Por mucho tiempo, la dejé pasar mientras estuvo en cartelera. Por lo general, la ciencia ficción sobre viajes al espacio no es una prioridad en mis elecciones de filme, pero, casi siempre que lo he hecho, he disfrutado. Por otra parte, Brad Pitt siempre me ha parecido un actor sumamente interesante por la tranquilidad con la que se desenvuelve; él no necesita hacer grandes gestos para dejar entrever sus emociones y no busca ser el centro de atención aunque le toque ser un personaje principal.
Ad Astra tiene una cualidad maravillosa: la perfecta sintonía entre la historia y la introspección del personaje central, el mayor Roy McBride. Su vida está plenamente marcada por la ausencia de su padre, Clifford McBride, considerado el mejor astronauta de la historia y una leyenda. En el entorno de la película, dejó a su hijo hace 16 años y fue dado por muerto en una misión a Neptuno para buscar vida inteligente junto a su tripulación, pero hay asuntos que recién se conocieron después.
Hay un cuestionamiento constante por parte de Roy sobre la realidad del mundo que le ha tocado vivir, y un reconocimiento de cómo ello afecta a su persona. Se incluye una crítica a la estandarización que impone el mundo occidental, en el estilo de los EE. UU., y también una crítica a la idiosincrasia del ser humano en cuanto a la guerra por recursos, por tener más, por quitarle a otros.
La partida del padre dejó un gran vacío en él, un vacío que se consolida, paradójicamente, como la fuente de la inmensa capacidad para el control de sus emociones en cualquier situación. No obstante, en tierra, repite los errores del padre a su manera: inmerso en su continua introspección frente a respuestas que no halla y su trabajo -de alto nivel, valga decir-, termina afectando a su propia familia, volviéndose involuntariamente indiferente a ella. Es decir, sin desearlo, su familia acababa perdiendo prioridad frente a otros aspectos.
Por su parte, se volvía imperativo que, primero, pudiera encarar y encontrar una salida a su conflicto interno familiar, el cual, aunque no lo admitiera, había quedado pendiente. Y no fue sino hasta después de un accidente en una base especial a la que se le estaba dando mantenimiento, causado por los cortocircuitos imparables que generó una serie de ráfagas de energía provenientes de lugares lejanos en el universo, un accidente al cual sobrevivió, que se le presentó la oportunidad -si se le puede llamar así-, aunque una que abarcaba una posibilidad perversa, de encarar aquel pasado al cual había considerado enterrado (o, quizás, no inconscientemente).
Ad Astra te lleva a distintos lugares de la espiritualidad inherente a la meditación humana, y cómo esta potencia la psicología de uno mismo en la dirección del propio pensamiento y comportamiento frente a lo que debemos realizar, cómo responder y/o reaccionar, y lo que deseamos alcanzar.
Trabajo fino.
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