Comentario al personaje. Cine: La bronca.
El jardín blanco de ramas secas asienta una posición, un encierro. A la vista, aquellas se entrecruzan unas con otras y tan solo ves a través de los intersticios. La nieve y su presencia perenne marcan un continuo hundimiento, te hace más lento. Hace frío y lejos estás de donde naciste, creyendo que allí ya no hay oportunidades. Pero, no te engañes: dejaste de ser alguien allí para tu familia y necesitabas construir un nuevo rumbo. No te culpo por ello. Si lo necesitabas, ¿por qué no facilitarte un poco las cosas? Ir a un país desarrollado podía generar alguna diferencia respecto de un país jodido, sumergido en guerra interna.
Sí, fueron un par de décadas realmente jodidas para el Perú. Si no era el terrorismo, era la economía. Si no era la economía, era el terrorismo nuevamente. Si no era el terrorismo, era el ejército. Si no era el ejército, era la corrupción y la captura del Estado. Muchos se fueron, y esta historia trata sobre eso. Tu historia, alguien que se fue. Te veo a los ojos y sé que haces lo que puedes. Eres un hombre de negocios y hay gente que está bajo tu mando, así como tú lo estás bajo el de otros. Sabes que debes hacer lo que puedas para seguir remando. Y tienes un buen ímpetu; has aprendido a moverte, lo reconozco. Sin embargo, ¿qué es lo que cargas contigo? ¿Oculta tanta quietud una frustración desmedida? Sí, hay algo que no me estás diciendo. De lo contrario, no lo habrías desfigurado a golpes.
¿Qué hizo por ti? Nunca lo sabremos, pero podríamos intuir que se relaciona con una consecuencia de la guerra interna. Una de las tantas. No podría saber si contarlo era importante para la historia, pero quizás se pudo dar un inicio más, de manera que no quede como un comodín útil para explicar su presencia en la casa del padre de tu pareja, a quien engañas en la cara, como el clásico limeñito pendejo —una mentira total—. Sí, sé que vivir allí te jode, tú mismo lo mencionas al fumar un porro con él. No quisieras tener esa dependencia, pero tienes que sobrellevar el tedioso proceso de crecimiento laboral.
Y, a pesar de ti mismo, ella sigue a tu lado. Se le nota cansada y sus ojos expresan mucho. Tiene una hija contigo, es muy adorable. Quizás por ella es que te guarda cariño y acepta tus propuestas, aunque a la vez te mire como si fueras una resignación, y no solo tú, sino también tu compadre. Una lapa en tu piel, aunque alguien que ha asumido su papel en tu hogar. Debes pagar el favor, si se le puede llamar así. Debes pagarlo para siempre, y no tengo dudas de que ello es un obstáculo que jamás podrás superar.
Por tu parte, la ayudaste a ella también, cuando estuvieron en Perú. Es como un maldito círculo, ¿verdad? Se salvaron unos a otros y se encadenaron sin opciones, al menos, aparentes. ¿Se resignó ella a estar contigo desde un principio? Yo creo que no. Yo creo que se entusiasmó: tu seguridad en ti mismo podría haber sido un factor atrayente. Sin embargo, después llegó a conocerte mejor, y es allí donde llegaron los momentos de definición.
No es que seas una mala persona. En realidad, con sinceridad, no lo eres, pero tus prácticas de vida han terminado siendo, digamos, paulatinamente destructivas. Incluso has fallado cuando ni siquiera has estado presente. Tan solo observa a tu hijo. Siete años sin verlo —una paternidad esfumada— y no quedó un cimiento de ti en él, de esa proactividad que te llevó a estabilizar una vida, al menos hasta cierto punto, en aquel país del norte. Sé que la responsabilidad no solo es tuya y que va más allá de las personas: abarca, también, contextos complejos. No obstante, ello no cambia, primero, el que no estuviste y tu propio ejemplo, y segundo, lo que claramente se deja ver en él, tu hijo. Descarriado, sin aspiraciones, sin capacidad de elaboración de respuestas, emocionalmente cerrado, fastidiosamente apagado en la comunicación, seco en el trato, e insoportablemente frustrado. Pero tampoco un mal chico. ¿Qué vas a hacer al respecto? Viajó a encontrarte al país del frío. No iba a desarrollarse en Lima, y menos con su actitud. Tú mismo se lo dijiste.
Sé que lo quieres, y supongo que aún queda espacio en ambos para la mejora, desde la poca fortaleza familiar que pueda quedarles. Al menos, mientras no te caiga la noche por lo que hiciste. Puedes confiar en que así será mientras tu compadre, a quien masacraste con tu hijo, no sea hallado, ya sea que esté vivo o hecho cadáver. Quisiste jugar al limeñito en Canadá, pero al final te ahogaste en tu propio bardo.
No puedo saber cuál será la respuesta de tu hijo, si retornará al Perú o no. Sin embargo, aún le falta mucho trabajo para ser persona. Tu verdadero trabajo no será el que andas buscando en los anuncios de aquel diario, sino el no rendirte nunca con él. Quizás llegue el momento en que ambos aprendan a madurar. Y a vivir.
Lo siento. No pretendo estar en tu pellejo, ni mucho menos he tenido tu experiencia. Pero aquí estoy, en este mundo imaginado, y quería decirte eso.
