Escrito el viernes 16 de junio de 2017. Es de noche.
Un paso rápido por Cusco, una mirada veloz a donde estuve la primera vez que vine, pero solo parcialmente. Llegué con el organismo complicado por la enfermedad que me aqueja, pero, desde el primer minuto, me recibió un sol totalmente sanador, un Cusco de fiesta y desfiles en estos días. Un viaje cambiado, tres desayunos, un almuerzo sencillo, un paseo en bus panorámico de noche y congelarme la piel, una buena lectura, una cena en un lindo restaurante en Recoleta con Pantaq. Allí estoy ahora, escribiendo y pensando, pensando y recordando. Lo mejor del día en cuanto a experiencia sensorial: la exposición Taki Onqoy en la Biblioteca de Pukllasunchis de la gran artista Gabriela Pino Fernández, una serie de trabajos maravillosos donde el uso del color y las formas se presenta como la mejor representación de una explosión de la mente para formar una nueva perspectiva del mundo, tomando la danza ancestral como el punto de partida. Me encantó totalmente. Lo mejor del día en cuanto a experiencia mental: saber que la ciudad no tiene por qué mancharse. Donde estoy, quien me atiende agregó una hierba medicinal especial de nombre quechua a mi limonada, sin que se lo pida, porque le conté que estaba mal de la garganta. Gestos que se quedan en la memoria. La ciudad no se mancha, Cusco no se mancha; una vivencia de desprecio no tiene por qué tener preponderancia. Al final, ¿por qué tendríamos que arrepentirnos de lo que sentimos? Mañana a Lima. Pasado a Arequipa. Ampato ha puesto el reto y no podemos mirar al costado. Un reto que deseo afrontar en honor a alguien a quien quiero con toda el alma. Saludos.
Un buhíto en la montaña 