“El alto nivel de rotación en los tres niveles, la multiplicación de asambleas para tomar decisiones y de comisiones para avanzar los trabajos, impide que se consoliden burocracias permanentes, separadas y colocadas encima de la comunidad, es decir, una de las características que define la existencia de un Estado. Por eso creo que las instancias de toma de decisiones del zapatismo son poderes no estatales, aunque ellos no utilizan ese concepto. Hay poder, pero no hay Estado. Hay quienes mandan, pero rotan cada cierto tiempo, y al mandar simplemente obedecen lo que decidieron las asambleas. …” (p. 413).
Zibechi, Raúl (2018). Entre la emancipación y el colapso sistémico: Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Lima: Colectivo Tejiendo Saberes.
Zibechi habla de una forma dinámica de organización que impide la consolidación de “burocracias permanentes”. Quizá, habría que revisar primero qué es una burocracia, ya que él está usando el término. Según la RAE, dos definiciones son neutras y otras dos tienden hacia lo poco deseable: 1. “Organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios.”, 2. “Conjunto de los servidores públicos.”, 3. “Influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos.”, 4. “Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas.”. No puedo saber si el autor ha estado al tanto de esta variedad. No obstante, puedo ubicar su opinión bajo el marco de las definiciones 3 y 4, y considerar que sea lógico pensar en la deseabilidad de la renovación en la gestión pública, no sin antes analizar las causas de los problemas. Sin embargo, una renovación no necesariamente debe pasar por el reemplazo personas, sino, principalmente, por la mejora de procesos. Asimismo, ¿cómo se podría pensar en el éxito de proyectos de largo plazo si se parte de la rotación constante de personas, en especial de gestores, en lo que quizás sea un corto plazo? La diferencia de estilos de dirección y operación puede hacer que, por más buenas intenciones que existan, se dificulte un avance sostenido.
Puedo entender también que, cuando el autor dice “separadas y colocadas encima de la comunidad”, se está refiriendo a que percibe al Estado desintegrado de la población; en este caso, de las comunidades. Pero ¿qué significaría, entonces, “no separadas”? Los Estados que avanzan en la modernización tienen cada vez más canales de interacción con los ciudadanos, y desde ya cuentan con procedimientos establecidos para atender sus necesidades mediante la proporción de un conjunto variado de servicios en constante revisión. Por supuesto, no se puede decir que esta provisión de servicios sea la mejor en todo lugar, en todo municipio, pero conceptualmente el Estado no está “separado” de la comunidad, ni mucho menos “por encima” en todo su espectro. Estar “por encima” es una interpretación personal del autor, como usualmente hace Zibechi al presentarla como verdad absoluta. Sin duda, puedo considerar un “por encima” en cuanto a ser el gestor principal de la normativa legal y establecer la supervisión para evitar y sancionar el incumplimiento de esta. No obstante, dar a entender que, como por naturaleza, el Estado se coloca por “encima” de la comunidad es, para mí, sinónimo de un resentimiento no resuelto.
Por otro lado, ¿qué es eso de “hay poder, pero no hay Estado” en el zapatismo? Pensé que el autor impulsaba a esta comunidad, justamente, por ser “ajena” al concepto de poder en su gestión. Quizá, haya estado dándose cuenta (o no) de que el poder no es, por naturaleza, negativo, sino que es un elemento más que configura la relación entre las personas, colectivos, asociaciones, instituciones y etc. Sobre esta idea, por ejemplo, el poder estatal es solo el reflejo de la posición que ocupa en un país: no intrínsecamente un poder “opresor”, como pareciera proyectar Zibechi a cada paso. Es más, la frase comentada desde el inicio de este párrafo podría refrasearse de la siguiente manera (cuidando no perder su sentido original): “hay poder, pero se ejerce de manera diferente del estatal, ya que el Estado no tiene una participación”. En otras palabras, Zibechi está descalificando al Estado de entrada, por lo cual, una vez más, su argumento resulta más que cuestionable. El Estado es un productor continuo de resultados de la más diversa índole y en los más distintos ámbitos, por lo que habría que evaluar su accionar, logros y falencias en cada contexto.
Finalmente, hay un conjunto de equivalencias en la última frase —referida al zapatismo, pero mostrada en relación comparativa con el Estado— que, en vez de aportar a su argumento, generan la confusión de qué está realmente criticando. Primero, “hay quienes mandan…”; en la masiva estructura estatal, que abarca todo el país, empezando desde el/la Presidente/a, hay una serie de cargos que son los que toman las decisiones principales según su rango o nivel jerárquico organizacional. Segundo, “pero rotan cada cierto tiempo”; las elecciones son el mecanismo para esta rotación en el plano político estatal. Esto se da cada cierta cantidad de años, ya que se requiere de un periodo razonable para que el gobierno elegido por la población pueda desarrollar las políticas públicas, ejercer una gobernanza. Tercero, “al mandar simplemente obedecen lo que decidieron las asambleas”; equivalente a la definición, implementación y evaluación de las políticas públicas en el Estado. Es decir, la población tiene la puerta abierta, en las gestiones estatales más pertinentes, para participar en lo que es mejor para sí misma, y, según dicha información, sumada a los estudios de la problemática nacional, se moldea la gestión pública a través de las políticas públicas. Entonces, no se sabe qué está intentando criticar Zibechi, ya que parece no conocer realmente aquello que critica.
Como estar dando puñetazos al aire.