Texto escrito el 9 de mayo y editado el 12.
Ayer volví a ver La última tarde, de Joel Calero. Después de años. Fue gracias al ciclo de cine lanzado recientemente por el LUM. Al tratarse de una segunda vez, pude captar mejor la secuencia y los diálogos. Cuando fue la primera, el impacto fue poderoso; ahora, no dejó de serlo.
Hay posturas que siempre estarán en contraposición. No veo un claro en el bosque que me permita acercarme siquiera hacia algún indicio de que la derecha pueda compartir con la izquierda, y viceversa. Ambas partes se engañan al creer que comparten el mismo objetivo, que es el del “progreso” de la población. Esto es porque la derecha piensa que la contraparte está mal de la cabeza, y en el otro lado el sentimiento es mutuo. No se puede ser tan cínico de decir “estamos en lo mismo” y, a la vez, “pero tú estás mal”. Entonces, no se está en lo mismo. Es simple.
Pero el asunto es aún más complejo, ya que no solo hay “derecha” e “izquierda”: existe una derecha moderada y una extrema derecha, y una izquierda moderada y una extrema izquierda. Y eso no es todo, también hay una centroderecha y una centroizquierda. Asimismo, mientras los extremos no llegan a ser necesariamente irracionales (o no siempre), me atrevo a decir que, incluso, hay un más allá: los radicales dogmáticos que solo promueven la destrucción de las mentes, las almas y las naciones.
Lo anterior es solo un espectro de etiquetas, algunas de las cuales son de uso común en las secciones de política de diarios locales. En sí, son creaciones de los analistas para intentar clasificar los pensamientos de índole social, cultural, económica y, sobre todo, política. Sin embargo, soy partidario de que los pensamientos existen antes que las etiquetas, y quizás ello sea lo mejor, porque significa que siempre habrá la esperanza de una conversación real, y no tan solo el decir, “estos son mis datos y predicciones, y son mejores que los tuyos”. Porque sí…
Aun así, al pensar en el acto de la conversación, de esa conversación, no existe escapatoria para la entrada en disputa. Las posiciones de un lado y de otro, en las cuales suelen reconocerse las personas, no tienden a mostrar espacios de encuentro. No obstante, a pesar de saberse, las discusiones generan tantas adrenalinas que es, a veces, muy estimulante estar allí, sobre todo cuando hay apertura a la escucha y la posibilidad de consensos. En el lado cercado del asunto, el que piensa que la empresa solo existe para aprovecharse de la población lo va a seguir haciendo, y lo mismo con quien piensa que solo la empresa puede darle progreso a aquella.
A pesar de lo dicho, no le doy carácter definitivo al matiz de pesimismo que impregna mis palabras. Sé que no todos llevan la camiseta de su equipo siempre puesta (y, entre ellos, hay también quienes sí la lavan de vez en cuando). Hay personas que proponen y escuchan, debaten y analizan. Y, luego de enriquecerse del diálogo, siguen mirándote a los ojos y te estrechan la mano antes de continuar andando en esta magnífica ruta llamada vida. Así, propician aquel asiento superior en donde lo que prima es el respeto y el reconocimiento mutuos, tan necesarios para realmente pensar en progreso.
Imagen de portada tomada de página de Facebook del LUM – Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social.