Ha sido una larga jornada, sin duda. A pesar de que la presencia exigida tiene una frecuencia determinada —y que, viéndola desde la perspectiva de un semestre académico completo, o un año académico, semeja reducida—, ciertamente, hay mucha vivencia y experiencia que se obtiene de realizar esta labor.
He sido Jefe de Práctica del curso Investigación Operativa 2 del cuarto año del plan de estudios de Ingeniería Industrial de mi universidad, la Pontificia Universidad Católica del Perú, desde el semestre académico 2013-2; en un principio, de sus prácticas de laboratorio y, en este último año 2017, además, de sus prácticas escritas (en aula tradicional), lo cual incluye, también, presencia en los exámenes.
La he pasado bien, no diré que no. Interactuar con los alumnos y alumnas en el proceso de contribuir a su educación ha sido una experiencia sumamente gratificante. Este puesto de trabajo implica guiar y asesorar, dictar en determinadas ocasiones y calificar, así como supervisar que todo se lleve a cabo según las disposiciones de la Facultad. Un o una JP debe estar presente en las fechas que indica el calendario académico del semestre y marcar su asistencia. Sin embargo, cuando corresponde calificar, si bien hay plazos para entregar las notas, cada quien maneja sus tiempos.
He intentado siempre dar lo mejor de mí en esta labor, aunque haya cometido algunos tristes errores en mi primer semestre, cuando realicé una o dos asesorías incorrectas a dos estudiantes en una práctica. No tuve claro el ejercicio por resolver. Una alumna me aborreció y publicó algo sobre mí en alguna cuenta de Facebook de joda, pero nunca vi la publicación ni me interesa conocerla. Aun así, a pesar de dichos errores —los cuales me hicieron sentir muy mal—, aunque no sea una excusa, mantengo la conciencia de que no dejé de realizar mi mejor esfuerzo por entregar la mejor guía a cada alumno y alumna que me tocó atender. Si yo no era el mejor para resolver una consulta, traía a otro u otra JP o iba y hacía la consulta antes de regresar al alumno o alumna, y lo mismo sucedía con otros u otras JP, quienes se acercaban a mí a consultarme. Dicen que dos o más cerebros piensan mejor que uno: puedo asegurar que es totalmente cierto, y se aprende mucho en el camino, no solo sobre el curso y el trabajo en equipo, sino sobre lo que las y los alumnos esperan de la enseñanza y el aprendizaje.
Asimismo, siempre dediqué tiempo para escribir todas las anotaciones necesarias en las prácticas que califiqué, para que el o la estudiante sepa en qué falló, a excepción de la última práctica que, tan solo hace algunas horas, terminé de corregir, que fue tipo c (para la casa). Aquí, en coordinación con el profesor, realicé un resumen muy breve de comentarios por estudiante y le entregué el archivo con el fin de que, si existiese algún reclamo, esté al tanto de por qué puse una nota u otra.
Y, ahora que lo menciono, agradezco también a este profesor, el ingeniero Wilmer Atoche, quien me acogió como uno de sus JP desde aquella vez, y con quien me he mantenido trabajando hasta ahora. Sin embargo, llegan momentos de decir adiós, y es que tengo otros planes para mi vida desde el 2018 en adelante, los cuales no toman en cuenta la jefatura.
Agradezco a cada alumno y alumna a quien asesoré y guié en todos estos años. Le brindaron mucha riqueza a mi conocimiento a partir de sus consultas y me devolvieron la fe en el futuro del país, porque sé que son personas que marcarán la diferencia en la medida que vayan avanzando en su desarrollo personal y profesional. Si alguna vez me equivoqué o mi asesoría no fue suficiente, les pido disculpas. Tan solo quiero que sepan, una vez más, que, en todo momento, intenté dar lo mejor de mí en este trabajo y es algo que mantendré como uno de mis principios de vida.
Un caluroso saludo y sigamos siempre adelante.
¡ET LUX IN TENEBRIS LUCET!