El 11 de diciembre de 2017 invité a mi madre al Concierto de Gala Lírica de la Orquesta Sinfónica de la Pontificia Universidad Católica del Perú (OSPUCP), en celebración por sus 100 años de fundada. Ciertamente, el centenario se cumplía el 24 de marzo de aquel año, pero en realidad todo este estuvo marcado de celebración, al menos según lo que se había programado desde antes.
Y lo digo porque un suceso muy grande marcó no solo el año de la universidad, sino el de todo el país. Particularmente, pienso que no hubo mayor celebración, para una universidad del calibre de la PUCP, que la de movilizar, organizadamente, a miles de voluntarios y voluntarias, sus estudiantes, a dar el soporte logístico y psicosocial, en coordinación con otras instituciones, como el Ministerio del Interior, a las zonas más afectadas del departamento de Lima por la ola de huaycos que devastaron zonas de diversos distritos; un desastre que no solo afectó Lima, sino aún más hacia el norte, siendo el departamento de Piura uno de los más afectados.
Tal fue la magnitud, que la propia fuerza aérea estuvo ofreciendo, por un periodo de tiempo y de forma gratuita, viajes no solo para trasladar a personas fuera de los departamentos afectados, sino también hacia estos, ya que hay gente que, al encontrarse en otros departamentos cuando empezaron los acontecimientos, necesitaba regresar. Por su parte, la PUCP también dio soporte institucional, desde la Dirección Académica de Responsabilidad Social (DARS), a otras organizaciones, incluyendo el Ministerio de Salud, para la entrega de apoyo estructurado a las zonas más lejanas afectadas, como en Piura, por ejemplo.
En el año de su centenario, la PUCP se erige como el bastión que es para el país desde su accionar constante desde distintos ámbitos. De manera decidida, a pesar de toda la logística previa preparada con bastante anticipación para el año en cuestión, la PUCP supo colocar su mente y esfuerzo, dentro de los límites que supone su misión, en el aporte a la solución del serio problema que estuvo viviendo Lima y la costa norte del Perú por los huaycos, donde incluso muchos distritos, sin importar clase socio-económica, se vieron afectados por continuos y largos cortes de agua.
En medio de este escollo, cabe mencionar que, desacertadamente, la PUCP recibió mucha crítica de alumnos y alumnas porque las clases y el acceso a la universidad tuvieron que ser suspendidos por un periodo de dos o tres semanas, una crítica que la tildaba de austera y egoísta, ya que, aparentemente, muchas personas (sobre todo estudiantes) deseaban emplear el agua de sus reservas para su beneficio propio en los periodos de escasez, como si la propia universidad, como institución, no necesitara de dicho elemento por diversos motivos. Por ejemplo, la alimentación de los animales que alberga y los propios procesos de limpieza e higiene.
Es decir, en mi opinión personal, esa crítica caía en un absurdo, ya que no era obligación ni responsabilidad de la PUCP el abrir sus puertas para actuar mesiánicamente en la «salvación» de sus estudiantes, muchxs de los cuales, en un contexto como aquel, podrían no venir a por el agua únicamente en representación de ellos y ellas, sino también en soporte de sus familias, lo cual habría supuesto una sobrecarga sobre el uso del recurso. Asimismo, esta dinámica habría significado una tremenda disparidad entre estxs estudiantes en relación con otras personas que no tendrían acceso libre a la universidad, por no formar parte de ella. De la misma manera, la no suspensión de clases habría colocado en una situación totalmente inequitativa a quienes podían tener mayores dificultades para seguir asistiendo a ellas mientras el problema siguiera palpablemente vigente.
No confundamos: se trata de una universidad de prestigio internacional que acoge el libre pensamiento, pero esto no incluye necesariamente el libre albedrío de las personas que pueden hacer uso de sus servicios. Es decir, hay políticas y normas establecidas, como en toda institución; no es un campo abierto sin regulación. No confundamos la postura de la promoción del libre pensamiento desde su fundación católica, que incluye la libertad de expresión, con el ser libre (o libertino, mejor) de hacer lo que a uno o una le venga en gana, ya que hay asuntos -como dichas políticas y normas- que hay que pensar, entender y respetar, y ubicar dentro del contexto que corresponden. Esa es la mirada que ofrezco.
Volviendo al concierto…
El programa fue el siguiente:
El folleto del programa incluye una interesante reseña breve de la historia que rodea a cada una de estas piezas musicales, así como fotos de los ensayos y otras presentaciones de la orquesta. Aquí, algunas imágenes:
Cabe decir que no es la primera vez que he visto a la OSPUCP en acción. La vez anterior fue el 2015, 16 de julio, en su Concierto de Invierno. Aquella vez, la presentación fue en el auditorio del colegio Santa Úrsula. El programa fue el siguiente:
Les dejo algunas fotos del folleto de aquella vez, evento al que también asistí con mi madre. Fue una gran noche de música clásica y, además, un concierto que disfruté más, sobre todo por la interpretación completa de la primera sinfonía de Beethoven, de quien fueron todas las piezas presentadas. Él añade lo que podría llamar una bella complejidad a sus composiciones, las cuales suelen terminar decantándose por la luz e inspirando la paz interna, las cuales llegan luego de la tragedia o de momentos difíciles representados musicalmente, cada sección siempre con gran intensidad, donde la gloria es el límite.
No obstante, la primera vez que vi a la OSPUCP -que se conforma, según tengo entendido, de estudiantes, egresadxs y profesorxs, y profesionales invitados según la ocasión- fue en la Fiesta de la Luz del año 2014. La Fiesta de la Luz es un evento que se lleva a cabo todos los años al finalizar el año académico. En este evento, se celebra una misa de cierre donde cada homilía presenta una reflexión importante sobre la situación que vive el país en dicho momento y cómo se enfoca nuestra responsabilidad (la universidad como institución y oyentes) desde el cristianismo. Esta misa, abierta a la familia, es acompañada de fantástica música coral y, a su finalización, se pasa a una actividad festivo-cultural que varía cada vez. Aquel 2014, se trató de un concierto de la OSPUCP al aire libre con clásicos de la música sinfónica, y siguió con los amplios fuegos artificiales que colmaron el cielo.
Para cerrar, se hizo un brindis en donde se sirvió un trago a base de uva sin alcohol y, también, chocolate caliente. A esta última parte, sin embargo, ya no me quedé. Tan solo, emprendí camino a casa. Siempre recordaré aquel año como uno de los más difíciles que viví, pero en donde empecé a definir quién quería ser en vida y cómo quería vivir. la PUCP, mi alma máter, siempre estuvo allí para inspirarme en buscar ser, de manera continua, la mejor versión de mí mismo.
Gracias, PUCP.
Disculpar la baja calidad de las fotos finales.