A pesar de manejar desde antes estas ideas, llegué a verme abrumado con toda la data en constante e irrefrenable acumulación de Facebook, así como la eterna sensación de tener que publicar algo y dejar ‘me gusta’ por aquí y por allá, para dar la impresión de que sigo existiendo. Llegué a ver el inmenso absurdo de todo esto. Por ello, al igual como hice en abril de 2017 para apoyarme a mí mismo a recuperarme de un remedo de amistad que tuve, si se le puede llamar así, con alguien a quien quise mucho y cuya forma de ser me afectó bastante, hace no mucho tiempo volví a hacer lo siguiente, aunque por un periodo de tiempo más corto: desactivar mi cuenta. Esta vez, lo hice, en primer lugar, por descanso -la sensación de desconexión es magnífica-, pero también, en respuesta a mi previa percepción del absurdo, el deseo de realizar cambios radicales en mi manera de usar aquella red. Como lo mencioné anteriormente, no es una opción desaprovechar la importante fuente de información que representa, ni la posibilidad de contactarme con personas según las oportunidades que se presenten para realizar actividades (reales) en conjunto. En pocas palabras, no tengo por qué someterme a una dinámica que no favorece mi vida. En este punto, no tendré reparos en decir que primero estoy yo.
Es así que, durante el tiempo de desconexión, creé una segunda cuenta donde no pienso agregar a ningún contacto: es solo con fines informativos y como contingencia. Luego, dejé esta cuenta en stand by (no la he desactivado) y activé la principal, donde borré una cantidad marcada de imágenes y videos y eliminé a más de 200 contactos, entre gente que conocía y otra que no sabía quién rayos era. De la misma manera, en cuanto a publicar, mis dinámicas las he variado también, detalles que no planeo escribir aquí porque son irrelevantes. Y el punto central es que estas dinámicas están basadas en la espontaneidad: nada de procedimientos (¿te ha pasado ese pensamiento en que dices: «Si publiqué esto aquella vez, entonces ahora, por similitud -o mal llamada coherencia-, debo publicar esto otro ahora», o situaciones por el estilo?). Esto es un juego, al fin y al cabo.
Ahora, espero que no me malinterpretes: por supuesto que disfruto de una buena conversación, especialmente si es con una persona cercana, pero no es ni será la prioridad para mi uso de Facebook. Y si eres alguien que me conoce y esta declaración te causa alguna molestia, no puedo culparte, pero tampoco podría apenarme, ya que estarías valorando mi persona desde las prioridades que yo tendría para usar una red social. Es decir, pensaría, desde mi lado, que una conversación podríamos tenerla por cualquier medio, y mejor si es en persona. Para mí, tu molestia equivaldría a que te molestaras porque quisiera usar pantalones de un color determinado, o porque no nos pondríamos de acuerdo en qué almorzar. Es como si me consideraras egoísta o soberbio por no tener un enfoque como el tuyo. Si me juzgaras por mis prioridades de uso de una red social, quizás realmente no te importaría mi amistad y tan solo la estarías usando para alguna conveniencia.
Como lo expresé al inicio de esta trilogía, iba a exagerar. O quizás no. Por supuesto, y no hay duda alguna, no todas las personas encajan dentro de las líneas de pensamiento que he desarrollado. Es decir, cada quien tiene sus propios motivos y prioridades en el uso de una red social, y son válidos (o, al menos, eso se esperaría). Sin embargo, si me la pasara haciendo excepciones todo el tiempo, o pensando en excepciones, generaría mucha distracción y el mensaje principal no podría ser transmitido.
Hasta aquí lo dicho. Estuve desconectado del Instagram también, aunque no hice desactivación ya que no tenía idea de cómo hacerlo (no se puede, ¿verdad?). Un buen tiempo atrás, ya bastante, eliminé mi cuenta de Twitter, pero en ese caso sí fue definitivo. La verdad es que no me generaba ninguna atracción y me resultaba absolutamente inútil.
Lo que sí mantendré de forma permanente, en la medida que me sea posible, será este blog. No solo amo escribir y encuentro mucha paz y tranquilidad en este medio, sino que moverse entre blogs tiene mucha más sustancia que hacerlo en mucho del contenido que se muestra en las redes que he venido mencionando. Y sí, no voy a negar de que en un blog puedes activar y desactivar el mecanismo de ‘me gusta’ o ‘deja un comentario’, o ‘seguir’, pero la experiencia es totalmente distinta. ¡Por supuesto que escribo para que pueda ser leído! ¡Es la idea! Si no, lo dejaría todo en hojitas de papel.
En un blog, la dinámica es diferente, vale decir. Tienes un espacio para escribir y otro para leer, y no te ves bombardeado por datos en flujo constante. Asimismo, no te sientes presionado a escribir algo: escribir se dará de manera natural si es tu pasión. Además, por lo general, andas entre blogueros y blogueras que cuentan las más variadas historias y de las cuales puedes aprender bastante; quien entra a este mundo es porque tiene algo que expresar y tiene la convicción de escribir. Aquí, no se siente el avasallamiento de la modernidad: los blogs, en realidad, son focos de resistencia frente a la modernidad devastadora. Es como salir a pasear al campo, a la montaña, a la playa, fuera y libre de todo bullicio.
Así estamos. Gracias por tu lectura. No te imaginas cuánto la aprecio.
Saludos.