últimas, no se realiza dictado ni se programa la carpeta para subir archivos. Entonces, la labor docente del JP se centra en la asesoría durante las sesiones de práctica y, posteriormente, la calificación según programación. En los exámenes, en cambio, solo se realiza el control y supervisión para que la sesión respectiva (de tres horas) se lleve a cabo sin contratiempos y siguiendo los procedimientos administrativos establecidos.
Con un tono jovial, me remito al periodo de tres horas para los exámenes. Debo admitir que la supervisión de los exámenes son tiempo de vida perdido. Perdido y estresante. ¡Cada minuto que pasa se multiplica por 10! Se trata de tres largas horas en las que solo hay que caminar por el aula para verificar que todo se esté llevando a cabo de manera adecuada. No se ejerce la asesoría, la cual es solo brindada por el docente cuando se acerca al aula (y si decide permanecer). El desempeño de los estudiantes es, principalmente, en solitud durante los exámenes. Por lo tanto, para los JP, son tres horas de vacío que hay que “sufrir” por el bien de la educación de una universidad que, ya por más que algunos años, ocupa el Top 20 latinoamericano de QS (número 15 en el ranking para 2021). Pero, por mi Cato, las sufro.
Entenderás que, para muchos egresados y egresadas de la PUCP, esta universidad se vuelve un lugar especial. No es solo un punto de paso en la vida, sino que la llevamos en el corazón. Agradezco una vez más al equipo de JP con el que trabajé y a las y los estudiantes con quienes interactué y a quienes asesoré, ya que pude crecer como profesional a través de esta labor.
Foto de portada: Pixabay.