Río+20

La primera vez que en mi vida estudié un tema medioambiental fue cuando estuve en décimo ciclo de universidad, el último para graduarme de bachiller en ciencias. En dicho semestre académico, uno de los cursos electivos que seleccioné fue Gestión Ambiental, el cual tuvo como foco el estudio y aplicación de la norma ISO 14001. Hablo del 2007, así que ya ha pasado 13 años. Tiempo después, hasta donde supe, Gestión Ambiental se había convertido en un curso obligatorio, aunque puedo suponer que su estructura se actualizó y enriqueció.


La temática medioambiental siempre ha rondado mi mente, pero hasta hoy no puedo decir que sé por dónde abordarla. Es, además, imposible no pensar en ella cuando Lima, la ciudad donde he vivido siempre, es la ciudad de la gente que lanza, sin reparos, sus desperdicios en cualquier lugar. Hay una pobrísima conciencia al respecto. Es como si dijeran, “¿qué importa?, ya se limpiará”. Es muy triste.

Decía que se me complica abordarla porque, según lo visto, tiene una amplitud descomunal. El medio ambiente puede ser afectado de incontables maneras, y subsanado de menos, aunque también numerosas. Mucho depende de la fuerza de las políticas medioambientales, la responsabilidad empresarial y la creatividad que pueda aportar la sociedad civil, la gente, por mencionar factores centrales. No obstante, la ratio de deterioro parece siempre estar siendo mucho más veloz que la de subsanación.

En este contexto, una de las actividades empresariales que más polémica genera es la minería:  exploración y explotación. La minería formal es un rubro perfectamente válido que se desarrolla en todo el mundo, aunque tiene más influencia en unos países que en otros. Lamentablemente, hay muchas cuestiones aún no resueltas en la minería, empezando por las debilidades en la voluntad de las empresas por elaborar estudios de impacto ambiental sólidos y aplicarlos cabalmente. Asimismo, la ausencia de controles estatales hace que la contaminación se prolifere continuamente, llenando las fuentes de agua de metales que resultan dañinos para las comunidades que hacen uso de ellas. De la misma forma, por el lado de la minería ilegal —y ni para qué hablar aquí de los EIA—, la destrucción de los ecosistemas —y las vidas— es incontenible.

Tiempos difíciles son los que vivimos en relación con el medio ambiente. Años después del curso que mencioné, de abril a mayo de 2018 volví a llevar un curso al respecto. Esta vez, se trató de un curso de capacitación, introductorio a los estudios de impacto ambiental, en el Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables de mi universidad (INTE-PUCP). Nos enseñaron dos profesoras y un profesor, cada quien desde su especialidad, los tres componentes fundamentales de un EIA: físico, socio-económico y biológico. Los ejemplos giraron principalmente sobre la actividad extractiva. No obstante, debo decir que me resultó muy introductorio: es un asunto muy amplio como para tratarlo en solo 24 horas. Sin duda, fue una invitación a leer mucho más sobre el tema a manera de profundización.

En la actualidad, como una nueva continuidad desde el lado académico, he terminado hace poco de leer el libro Río+20. Desafíos y perspectivas, editado por Nicole Bernex y Augusto Castro (2015) a partir de artículos de ponencias realizadas en un foro llevado a cabo el 2012 como antesala a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible Río+20. El foro fue organizado, justamente, por el INTE-PUCP y en conjunción con la Facultad de Economía y Gestión Ambiental de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, y reflexionó sobre la pregunta central: “¿Es posible un desarrollo sostenible en el Perú del siglo XXI?”.

Las respuestas proporcionadas fueron variadas, y no pretendo comentar aquí cada artículo. Sin embargo, dentro de las cinco secciones en que estos fueron clasificados, me gustó mucho la segunda, “Desarrollo sostenible, economía y pobreza”, ya que es una sección planteada desde el análisis académico y reflexivo sobre el medio ambiente, el impacto del cambio climático y el concepto de desarrollo. (Las otras secciones se titularon “Desafíos para el cambio climático”, “Seguridad hídrica y seguridad energética”, “Conocimientos y tecnologías para la gestión climática” y “Bosques y servicios ecosistémicos”.)

En esa línea, me interesó particularmente el artículo de José Ignacio López Soria, quien, en “Río+20 y el desarrollo”, plantea un giro de 180 grados. Teniendo a Aníbal Quijano como una de sus referencias —aunque no lo cita directamente—, realiza lo que es para mí una severa crítica al concepto de desarrollo y el marco en que se inscribe. Aquí, comparto un par de citas textuales del autor:

Después de estas anotaciones histórico-filosóficas no es difícil colegir que, para mí, el problema del desarrollo no está en los calificativos (modernizador, independentista, de rostro humano, respetuoso del ecosistema, atento a las necesidades básicas, sustentable, inclusivo, etcétera), sino en el sustantivo mismo, en el concepto de desarrollo, que lo entiendo como una especie de camisa de fuerza, como una matriz cognoscitiva, valorativa, normativa, expresiva y práctica que no da para pensar el despliegue pleno de la posibilidad humana haciéndonos cargo de nuestra condición de «seres con el mundo abiertos a la alteridad».

López Soria, 2015, p. 100

Y la segunda:

La actualidad es nuestro único horizonte posible de sentido y, por ende, su exploración es una forma de autocercioramiento de la propia actualidad, algo así como la actualidad pensándose a sí misma. Y cuando la actualidad se piensa a sí misma toma conciencia de su condición primigenia de hechura de la modernidad o, dicho de otra manera, advierte que el desarrollo, con o sin apellidos, es la manera actual de darse del proyecto moderno. En consecuencia, lo que está en juego no es solo el desarrollo sino la matriz en la que se inscribe, el proyecto de la modernidad, o, como diría Quijano, el «patrón de poder y de saber» que la modernidad inaugura (citado por Pajuelo & Sandoval, 2004).

López Soria, 2015, p. 101

En definitiva, es un artículo que invita a mucha reflexión sobre la manera como concebimos el mundo y hasta nuestras propias vidas, especialmente a aquellas personas que se han formado mayoritariamente bajo el contexto y concepto del “proyecto moderno”, grupo en el que me considero humildemente incluido. El autor, además, plantea una serie de propuestas en la forma de preocupaciones que podían ser tomadas en cuenta en el marco de la conferencia que se avecinaba, las cuales empiezan con “enmarcar la relación hombre/naturaleza en el ámbito de una copertenencia horizontal entre lo natural y lo humano” (2015, p. 104).

Podré considerar regresar más adelante sobre este artículo y otros del libro (incluyendo el de quien fue mi profesor, Augusto Castro, que también disfruté bastante), para hacer un desarrollo mayor de comentarios, con mucho más detalle, e incluso escalar hacia un artículo académico por mi propia parte, sobre el cual aspiraría a una publicación.

Río+20. Desafíos y perspectivas es un libro de referencia, con materias puntuales tratadas en los artículos bajo estilos distintos de expresión, ya que los enfoques fueron también particulares para tratar el contenido propuesto. Espero dar cabida a nuevos textos sobre medio ambiente antes de que pase mucho tiempo.


Referencia bibliográfica

López Soria, J. I. (2015). Río+20 y el desarrollo. En N. Bernex & A. Castro (Eds.), Río+20. Desafíos y perspectivas (pp. 95-108). Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial.

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