El 28 de julio me levanté temprano, ya que era un día especial. Lo primero que hice -y se trató de las 8:00 a. m.- fue sintonizar la Misa y Te Deum por el aniversario número 199 de mi país. A un año del Bicentenario de nuestra República, retos inmensos se han postrado sobre el Gobierno. Confío en que la gente recordará a todos aquellos congresistas que jamás pensaron en el país, sino solo en la defensa de sus propios intereses.
El Arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, quien ofició la misa, preparó una homilía con un lenguaje académico y, por secciones, un discurso político. Siento aprecio por él. No solo se muestra siempre con una gran sencillez, sino que fue profesor principal en Teología en mi universidad, así como otros cargos allí. La parte que más recuerdo de su homilía me parece sumamente pertinente en tiempos actuales. No, no los de la pandemia, sino los de la convulsión política que hasta ahora nos afecta. El mensaje fue dirigido al pueblo peruano, al pueblo peruano elector, que en menos de un año va a votar nuevamente por sus nuevos gobernantes (abril de 2021), con quienes se va a ingresar al Bicentenario de la Independencia. Se sintetiza en un: «No te dejes engañar. Infórmate, ya que hay quienes podrían intentar manipular».
Con la actitud antidemocrática que, una vez más, vienen teniendo facciones del Congreso, cuyos partidos políticos en juego, en definitiva, lanzarán un candidato o candidata a la Presidencia dentro de pocos meses, las palabras de Castillo Mattasoglio no perderán vigencia mientras el momento de la elección no llegue.
Al igual que cuando marché contra Keiko Fujimori el 2016 -cabe indicar que la alternativa era el mal menor-, intentaré sumarme a las luchas por un país mejor en la medida que me sea posible aportar.
Un buhíto en la montaña 