Siguiendo con el año pasado (2016), en junio, el día después del cumpleaños de Fátima Foronda, líder de Pasito a Paso, se había organizado un taller de pintado de mandalas para niños y niñas de Pamplona Alta. Con anterioridad, había dejado a Fátima unas impresiones de mandalas en A4 y A3 para colorear, las cuales obtuve gracias a mi amigo Raúl de la universidad.
En lo personal, no estaba siendo un día muy feliz por cosas que recientemente habían acontecido. O, quizás deba decir, por entendimientos que había ido formando en el tiempo a raíz de algunos acontecimientos que me hacían cuestionar realidades específicas. Mi mente estaba contrariada, pero no impediría que fuera para apoyar con el taller y saludar a Fátima por su cumpleaños de forma personal.

El taller se llevó a cabo con normalidad. Antes de su inicio, estuvimos caminando un poco por el lugar y, en cierto momento, fui con uno de los voluntarios a ver el mural de Fátima ubicado más arriba. Luego ya nos juntamos con los demás de nuevo.


Buena presencia de niños y niñas. Nos ubicamos en una sección de pista (no asfaltada) que estaba libre. Para evitar el polvo, trajimos unas planchas que estaban apoyadas en una pared con el fin de que las y los pequeños puedan practicar con mayor comodidad. Fátima explicó unas técnicas de pintado que fueron rápidamente olvidadas por ellos, quienes solo querían tener la oportunidad de pintar y vivir ese pedacito de felicidad que ella les había traído. Cosas así te hacen ver la carencia desde otras perspectivas. Si bien no se resuelve el aspecto material, se genera espacios que causan alegría y, felizmente, algún aprendizaje. Se facilita experiencias que quedan en las almas de esas personitas que, de grandes, podrían fortalecer voluntades de cambio en favor de su entorno.

Por mi parte, estuve supervisando el trabajo de dos niños que me llamaban «profesor Janis», y a quienes asesoraba en cómo usar los colores, aunque no siempre me hacían caso. Al final, hubo foto grupal con los niños y niñas mostrando sus trabajos, para después irse a sus casitas. Nuestro grupo de voluntarios, en cambio, se quedó un ratito más. Uno de los presentes, Joel, hizo una entrevista grabada a Fátima sentada al lado de uno de sus murales, donde se presentó y habló de su trabajo en Pasito. El video de la entrevista, también editado por Joel, lo pueden ver a continuación. Una excelente elaboración.
Fuente: Youtube de Fátima Foronda


Ya en el viaje de retorno, no tenía mucho para decir, por lo cual estuve en silencio. Llegaron las despedidas y yo seguí mi viaje hasta mi punto final. No es posible llegar a conocer a profundidad las distintas realidades en que uno vive. Creo que por eso existe la sensación de confianza, pero, cuando esta falla, te ves enfrentado a una serie de disyuntivas que necesitas resolver antes de decidir qué camino seguir. Hay gente a la que no le importa, no les interesa ese nivel de reflexión. A mí sí me importa. No soy alguien que deja pasar los detalles, ya que, sean conscientes o inconscientes, son reflejos de uno mismo y, además, reflejan un mensaje, lo quieras o no.
Siempre he sido alguien que le da importancia a las cosas vividas, lo cual ha sido bendición y maldición a la vez porque, si bien te lleva a entregar todo de ti por una causa, también te enfrenta con muchas decepciones que debes saber asimilar. Si no, tan solo te vas a sentir ofuscado. Aun así, no querría vivir como alguien a quien no le importan esas cosas. Sin embargo, en la vereda de al frente, hay que aprender a encontrar equilibrios manteniendo siempre la entrega por lo que uno hace, y confiar. Sí, confiar, pero en uno mismo. Confiar en tu vida, en el valor de tu vida; eso jamás lo debes perder. Ese valor depende de ti, y las personas que realmente te aprecian lo sabrán reconocer.
Fue un hermoso taller, el último en que participaría aquel año. Luego vendría un viaje inolvidable a Puno, que ya estaré contando más adelante.
