La propaganda de Zibechi. Duodécimo y décimo tercer comentarios

“Esto no quiere decir que en el zapatismo no haya elaboración de ideas y análisis, sino que las conclusiones a las que llegan son producto de la experiencia colectiva. Los siete principios del mandar obedeciendo, por poner un ejemplo, son la sistematización y la traducción de los modos como están actuando en los tres niveles de autonomía. No parten de un cuerpo de ideas que deben aplicar a la realidad. El punto de partida para los rebeldes fue siempre la indignación, la rabia ante las opresiones que sufren. Estas son el motor. La teoría suele venir después y puede tener cierta utilidad siempre que no se pretenda aplicar mecánicamente en cualquier tiempo y lugar” (p. 418).

Zibechi, Raúl (2018). Entre la emancipación y el colapso sistémico: Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Lima: Colectivo Tejiendo Saberes.


Este extracto pertenece al mismo capítulo (y la misma página, valga decir) del extracto anterior. Me pregunto a qué se debe tanta distancia entre un extracto y otro. En el anterior, Zibechi se mostraba intenso en la defensa de una revolución sin teoría, a la cual calificaba de innecesaria, un obstáculo que nubla la realidad, y la equiparaba a ideología. En cambio, en este nuevo extracto, pareciera arrepentido de haber escrito lo previo y se muestra sosegado, con una verdadera intención de fundamentar en lugar de hacer un berrinche.

Sin embargo, no puedo dejar de anotar algunos detalles. Primero, habla de siete principios que conforman lo que llama el “mandar obedeciendo”. Esto, si no lo ha notado, es una conceptualización. Es más, al reconocer una estructura de siete principios, está llamando a una forma de teorización, que es exactamente lo que rechaza. Y segundo, ¿por qué pareciera que señala la aplicación de un “cuerpo de ideas” a la realidad como una acción tan ajena y alienada (y, además, dejando implícito que es lo único que se conoce en el mundo no zapatista)?

Nos alimentamos porque lo requiere nuestro cuerpo más allá del gusto implicado; dormimos por la misma razón y porque, si lo resistiéramos, en cierto punto caeríamos dormidos de todas maneras; usamos mascarillas, nos lavamos las manos y evitamos los espacios cerrados con personas con las que no vivimos, entre otras medidas, porque sabemos que, en tiempos actuales, si no lo hiciéramos, aumentaríamos el riesgo de contagiarnos de la COVID-19, y muchos ejemplos más. Todo el tiempo estamos aplicando un cuerpo de ideas a la realidad, consciente e inconscientemente. El solo hecho de hablar es aplicar un cuerpo de ideas a la realidad, ya que debemos organizar nuestra comunicación según nuestro conocimiento previo. Las ideas están representadas por uno o un conjunto de aprendizajes destinado a permitirnos entender la realidad y así tomar decisiones, ya sea de forma cotidiana o en situaciones de importancia específica. Emplear las ideas no es una cuestión “occidentalista” ni una imposición de la “colonización”, sino tan solo uno de los aspectos que conforman el ser de las personas.  

Y como ya elaboré en el comentario de mi publicación anterior, es claro que una movilización, donde quiera que se dé, surge de la indignación o del saber que algo no está funcionando bien y representa un determinado riesgo por ello. No es solo entre las personas que viven en el zapatismo, sino entre cualquier conjunto de personas alrededor del mundo; en ese sentido, la teoría puede presentarse en cualquier momento, ya que no es ajena a la formación del conocimiento y las ideas.


“Más que una teoría, los zapatistas han elaborado un conjunto de miradas, cierta visión del mundo, de México y de ellos mismos. Quizás el núcleo de su pensamiento consiste en que decidieron cambiar el mundo desde abajo, no desde el Estado, sino desde la resistencia de todos los días. La autonomía es uno de los aprendizajes más importantes y un legado para todos los movimientos del mundo. Autonomía abajo, en las comunidades, en los municipios, en cada emprendimiento, y autonomía construida de abajo hacia arriba” (p. 419).


Entiendo la referencia al conjunto de miradas y la visión del mundo, y espero que no se me malinterprete en los comentarios que he venido publicando. No estoy en contra de la forma de ser y hacer en el zapatismo, pero sí considero altamente frágil el marco comparativo que construye Zibechi para presentar dicha experiencia y promoverla, ya que su narrativa está llena de invenciones y frases forzadas que terminan opacando lo que desea resaltar. Hasta me animaría a decir que, en vez de usar al Estado como una plataforma para ensalzar al zapatismo mediante una comparación verdaderamente argumentada y fundamentada, usa al zapatismo como plataforma para despotricar contra el Estado. En ese sentido, sus textos son solo un medio para hacer catarsis frente a sus frustraciones.

Otra de sus ideas es una que menciona en reiteradas ocasiones: aquello de “cambiar el mundo”. Al respecto, me parece poco probable que los zapatistas hayan planteado un objetivo así para su gestión. Es más factible pensar en que uno de sus objetivos sea, o incluya, asentar una forma distinta de organización al no creer en el Estado ni el mundo llamado occidental. Considero, además, que el zapatismo está abierto a compartir su pensamiento para que pueda ser replicado en otros lugares. Sin embargo, no imagino a esta tan importante comunidad con la mira de una imposición de ideas. En realidad, ideas sobre organización política hay en todo el mundo, y podemos discrepar o no de cada una de ellas. No obstante, es posible también que Zibechi esté usando esa frase, “cambiar el mundo”, más con un sentido de ideal propio que como un objetivo establecido formalmente por la comunidad zapatista.

Finalmente, la autonomía es muy necesaria en toda nación. No hay forma de que un Estado pueda estar en cada rincón de un país, por lo cual necesita que, además de los servicios públicos que administra, la población pueda salir adelante resolviendo determinados problemas comunes y no comunes que se presentan como parte de su vida cotidiana no cubiertos por dichos servicios, o contribuir de manera organizada para fortalecer su cobertura. En ese sentido, la población puede hacerlo y volverse muy buena en ello. Dos ejemplos claros son el emprendimiento y el establecimiento de juntas vecinales en los barrios para atender los acontecimientos del día a día, tan variados, con mayor rapidez que estar requiriendo la presencia de la municipalidad correspondiente.

Sí, es verdad que se forman diversos equilibrios sociales y que las oportunidades no son las mejores para todas las personas y comunidades. Asimismo, si bien la naturaleza de un Estado es proveer asistencia, hay administraciones estatales más presentes que otras. No obstante, cabe aclarar que los resultados de gestión estatal que se obtienen dependen de una combinación de factores que, incluso, cambian en el tiempo. Tales resultados serán más favorables o menos, o más eficaces y/o eficientes según las metas planteadas o menos. Pero, pensar que la variabilidad en los avances (y retrocesos) no existe, y que hay una sociedad ideal donde todo aspecto ha alcanzado un nivel óptimo —y que por ello el Estado debería hacerse obsoleto—, es solo vender humo.


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