Habiendo presentado mi opinión sobre El rey Lear en esta otra publicación (en particular, sobre el rey mismo), cabe ahora añadir una extensión. Un libro al que seguramente me verán haciendo más de una referencia en este blog es Todo lo sólido se desvanece en el aire, de Marshall Berman, donde trata el proceso histórico de la modernidad y su influencia sobre la persona de a pie. Al respecto, Berman hace una serie de enlaces a grandes obras literarias, las cuales acompaña de profundos análisis en cuanto a la significancia que dichas obras proyectan sobre la época en que fueron escritas. Asimismo, hay analogías que emplea para dar a entender el proceso intrínseco de la persona enfrentada, como parte de su vida, al avance de la modernización.
Una de las analogías corresponde, justamente, a la historia del rey Lear; en específico, cuando le toca caer en desgracia como resultado de sus malas decisiones, su infantilismo, su orgullo desmedido y su elevada fragilidad emocional. Lear, el «imponente rey», termina yaciendo en una cabaña abandonada en andrajos, despojado de toda su preponderancia, liberado a su suerte en una tormenta interminable junto con algunos otros que lo acompañan en las mismas condiciones; protegiéndose todos, de alguna manera, de las inclemencias, más que del clima, de la vida que llevan a cuestas, rasgada ya sea por la traición y la mentira y, en el caso de Lear, la impulsividad y la inmadurez.
Es allí cuando Lear se percibe desnudo y puede ver, a su avanzada edad, lo que nunca había podido, ni se había interesado por, ver en su vida: la vida de otras personas, valga la redundancia. Es decir, el ponerse en los zapatos del otro. Y lo hace a través de experimentar el padecimiento de quienes deben vivir con la sensación de carencia en su día a día, una carencia que él mismo está sintiendo en ese momento. Recién allí, a Lear le llega la madurez, aunque una llegada sumamente tardía. Recién allí, percibe que hay un más allá de su propia nariz y su propia presencia. Cito sus palabras:
¡Pobres y miserables desnudos, dondequiera que os halléis, que aguantáis la descarga de esta despiadada tempestad!, ¿cómo os defenderéis de un temporal semejante, con vuestras cabezas sin abrigo, vuestros estómagos sin alimento y vuestros andrajos llenos de agujeros y aberturas? ¡Oh, cuán poco me había preocupado de ellos! Pompa, acepta esta medicina; exponte a sentir lo que sienten los desgraciados, para que puedas verter sobre ellos lo superfluo y mostrar a los cielos más justos.
Lear en El rey Lear, por William Shakespeare.
Tal despertar podría ser sobrecogedor para algunos. No obstante, encuentro injustificable lo tardía de su reacción e, incluso, si proyectara a Lear hasta nuestros días como un posible «modelo» de gobernante, se tendría que debilitar mi fe en cuanto al futuro de la humanidad; es decir, por la existencia de líderes globales, en general, tanto desde el ámbito público como privado, que fueran incapaces de mirar más allá de su propia sombra (en realidad, siempre han existido; Trump es un buen ejemplo de nuestros días), frente a lo que solo quedaría estimar un cambio cero en temas como, por ejemplo, los medioambientales y socioeconómicos. Es por eso que me presento en contra de la existencia de «reyes Leares» en el mundo, y sé que hay muchos luchando en contra de eso.
Volviendo a la analogía de Berman, esta pasa por señalar que, la experiencia del hombre despojado de todo lo que antes tenía, y que se descubre desnudo a sí mismo en una intemperie que lo acecha de manera impersonal, cayendo fuera de toda zona de confort, es la experiencia del hombre moderno, el cual pasa a verse inmerso en una vorágine de flujo que lo puede absorber si no se sigue moviendo al compás de la corriente.
Una imagen como esta se expresa rotunda en otra cita de Lear, dirigida a Edgardo -hijo del Conde de Gloster y también caído en desgracia por la traición de su hermano bastardo-, a quien intenta consolar:
Vamos, más te valiera estar en la tumba que tener que afrontar este rigor de los cielos con el cuerpo desnudo. ¿No es más que esto el hombre? Considerémoslo bien. Tú no le debes seda al gusano, ni a la bestia la piel, ni a la oveja la lana, ni al almizcle su perfume. ¡Ah! Aquí hay tres de nosotros que están mixtificados. Tú eres el ser humano mismo. El hombre, sin las comodidades de la civilización, no es más que un pobre animal desnudo y ahorcado, como tú. (Quitándose a jirones las vestiduras.) ¡Fuera, fuera, prestados! Vamos, desabotonémonos aquí.
Lear en El rey Lear, por William Shakespeare.
Se trata, finalmente, de retar a la realidad como esta se presente, como se reciba, a partir de aquel «flujo constante» que es la modernidad. Es el decir, «despojémonos de todo, entonces, y volvamos a ser», y también «redefinamos nuestro concepto de persona si no queda más alternativa». Lamentablemente, se le hizo muy tarde a Lear para entender lo que era verdaderamente importante.
Las citas son del libro Obras completas de William Shakespeare, editado por Aguilar, 1967, decimoquinta edición, primera versión íntegra del inglés.