La primera vez que escribí para esta categoría del blog, llamada (actualmente) Sobre puestas en escena y en papel, fue para hablar de la obra teatral Fausto presentada en el Teatro La Plaza hace unos años, y donde también expresé toda mi admiración por la actriz Vania Accinelli, intérprete de Margarita.
Unos años después, Fausto regresó a las tablas, esta vez, del Gran Teatro Nacional, siempre imponente desde toda su magnificencia. En esta ocasión, se trató de una ópera, la cual recibió el siguiente nombre:
FAUSTO
de Charles Gounod
en la visión de José Tola

Quizás se estén preguntando quién es José Tola. Pues, si no han pasado por alto las dos imágenes que ya he colocado, donde se muestran esas pinturas tan expresivamente abstractas (o abstractamente expresivas…), podrán, seguramente, concluir que su autor ha sido el personaje mencionado. A continuación, comparto la reseña publicada en el folleto de la obra (al igual que todas las imágenes que adjunto a este escrito):

Así las cosas, este Fausto de Goethe, en lo personal, será mi propio pacto con el Diablo, tanto para alcanzar mis propósitos estéticos, como para conseguir la pasión amorosa de Marguerite.
José Tola, 2017

Cabe resaltar, de la misma manera, las palabras de presentación por parte del Ministerio de Cultura (2017):
El virtuosismo artístico de Tola hace posible abrir una nueva perspectiva sobre un clásico que, finalmente, siempre estuvo poblado de monstruos. Los dilemas del Dr. Fausto y sus demonios internos son una expresión clásica de ansiedades inmemoriales en torno al amor, la virtud y la relación entre el saber y el placer. Todas estas características están presentes en la producción de Tola; pero son tal vez la truculencia, la intensidad y el humor negro de su obra los atributos que le darán a esta producción un perfil realmente distinto y refrescante en cuanto a la puesta en escena, confiada en esta ocasión al regista venezolano Víctor García Sierra.
Por su parte, el propio Víctor García Sierra (2017), director de escena, expresa lo siguiente:
Algunos pueden pensar que es muy osado y exagerado pero para mí es genial, lograr combinar contrastes tan fuertes de colores y formas, y que a su vez resulte un impacto armonioso. Mostrar esa parte oscura del ser humano, ese toque de maldad o de locura, que muy probablemente existe en cada uno de nosotros. Son pocos los que logran ver más allá de lo obvio. El maestro José Tola me da la oportunidad de mezclar su intensa gama de colores y formas con los colores de la música de Charles Gounod en perfecta combinación con el texto de un libro maravilloso que tardó toda una vida en escribir Goethe y de esta manera pintar con la música el bien, el mal, el amor y la fe, elementos que encontraremos en el transcurso de Fausto.
Por mi parte, sin duda, disfruté plenamente todo lo que recibí de la puesta en escena. Lamentablemente, llegué tarde al teatro por un descuido con la hora de inicio. (La obra empezaba, la fecha seleccionada, 15 minutos después de que finalizara mi horario laboral en un lugar lejano respecto de donde se presentaba. Ese día, al parecer, por programación planificada, se colocó el inicio a las 6 p. m., dos horas antes de lo que es usual en día de semana, las 8 p. m., ya que la Selección Peruana de Fútbol tenía un partido importante por eliminatorias mundialistas, y aquella hora estaba expresada en mi entrada, lo cual no noté ni cuando la compré. Fui descuidado; podría haber seleccionado una fecha diferente en una hora más adecuada para mí.)
Llegué al tercer acto de cinco, y me ubiqué rápidamente en el momento de la historia, que ya conocía. Fausto y Margarita se encontraban en los momentos preliminares de su fatídico amorío, siempre bajo la atenta y oscura mirada del espectral Mefistófeles. De allí en adelante, pude vivir, una vez más, una de las obras cumbre de la literatura mundial en un escenario, cuya versión fue plenamente impactante por cómo se conjugaba el color y la abstracción «insana» de José Tola con lo que estaba siendo representado, no solo en cuanto a los ambientes, sino también en vestuario y, principalmente, la fuerza que agregaba a los sentimientos y sensaciones desde lo palpable, lo inmaterial y lo oculto.
Por el lado de la puesta musical, siempre es un deleite verse sumergido en toda la fantasía que genera la música sinfónica interpretada en vivo y las voces cantadas en ópera. Te ves transportado a lugares de la mente que la vida cotidiana en la ciudad suele llenar de moho, pero que luego se ven purificadas, con lo que vuelves a creer que un mundo mejor, pintado de la tan ansiada cultura en todos sus aspectos, puede ser real. Es allí que pronuncias, con los labios cerrados y la mente calma, «la lucha continúa». Eso fue Fausto para mí ese día, siempre dejándome con un deseo de superación muy grande.
De las tres performances principales, diré que Hernán Iturralde, bajo-barítono, y Svetla Krasteva, soprano -Mefistófeles y Margarita respectivamente-, fueron las de mayor preponderancia. Él, en la transmisión de lo más hondo que puede provenir del abismo, y ella, en lo más puro y dulce que puede llegar del cielo. Aquel día, él se llevó los mayores aplausos, y lo lamenté, ya que ella también los merecía al ese nivel. El ciudadano peruano es tan difícil a veces.

Créditos y reparto
Es hora de continuar con el conocimiento del mundo, adentrarme en toda su oscuridad y, luego, volver a surgir. Enfrentaré el riesgo, no obstante, de ya no poder salir; pero no mermará mi sed, jamás, de seguir con aquello que quiero conseguir, aunque ello ni siquiera esté plenamente definido. Abstracto, muy abstracto, como un José Tola. Hasta pronto.
Título de la pintura que aparece en la foto de portada: Ve y díselo que no quiero oír mi voz.
Las negritas en las citas son mías.
