El 15 de abril de 2017, se publicó en el diario El Comercio, uno de los más importantes del Perú, un artículo de un tal Carlos Meléndez. En dicho artículo, el tal autor, que estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú, se desahoga en resentimientos encubiertos (o no tanto) respecto de lo que fue su experiencia en su alma mater. De buenas a primeras, quien conoce a la PUCP puede saber inmediatamente que este individuo habla desde la propia herida que él mismo se generó. Me recuerda a esas personas que, desde un inicio, entran a un nuevo contexto sintiéndose disminuidos y, para poder copar con ese sentimiento, andan principalmente a la defensiva y siempre buscando un punto desde donde atacar aquello a lo que no pudieron integrarse, o aquello que no «las integró».
El artículo lo puedes leer en este enlace. Supongo que no estará para siempre, pero algún buen tiempo quedará allí y podrás leerlo. Si debo empezar por un lugar, citaré estas palabras de la parte final (omitiré la mención de ‘Meléndez, 2017’, para no ser repetitivo):
Hoy soy catedrático en Chile, y a mis primeros alumnos de pregrado les costó comprender que podían tener un profesor con PhD que fuese peruano (¡!). Asumo ahora, como antes, mi tarea de romper esos prejuicios sociales todos los días. Al menos en eso encontré mi realización sociológica.
Básicamente, lo que está diciendo es: «Hoy he logrado esto y soy esto, con lo cual me hice mejor que ustedes, quienes no me integraron a su grupo. Su opresión no fue suficiente para tumbarme». Y desde estas palabras, se enorgullece de «romper los prejuicios sociales todos los días» (cabe señalar que el diario El Comercio es derechista, oligárquico y ampliamente fujimorista. El propio Mario Vargas Llosa renunció a seguir escribiendo artículos para dicho diario por su postura tan vergonzosamente sesgada hacia el fujimorismo). Pero, si te das cuenta, la construcción que él mismo hace es un prejuicio social desde cómo concibe a la universidad en que estudió (la cual está reconocida como una de las mejores de Sudamérica). No solo eso, sino que reniega de su formación al decir que, en esa «lucha diaria», encontró su realización sociológica, como si una carrera universitaria completa, en una universidad del prestigio de la PUCP, de por sí no entregara una base de herramientas multivariadas para desarrollar diversos campos del intelecto.
Y, a lo anterior, se suma esto: «Yo fui un cholo misio en la PUCP (¡Felices 100 años!) y gracias a mis amigos (de Breña, de Independencia, de SMP) aprendí a reírme de la angosta mirada de la «gentita»», un sarcasmo que solo puede hablar de su nivel intelectual. Un PhD, como se glorifica a sí mismo, que no puede poner las cosas sobre la balanza ni hacer un análisis fuera de remordimientos (y que ni siquiera sea sutil para expresar sus sarcasmos) quizás no debería hacer uso de ese título con el fin de no solo no denigrarse (inconscientemente) a sí mismo, sino también no dar lástima ante profesionales que sí lo merecen ni ante las y los alumnos que deben recibir sus clases de él.
Citaré ahora otras líneas del mismo individuo:
Desde entonces comprendí que el término ‘fujimorista’ (como ‘terrorista’) también sirve para estigmatizar socialmente a quienes no encajamos en la lectura complaciente y hegemonizante de los centros de pensamiento del establishment peruano. Entendí también que una diferencia sobresaliente entre «un blanco de derecha» y otro «de izquierda» es que el uno discrimina abiertamente y el otro en discreto cinismo…
¿Estigmatizar socialmente? No sería un estigma, sino el término que se usa cuando defiendes a aquel preso acusado por crímenes de lesa humanidad y tantas otras desgracias hechas al Perú y al partido que impulsó: fujimorista. Y es gracioso cuando dice: «Ninguna preferencia ideológica los libera de los prejuicios sociales que los estructuran, a pesar de toda la reflexión intelectual que dicen practicar (y de sus «visitas turísticas» a la pobreza)». Una vez más, parece que es otra la persona (él) la que no solo carga con dichos prejuicios sociales (como diciendo «¡yo soy cholo!, ¡soy de Zárate!, ¡por eso mi expectativa en la PUCP es la de ser discriminado, ya que me encontraré con la élite que piensa el país! ¡Me discriminan! ¡Me discriminan! ¡Ahora yo soy grande porque tengo mi PhD y enseño en el extranjero!» -por supuesto, no son estas sus palabras, pero se notan claramente detrás de sus mil caretas-), sino que también denigra a quienes fueron sus compañeros y compañeras en formación. «… que dicen practicar…». Tienes que sanar ese dolor, Carlos. No sigas haciendo una caricatura de ti mismo. Traigo aquí un breve comentario, de amplia agudeza irónica, publicado por un profesor que recientemente tuve en la universidad, en un taller sobre Marxismo, en su cuenta personal de Facebook:
Cuando Meléndez dice que en la PUCP lo acusaban de fujimorista por ser cholo, pienso en Keiko diciendo que la atacan sus adversarios por ser mujer. En la PUCP hay discriminación y en el Perú hay machismo, sí, pero el fujimorista es fujimorista porque defiende al gobierno neoliberal y corrupto de Alberto Fujimori y porque suscribe su manera medieval y cínica de ver la política y la sociedad. Por eso y por nada más. Que no joda haciéndose el discriminado desde las páginas del oligárquico diario El Comercio. (Omar Cavero, 2017)
Una gran contundencia desde lo conciso, lo necesario para dejar las cosas claras. Ahora, volviendo al escrito inicial, ya en el tercer párrafo se lee un poco más de la «discriminación» que, según su autor, recibió. De allí, coloco estas líneas: «Así, en esas «democráticas» mentes que prometían «renovar la política», un chiquillo de Zárate tenía que ser «el otro»». ¿Quién no se propone grandes cosas para su futuro? ¿Acaso no lo hiciste tú también en algún momento, estimado Carlos, que ahora te vanaglorias de «luchar todos los días contra la discriminación»? Te puedo asegurar que, desde mucho antes de que la PUCP llegase a tu vida, tú querías ser discriminado. Necesitabas (y necesitas, quizás) un contexto donde pudieras vivir esa «ilusión» para tener algo de qué quejarte (específicamente, sobre lo que tú creías de, y atribuías a, tu propia procedencia, puro prejuicio social de tu parte), justamente, porque, al ser así, te colocabas en la posición de tener que criticar, desde tu pequeñez de persona, para poder sentirte mejor contigo mismo.
Y ya, si me estás diciendo que «[d]esde la primera clase de Introducción a las Ciencias Sociales encontré demasiados clichés y estereotipos en las interpretaciones del fabuloso «mundo popular»», pues ciertamente el término «intelligentsia progresista» suena a sencillez profunda, ¿verdad? Al final, si hubo clichés y estereotipos, lo más probable es que hayan sido parte del análisis realizado y, mejor aún (o peor), que los clichés y estereotipos hayan sido tuyos en la forma de categorías definidas en tu mente, Carlos, y tú querías que todo lo dicho cayera dentro de ellas para forzar una estructura desde la cual prolongar tu sensación de inferioridad y así poder tener algo para ti desde la crítica resentida. ¡Qué iba el auto-reconocido y auto-prejuiciado «cholo de la PUCP» querer construir conocimientos en conjunto con sus compañeros y compañeras «progresistas», a quienes critica de faltos de profundidad de análisis, si eso sería vender su alicaída alma! Y, sin embargo, ahora se suma a las filas de un diario que pertenece a unos de los grupos más económicamente poderosos del Perú y que, además, tiene en sus manos la creación y administración de la distribución de otros diarios para las «demás clases», pero todos con el mismo discurso, a veces más, a veces menos asolapado, de ver toda realidad desde el neoliberalismo y apoyar de manera esperpéntica al gobierno fujimorista.
Lo último que citaré de este auto-proclamado «intelectual de PhD» es la analogía que hace de sí mismo con Alfredo Bryce: «Yo, en cambio, conocí al Perú cuando ingresé a la PUCP. Concretamente a «los de arriba», en términos clasistas e intelectuales. Ahí en Pando estaban los dotados para «pensar el país» y ofrecernos su comprensión de la «realidad social peruana»». Ya de por sí, con una introducción así, el lector o lectora podía saber lo que iba a venir. Lo peor de todo es que muchos se habrán llenado de fervor con sus palabras; pero, en realidad, y valga la redundancia, ello no cambia la realidad. Entre las respuestas que le dejaron al profesor Cavero, a quien cité anteriormente, un usuario colocó un enlace de un artículo de una página pública de Facebook, el cual comparto a continuación. Una gran dosis de realidad que me agradó leer. (En caso algún día desaparezca el artículo, lo puedes encontrar aquí también, con el enlace respectivo incluido.)
El 24 de abril (mi cumpleaños, por cierto), salió la edición número 403 del semanario Punto Edu, activo durante los ciclos regulares de la PUCP. En esa edición, se publicó esta nota, escrita por nuestro Vicerrector Académico Efraín Gonzales de Olarte. Aquí la dejo en imagen.

Palabras sobrias y sencillas, sin ninguna alusión al escrito publicado en El Comercio. Simplemente, mostrando lo que la universidad ha sido y es hoy en día, aunque diversas dificultades hayan sido afrontadas por cada una de sus partes: el alumnado, el personal docente y el personal administrativo y técnico. Al final, son estas partes las que sacan a la universidad adelante. No hay más. Una serie de datos y precisiones para dejar las cosas claras a quien haya seguido palabras necias.
Es hora ya de ir a dormir.
Saludos.
Janis
Como suelo decir, enlaces externos (no controlados por mí) vigentes a la fecha de publicación de este texto.