Un día lluvioso… y qué día

Woody Allen es un director cuyas películas empecé a ver cuando Scarlett Johansson se había convertido en su musa. Y es que, del 2005 al 2009, fui muy seguidor de la trayectoria de la actriz e intentaba no perderme ninguno de sus trabajos de cine. Posteriormente, se mantuvo como alguien a quien siempre respeté y favorecí en mis opiniones. En definitiva, es una profesional diferente, de propio estilo, que no busca caer en el molde (está bien, está bien, excepto por Avengers), y me alegran bastante las dos nominaciones a los premios de la Academia que ha recibido para este año.

Con Scarlett, bajo la dirección de Allen, vi las tres: Match Point, Scoop y Vicky Cristina Barcelona. Además, ya sin ella, no me perdí De Roma con amor y, recientemente, Un día lluvioso en Nueva York, un filme en que me quedaré para esta entrada.

Si has visto películas de Woody Allen, debes haber notado la particularidad de la ambientación que genera. Siempre están las tomas de fotografía magníficas en lo que concierne a las locaciones, el humor negro y/o sarcástico que impregna el texto en general, el acompañamiento musical que, o bien genera un ambiente nostálgico, o bien le entrega un aire de cotidianeidad a los conflictos en la trama. Todo ello, principalmente, en lo que puede considerarse comedia o drama matizado con toques de comedia. El caso de Match Point es diferente. Allí, los personajes centrales son desarrollados desde sus mayores oscuridades.

No obstante, los elementos señalados están muy presentes en Un día lluvioso en Nueva York. En este filme, que pude ver un par de veces en las salas de cine, básicamente, la historia central se desenvuelve a lo largo de un día en un viaje, justamente, a Nueva York. El día, de por sí, se explaya en un suceso de eventos inesperados que conducen a diversos encuentros y decepciones, pero también a nuevos descubrimientos y entendimientos, todo bajo el marco de una lluvia que inicia pasando el mediodía y no se detiene más.

De Nueva York, pero proveniente de la Universidad de Yardley (Yardley College, ficticia), Gatsby (Timothée Chalamet) había planeado el día en dicha ciudad, que conocía bien, para recorrer distintos puntos con su novia, Ashleigh (Elle Fanning), aprovechando la entrevista que se le había concedido a ella por un conocido e importante director de cine experimental, Roland Pollard (Liev Schreiber). Para Ashleigh, en cambio, iba a ser una primera vez en Nueva York.

Lastimosamente (o quizás afortunadamente), una situación llevó a otra, y ambos nunca llegaron realmente a juntarse, al menos, durante el periodo más relevante del día. En su fastidio y divagación, Gatsby se reencuentra con la hermana menor de una ex novia, Shannon (Selena Gómez), con quien termina de formar un vínculo luego de un segundo encuentro casual, en un taxi; un vínculo a partir del cual se van revelando algunas verdades personales y se genera un sentimiento restringido, ya que ella tiene otra cita y él debe seguir “buscando” a su enamorada. Por su parte, Ashleigh siguió en lo suyo, nunca honestamente comprometida con la relación, saltando de una oportunidad a otra de vivir experiencias que, en principio, no se esperó, pero que se convirtieron instantáneamente en su prioridad. Todas en el mundo del cine tras bambalinas.

Cuando Gatsby y Ashleigh pudieron finalmente tener el espacio de pasear y conversar tranquilamente, ya al día siguiente, nuevas “realidades” llegaron de súbito a la mente del primero, una cuestión inconscientemente impulsada por una conversación que tuvo con su madre el día anterior, a quien inicialmente quería evitar para no ser invitado a una reunión familiar importante -y verse, por consiguiente, obligado a asistir-; una conversación que desató nudos que por mucho tiempo había tenido presentes. Decide cambiar de rumbo y quedarse en Nueva York, por lo que se despide repentinamente de Ashleigh. Ella, que en ese momento no entendía nada de dicha reacción, tuvo que continuar su camino, no sin antes, en su última línea de guion, dejar a entrever su insustancialidad individualista. De una manera que queda graciosa, por cierto. Trabajo de director.

En la película, Nueva York es presentada de forma mágica. Aquella lluvia y la música que acompaña -que quizás sea una que podría imaginarse si se fuera parte del mundo de la historia contada- evocan un romanticismo nostálgico. Una base de color en el lienzo que es pintada con maestría por Allen, quien verdaderamente se luce en los detalles de su magnífico guion. Asimismo, como una percepción adicional, no me extrañaría que llegaran otros trabajos con Fanning: por su manera de resaltarla, daría la impresión de que, al menos aquí, junto con una Nueva York bajo la lluvia, se ha vuelto su nueva musa.

Quizás algún día pise esa ciudad. Quizás, si llega a pasar, pueda vivirla como en el filme, o tal vez ello solo quede en una fotografía. De una forma u otra, dependerá de cómo yo la vea y la sienta.


Afiche de portada descargado de Filmaffinity.


Tráiler

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