‘Pero el punto central es su comprensión del concepto de lucha. “Normalmente la lucha se presenta como un epifenómeno que los investigadores ‘ven’ cuando miran a las comunidades que viven al margen y en crisis”. Pero en realidad, enfatiza, “los pueblos, las familias y las organizaciones que están en comunidades marginalizadas luchan cada día, es una forma de vida que es necesaria para sobrevivir, y cuando esta es teorizada y movilizada puede llegar a ser una poderosa estrategia de transformación” (Tuhiwai, 2016: 262)’ (p. 425).
Zibechi, Raúl (2018). Entre la emancipación y el colapso sistémico: Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Lima: Colectivo Tejiendo Saberes.
Nadie puede saber más que uno mismo lo que uno mismo vive, y llegar a comprender, o sentir, el significado de ello en diferentes etapas de la vida. Si bien esta idea no es ningún descubrimiento, cabe decir igualmente que subestimar a los investigadores, como si no fueran capaces de comprender lo que es una lucha diaria, es sencillamente ingenuo. Pero, vaya novedad, me queda claro que Zibechi habla desde un resentimiento no reconocido, incluso cuando habla a través de otros.
Y solo para cerrar: de la segunda cita textual a Tuhiwai, por el contexto en que se enmarca (no solo el párrafo compartido, sino la totalidad del libro), entiendo sin dificultad alguna que Zibechi está de acuerdo con el postulado. Me pregunto, entonces, ¿qué pasó? ¿No era que la teorización no tenía ningún valor? Una vez más lo recordaré: Zibechi, sus contradicciones y su propia conveniencia. Su propaganda.

De todos los comentarios realizados a lo largo de estas entradas de blog, una de las conclusiones que agregaré (o recalcaré) es que, si en el mejor de los casos el autor tiene una intención sincera de defender un conjunto de miradas del mundo que son, en su entendimiento, opuestas y de resistencia frente a lo, digamos, más generalizado (lo “hegemónico”), su planteamiento y estructuración de ideas terminan configurándose en una grosera propaganda que dispara a cualquier lado como solo un cínico engañado podría hacer: se vuelve una de las realidades (o, para ser más preciso, ficciones) que él mismo rechaza.
Por otro lado, sí es de reconocer que sus textos, a pesar de la propaganda, nos dan a conocer, hasta cierto alcance —al identificar su estilo, toda frase se hace sospechosa—, las formas de vida de un conjunto de comunidades que existen en el ámbito latinoamericano de cuyos conocimientos y formas de organización se puede aprender bastante. Y que, en más de un aspecto, poseen mecanismos de interrelación en su interior y con el exterior que son similares a los llevados a cabo en el mundo institucional circundante (sector estatal y privado, principalmente); no porque se estén alineando con el “enemigo”, sino porque hay cuestiones que no le pertenecen exclusivamente a nadie, sino únicamente a la capacidad creativa humana y comunitaria, y a su voluntad.
Lo que vendrá para mí será seguir leyendo, investigando y expresando mi opinión en la medida que lo necesite y sea posible. No espero menos de mi persona en el Bicentenario que se avecina.
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