El punto de encuentro fue directamente en Las Viñas, frente a una iglesia evangélica. Hasta esa ubicación, la ruta ya se encuentra en ligera pendiente, y lo que sigue es romper camino y tomar una calle dirigida hacia los cerros, que hicimos caminando una vez que se juntaron los participantes. Las viviendas continúan en los lados, por supuesto, pero, en un domingo 15 de enero en la mañana, la tranquilidad es amplia. No sabía cómo iba a ser esto, en realidad, pero andaba con una gran motivación y dispuesto a asumir nuevos retos.

Al terminar las casas, al lado de un estacionamiento, iniciaba la subida por las lomas y luego a los cerros. No creo equivocarme si digo que, a buen ritmo, la llegada hasta la zona de escalada donde nos dirigimos se hace en alrededor de 45 minutos. Es un muy buen ejercicio para liberar tensión, de haberla, previo a la escalada. Dicha zona es una de las más visitadas para quienes practican la escalada en roca, ya que reúne rocas de distintos niveles de dificultad en sus alrededores. No obstante, a mitad de camino, nos detuvimos para tomar un aire y que el organizador, Edward, se dirija a todos los asistentes para presentarse, presentar al club, hablar sobre la actividad por realizar, informar sobre la seguridad y compartir sus apreciaciones sobre las actividades al aire libre en la naturaleza. (Si bien no necesariamente fue por esta introducción que nos hicieron, sí descubriría más adelante que las charlas de inicio de este club eran excesivamente largas.)

Pero hubo un detalle. Indudablemente, cuando se va a estas salidas, lo más común es que las personas lleven una cámara. Mínimamente, la del celular. La práctica de tomar fotos en estas actividades es ampliamente realizada, por lo que no tiene ningún tipo de rareza. Cuando he visto que se ha criticado la toma de fotos, ha sido en los conciertos, cuando personas se pasan todo el rato grabando el escenario. Sin embargo, que vayas a la naturaleza y alguien te critique por querer tomar fotos, como si se tratara de algún tipo de absurdo u ofensa, me parece totalmente fuera de lugar. Y ello fue lo que Edward incluyó en su charla de introducción, la anticipación de una crítica con la que, supuestamente, intentaba evitar un tipo comportamiento. Todo había fluido correctamente hasta que llegó a esa parte, y lo interesante es que hasta lo hizo con cierto fastidio. Pude notar que era un asunto que realmente afectaba su ánimo, aunque quedaba claro para mí que estaba totalmente fuera de su “jurisdicción” para impedirlo.
Es decir, si bien no tengo el recuerdo exacto de la charla de aquel día (enero de 2012), sí mantengo la temática de los mensajes. En ese sentido, ir a una actividad así para estar tomando fotos, sobre todo si son frecuentes, estaría siendo una especie de falta frente a la naturaleza por razones para las cuales ya no tengo una memoria certera, pero creo visualizar que había un asunto de divinidad involucrado. Por mi parte, me parece genial que cada persona pueda formar su propia cosmovisión sobre el mundo y los lugares en que está. Lo respeto totalmente. Sin embargo, me parece que no podemos asentar una crítica hacia los demás por algo en lo que, en principio, no necesariamente se comparte una fe, ni genera un daño en la práctica (y, si lo hace, es insignificante; recordar que hablamos de tomar fotos). Mientras él hablaba, yo sentí que me activaba un poco internamente y deseaba dar una respuesta en defensa de la sencilla acción de tomar fotos, pero decidí finalmente no hacerlo y dejarlo de lado. No tenía sentido hacerme anticuerpos tan solo en mi primer día. Al final, todo el mundo capturó las imágenes que deseó.
El camino siguió y, por medio de senderos y rocas, llegamos a nuestro espacio, el cual se conformaba por tres vías de escalada distribuidas en dos rocas. Mirándolas de frente, la roca de la derecha, la de menor tamaño, era la que tenía dos vías, izquierda y derecha. Esta última era la menos complicada, mientras que la que estaba a su lado incrementaba un poco su dificultad. No conozco la teoría de los niveles de dificultad en las vías de escalada, pero sé que hay distintos sistemas de gradación. La roca de la izquierda, en cambio, era mucho más grande y su dificultad, mayor. Detrás de estas rocas, subiendo un poco más, había otras con su propia complejidad también. Sin embargo, la vía para iniciar era la derecha de la roca derecha del lugar al que habíamos llegado, y quizás también su vía izquierda. Se mencionó por ahí que sus dificultades estaban en el rango de 4 más subgradaciones.
Tomó su tiempo el preparar el sistema de cuerdas para la práctica, y luego más tiempo para la oportunidad de cada uno. Habíamos recibido el equipo respectivo: arnés, casco y mosquetones. Como éramos un grupo numeroso, cada quien se apuntó a una vía distinta. Por mi parte, yo empecé en la izquierda de la roca en cuestión, de dos vías. Y, en definitiva, no me fue como esperaba. Al inicio, todo bien. Subía con relativa facilidad, hasta que alcancé una altura en que, luego de unos intentos para poder continuar, decidí que no estaba preparado para seguir avanzando, y bajé. Cada ascenso implicaba una pareja: la persona que escalaba y la que soltaba y/o aseguraba su cuerda desde abajo. La bajada era en rapel. Cuando intenté la vía derecha de la misma roca, alcancé una mayor altura respecto de mi intento anterior, pero nuevamente me quedé en el camino luego de haber subido sin mayor complicación.
En sí, a pesar de no tener ninguna experiencia en esto, no era ningún problema para mí avanzar mientras hubiera salientes claros dónde apoyarme. Sin embargo, cuando estos eran más difíciles de ubicar o de alcanzar, me desanimaba rápido y decidía que había fracasado. Y, no lo voy a negar, influía en mí el hecho estar siendo observado por un grupo de personas. Dejaba que ello afectara el nivel de paciencia que me hubiera gustado tener. Y el otro aspecto que no me facilitó el avance en las secciones que se me complicaron, fue la zapatilla que llevaba. Yo sé que es trillado “echarle la culpa” a un objeto, y no deseo que se piense que ello fue lo que principalmente me complicó, porque no es así. No obstante, es una verdad que, para la escalada en roca, existe lo que se conoce coloquialmente como “gatos”, un calzado especial para la actividad. Los gatos, aparte de su flexibilidad, tienen una forma específica en la terminación de los dedos, que facilita el apoyarse en los salientes diminutos que se encuentran en las rocas durante la escalada y brindan mayor seguridad en la pisada. Una zapatilla con una terminación gruesa, pensada para el trekking, podría no ser la mejor opción en estos casos. De todas maneras, si debiera escoger los elementos principales que me faltaron, fueron dos: paciencia y audacia, más que una carencia de experiencia.

Durante el día, hubo momentos de larga espera, en los cuales aprovechaba para tomar fotos, recorrer los alrededores, conversar con los compañeros y alimentarme. Desde ese primer día, empecé a soler llevar panes con pollo que mi hermosa madre me preparaba, aparte de bebidas hidratantes. El clima estuvo magnífico y el atardecer aún mejor. Justamente, por la tarde, llegó el momento de bajar. Tomamos unas fotos grupales y emprendimos camino abajo.
Una vez allí, todos llenos de tierra y sedientos, afortunadamente encontramos una tienda abierta y nos hidratamos. Asimismo, nos limpiamos un poco y cambiamos alguna ropa. Y no había una movilidad, así que, en la medida que íbamos caminando de salida por la pista, agarrábamos por grupos los taxis que nos alcanzaban en la ruta. Lo principal era llegar a la avenida Javier Prado y, desde allí, tomar el autobús a casa.
La primera experiencia había terminado. A pesar de mis fracasos del día, sentía satisfacción. La imagen de haber hecho lo que hice ese día era más importante que no haber completado las vías en la roca. Hasta incluso en el momento en que escribo estas líneas puedo revivir mentalmente la sensación de haber empezado algo nuevo, algo que había deseado por tanto tiempo. Algo que me llevó a romper mis propias ataduras y lanzarme a una experiencia de montaña que, finalmente, definió el resto de mi vida.
Tengo mucho para contar, así que iré poco a poco. Espero esto nunca acabe.
