Everest (el amigo abominable)

Hay elementos a nuestro alrededor que tienen la capacidad de conectar con nuestras emociones a tal punto que algo se estruja en nosotros al captarlos en un momento determinado de nuestras vidas, y nos provoca esa pulsión de lágrimas que intentamos contener. No pasa con todos los elementos, ni tampoco con los mismos elementos en cualquier momento, y ni tampoco podemos predecirlo. Es por ello que dichos momentos se hacen mágicos.

No acostumbro ver películas animadas, pero el tráiler de Un amigo abominable, en definitiva, captó mi atención y me condujo a desear verla. Unas semanas antes de hacerlo, había ido a la nueva versión de El Rey León, una espina que pude sacarme desde niño. No obstante, el filme que comento ahora resultó épico para mi experiencia cinéfila.

Como creo que en toda película animada, hay una gran aventura implicada. Y esta aventura, particularmente, se relaciona con un «elemento» que hace conexión directa con mis sentimientos: Everest. Es el camino hacia. Pero también la ternura desplegada por el personaje principal, el «amigo abominable», a quien en la historia su amiga, la joven que lo encontró, lo llamó como la montaña más alta del mundo al descubrir que la criatura sentía una afinidad marcada hacia una imagen de dicho monte. Es el volver a mirar el mundo con ojos de niño y reforzar el sentimiento de que aquel sigue siendo asombroso y puede exceder todas nuestras expectativas.

Entonces, es el momento de volver a casa, pero alto: hay un sinfín de obstáculos en el camino, intensificados por la persecución de un explorador de seres extraordinarios (y, en su juventud, ávido escalador) para recapturar, dar a estudiar y exhibir la criatura en eventos de ciencia y, así, seguir incrementando su popularidad y dinero. A la vez, alguien engañado por su asistenta científica, quien solo actuaba para sus propios fines.

Un camino de descubrimiento para todos los implicados, en especial para la joven, su hermano, su primo y la criatura, que terminan embarcados en un viaje que marcará sus vidas para siempre. Una hermosa película, muy bien lograda en cuanto a imagen y paisaje (ambientada en China, una novedad, dejando de lado a los trillados E.E. U.U.); la temática familiar y las huellas que dejan las experiencias difíciles; el uso de la música y su conexión con la espiritualidad; y el resalte de la magia de la naturaleza, a partir de la cual la criatura termina siendo una representación, en el plano de la fantasía, de su propia vida, cuya existencia enriquece la nuestra en todo sentido, una vida que clama por protección.

Quizás, algún día, yo también pueda ir camino al Everest.


Las imágenes de esta entrada fueron tomadas del sitio web de DreamWorks (consulta: 19/11/2019).

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