El trek posterior a la vuelta al Rajuntay, y previo al viaje a Arequipa, fue el ascenso a la laguna Huangro, organizado por la Red de Montañistas de Lima. Para esta ruta, se descansa en el distrito de San Mateo la noche previa y, el día del trek, se va con transporte privado desde muy temprano al pueblo de San José de Parac, a partir de donde se inicia la caminata hasta esta oscura laguna que tiene una altura de alrededor de 5000 m s. n. m. De manera opcional, una vez llegado a la laguna, y dependiendo de la hora, se puede subir a la cumbre del cerro Cascacocha, a 5300 m s. n. m. aproximadamente.
La caminata inició cuando en el cielo aún reinaba un rampante azul oscuro. Al bajar del transporte, sabías que te esperaba un largo día. Hay un primer tramo hasta llegar a una loma, la de la foto adyacente, donde se tomó el primer descanso y se dio unas indicaciones a las y los viajeros para lo que venía. Allí, ya había empezado a aclarar. Y lo que vino fue, ciertamente, intenso.
Aún seguía teniendo molestias en el tobillo derecho de la (tonta) lesión que había sufrido; sin embargo, cada vez era menos. Confiaba en que mi tobillo llegaría a recuperarse totalmente. Recuerdo un momento en que pensaba específicamente en ello, ya con el esplendoroso sol en el cielo y en plena subida. Sentía molestias, pero muy pequeñas y esporádicas mientras seguía subiendo. Intentaba probar en qué posiciones se sentían y en cuáles no.
Venía haciendo ya algunos treks después de la lesión, de los cuales este sería el más fuerte. No obstante, ya no tengo el recuerdo de que seguí sintiendo las molestias. Allí, aprendí algo muy importante que debo obligarme a recordar a mí mismo en la actualidad, ya que atravieso la recuperación de una lesión en la rótula izquierda que fue más fuerte: la terapia física no te deja al 100 por ciento; lo que hace es dejarte operativo, o con cierto nivel de operatividad. El 100 por ciento lo alcanzas cuando retornas a tu actividad de manera constante, de manera que refuerzas nuevamente, y poderosamente, los músculos que habían sufrido un debilitamiento. Nunca más me molestó ese problema. Sí diré que hubo rezagos en la subida a Chachani, pero solo serían eso, rezagos, aunque en dicho ascenso fallido, por mi debilidad general en ese momento, tuvo cierto peso.

Retornando a la historia de Huangro, un detalle particular fue que probé llevar una chompa que no debí, la cual, si bien proporcionaba buen abrigo (quizá demasiado para los momentos de mayor calor), era (es) una de mis chompas favoritas que usaba para ciudad. Llevarla a la montaña condujo al riesgo de dañar su tejido. (Sin duda, algunas medidas del cuello se extendieron luego de esa fecha.) Aquel día, además, estaba sin lentes de contacto para usar, no recuerdo el porqué, así que tuve que llevar mis lentes de montura, de poca anchura. Creo que era la primera vez que iba a la montaña con lentes de montura, y me resultó incómodo. Sin embargo, las cosas cambiarían a futuro, como contaré en otra publicación.
La gente fue llegando hasta un punto de reunión. Yo no estaba con el físico que habría deseado tener, pero allí me encontraba, empujando hacia arriba siempre. Aquella vez también participó mi buen amigo Shengxiang, quien estaba muy activo en el trekking por esas épocas. Las y los caminantes se encontraban ya dispersos, algunos bastante más adelante y otros bastante más atrás.
Luego de la intensa e imparable subida, en la cual fui dejando a varias personas atrás, continuaba un cruce transversal hacia la derecha por un remedo de sendero donde algunos tuvieron algún percance al pasar, sobre todo al retorno, como yo. Y es que el cansancio muestra su influencia, sobre todo en las partes que presentan un grado más alto de tecnicidad y requieren mayor concentración. (Y bueno, a tu derecha en la ida, izquierda en el retorno, tienes una caída cuesta abajo sin ningún «obstáculo» que te pueda detener si estás en plan «sand-boarding«.)
Aún faltaba camino por recorrer.