Norte es la segunda película peruana contemporánea que se grabó en Canadá, junto con La bronca. Me he encontrado muy complacido con ambas. Han sido trabajos fantásticos.
Una vez más, se nos presenta un conflicto familiar, tanto desde lo colectivo como lo individual, el cual es posible que contenga una relación cercana, en el plano de lo psicológico en el personaje principal, con una obra teatral llamada Death of a Salesman, de Arthur Miller, que tiene un “paso” por el filme. Deberé leerla para descubrirlo. Ahora, me adentraré en la historia sin pretender ser exhaustivo.
Hay golpes emocionales tan contundentes que marcan toda una vida, sin importar cuánto amor haya de por medio. Sientes la mirada de esa otra persona, a la que estás ligado por la sangre, y sabes que hay un indetenible amor que fluye de su parte hacia ti; pero, en un momento determinado, a veces inesperado —o también, quizás, buscado o provocado—, alguna forma de demostración de un resentimiento sale a la luz. Le afecta, y sabes que se trata de un asunto doloroso. Encima, menos aporta que tú mismo puedas hallarte poco claro, no necesariamente en lo que dices, sino tan solo en tu manera de mirar, de mostrar una expresión, que surge como pueda surgir, y que se presta a interpretación (no muy favorable, que digamos). Hay una confusión que está por detrás de tu persona, y tal vez quisieras que él, o ella, se dé cuenta de que aún no has encontrado las respuestas que buscas. O tan solo de que no quieres, por tu propio bloqueo interno, entrar en ese asunto. Aun así, sabes que has causado una gran decepción y te resulta inmensamente difícil el copar con la percepción que son ellos los que se han cerrado a la comprensión.
Otras personas son menos sutiles, y no necesariamente desde el reproche directo de su fastidio, sino la frialdad mal ocultada (si es que se quiso ocultar). Pueden intentar ser gentiles, amables, pero todo cariño se torna tieso. Debe ser trabajoso tener que soportar esa pared. Impenetrable. Una pared que, aunque siempre está allí, inamovible a una distancia de ti, aplasta. Tratas de entender y tomarlo con calma: al fin y al cabo, ya eres adulto y sabes que solo necesitas centrarte nuevamente, poner las cosas en perspectiva y evitar que ese entorno, lleno de silencios figurativos complejos, te afecte. Como si fuera sencillo.
Y también están esas personas con las que, desde la primera conversación, la incomodidad interior no traspasa la barrera del cuerpo. Es como una sensación de bienestar percibida en el aire. Se purifica, y lo respiras. Como si, al estar con esa persona, el espacio que ella genera y el que tú generas se unen por las comisuras y forman una zona de tranquilidad, de complicidad blanca, de confianza, de aire fresco, de reposo. A veces, descubres ese tipo de químicas sin esperarlo, y te encuentras con la realidad de que el silencio no tiene por qué ser un estorbo. Es más, dejas ya de necesitar tal silencio.
Pero, en un entorno complejo, las espigas no desaparecen. Llega el momento en que el enfrentar ya no puede postergarse. Llegan, inevitablemente, los momentos de definición. Incluso, si eres tú el que se ve (auto)impedido de sentar cara, aquellos inevitablemente te “encuentran”. De una forma u otra —y una y otra vez—, la vida te demuestra que estás en ella para vivirla, con sus alegrías y conflictos, y con las consecuencias de las decisiones que debas tomar, en los periodos de calma, los turbulentos y los de última instancia.
Para terminar, estás tú, que sabes lo que has hecho, o dejado de hacer, y la corriente de sentimientos a los que has dado inicio —una vez más—. Y quizás para siempre. Tratas de generar excusas para ti mismo, pero en el fondo sabes que también podías haber tomado la otra opción. Y escupes a la vida: era la una o la otra; ambas, sombríos y extraños aciertos, pero a la vez insalvables fracasos. Se trata de momentos de la verdad para los que nadie está preparado. ¿Por qué la vida nos coloca en estas situaciones? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que deberemos ser especialmente fuertes para resistir el peso de nuestras decisiones, y suficientemente centrados como para evitar un mayor hundimiento, cuando ya estamos de caída. Tan solo piensa que saldrás a flote: encontrarás tu lugar, o este, tarde o temprano, llegará a ti.

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Portada: Pixabay.
Afiche: El Comercio, nota del 27/06/2019.