La convocatoria había sido lanzada. Esta vez, se trataba de volver a recuperar un espacio, pero a través del arte, para que su utilización por niñas, niños y adolescentes sea mayor. Pasito a Paso, de Fátima Foronda, se unía a Montón a Colores, de Damaris Romero.

El Montón es el nombre con que se llama a un espacio construido sobre un cerrito por la Municipalidad de Lima para actividades deportivas, al cual se accede por dos escaleras en frentes opuestos. Está ubicado en la unidad vecinal de Mirones Alto, perteneciente a Cercado de Lima. Aquella vez que ingresé por vez primera, se trataba de un complejo deportivo con campos para practicar fulbito, basquetbol y voleibol dentro de un perímetro de paredes pintadas de blanco de principio a fin, al igual que los arcos, con alguna basura tirada en los alrededores, y con una bola de paja pasando en medio de todo… Es decir, no había nadie, era un espacio muerto, excepto por unos drogadictos que se escondían allí arriba para fumar su porquería y que, de cierta manera, controlaban una de las puertas a su antojo.


El punto de encuentro fue la puerta de la Escuela Nacional de Bellas Artes, y la fecha, el 5 de marzo de 2016. Si bien llegué algo tarde, fui el primero en hacerlo. Luego llegó Bruno, amigo de Fátima, y finalmente llegó ella caminando por el jirón Áncash acompañada por Micky, alguien cercano a ella en ese tiempo. Tomamos un taxi en ese mismo punto hacia la unidad vecinal mencionada sin saber exactamente dónde estaba El Montón. Nos bajamos debajo de un puente y empezamos a caminar; así nos guiaríamos mejor, ya que Fátima tenía las referencias necesarias. Me parece que antes había estado allí. Salimos a una avenida principal, Morales Duárez, bordeando la unidad vecinal, y luego ingresamos a esta.
Por mi parte, no había ido con ánimos de pintar, sino de observar, aprender y documentar la experiencia, así como apoyar de alguna manera espontánea a quienes iban a pintar, Fátima y Bruno. Él tomó una zona de la larga pared y ella, uno de los arcos de fulbito. Recuerdo que, para ingresar al complejo, Fátima, por la rendija de la puerta de metal, les pidió a las escorias que por favor nos dejaran pasar para ir a hacer unas pinturas, ya que ellos estaban tirados al otro lado de la puerta, bloqueándola. Ya cuando se empezaron los trabajos, ellos nos miraban de reojo y, en cierto momento, decidieron irse.

Antes de empezar, es bueno limpiar las superficies, así que estuve apoyando a Fátima en ese tema. En lo que siguió, rotaba de un lugar a otro: de la mujer que no quería ser encontrada de Bruno, quien tardó en «hallarla» a través de incontables capas y detalles, a los arcos de fantasía espontánea de Fátima, quien pintó los dos pertenecientes a uno de los campos, ambos con conceptos diferentes.
Y la mañana fluía y fluía. Fotos por aquí, fotos por allá. Una conversa por este lado, una conversa por el otro, y alguna conversa conmigo mismo en solitud. El proceso de desarrollo de pinturas en general es muy agradable a la vista. Implica una gran paciencia y abstracción por parte del artista. Tanto la mujer de la pared como los arcos quedaron geniales. Dos capos de los murales y el arte en general, Fátima y Bruno.



Al final, en uno de los puntos de tiro penal, Fátima pintó, a manera de logo, el nombre «Un Montón a Colores». Tan solo ver su arte, desarrollado en vivo y en directo, tan espontáneo, tan vivo, tan expresivo, tan detallista, hacía incrementar mi admiración por ella a cada paso. Ciertamente, una persona llena de talento y no solo para el arte. Como le he pedido en tiempos más actuales, espero que pueda venir a pintar un par de murales a una salita que poco a poco estoy formando en mi casa, donde se ubica mi biblioteca. Sería un honor tremendo para mí.

Al irnos, tomamos una foto grupal y luego le regalé un buhíto de cerámica que había comprado en el viaje que había hecho a Puno a fines del año anterior a aquel. Estuvo muy agradecida y me dio un gran abrazo, una ternura que adoro en ella.
Bajamos por el mismo lugar. En el camino, compramos unas cremoladas. Luego, en una conversa, recuerdo que me dijo que yo había sido la única persona que había averiguado a la primera oportunidad el ave que tiene tatuado en su brazo izquierdo: es un pingüino para mí.
En el camino de salida, fuimos a almorzar donde la señora «Lion» (sí, pronunciado en inglés; en realidad, entiendo que su apellido es «León», pero Fátima le dice así de cariño). Tres de nosotros comimos, y fue un enorme plato de tallarines con papa y salsa roja. La conversa estuvo muy amena.
![51 Mural en Av. Bolívar [blog]](https://janismountainsdotcom.files.wordpress.com/2017/03/51-mural-en-av-bolc3advar-blog.jpg?w=330&h=219)
Al final, tomamos un taxi que nos llevó al Centro Cívico y, de allí, partimos rumbos: Fátima se retiró con su compañero por un lado, y Bruno y yo fuimos por otro. En esa última caminada, Bruno me preguntó si por la avenida Bolívar había algún lugar para pintar murales, y solo vino un lugar a mi mente: aquel que está por la cuadra 16 desde hace años, al frente del Museo Larco. Aparte de la vivienda donde está esa imagen, la avenida esta llena de otras viviendas, edificios y locales de servicios. Tendrían que darle permiso para pintar, no es que sean espacios libres. En fin, ya luego ambos seguimos nuestro propio camino.

A continuación, comparto videos que grabé ese día. Los títulos y los escritos son parte de las publicaciones que hice en mi perfil de Facebook en aquel tiempo.
Fati y sus cordilleras
«Los objetos distantes se muestran de contornos inciertos y confusos por dos razones. Una de ellas es que los objetos vienen al ojo a través de un estrecho ángulo, y tan disminuidos que las funciones del ojo actúan como ocurre con los objetos muy pequeños, que a pesar de estar cerca del ojo no pueden distinguirse sus formas, particularmente los detalles, como ocurre con las garras de las patas de las hormigas o cosas por el estilo. La segunda es que entre el ojo y los objetos distantes se interpone tanto aire que se hace denso y espeso por su blancura. Así tiñe las sombras y las vela con su blancura, haciéndolas oscuras con un color que está entre el negro y el blanco, que es el azul.» – Leonardo da Vinci (en Tratado de Pintura, 2013 [original: 1550 aprox.], p. 248, Madrid: Alianza Editorial)
Encuentros con la vida
«Si desprecias la pintura, que es la única imitadora de todas las obras perceptibles de la naturaleza, es seguro que despreciarás una sutil invención que con filosófica y sutil especulación considera todas las cualidades de las formas, mares, lugares, plantas, animales, hierbas, flores, que están envueltas por la sombra y la luz. Y verdaderamente es ciencia y legítima hija de la naturaleza, porque la pintura nació de dicha naturaleza. Aunque, para ser más correctos, diremos nieta de la naturaleza, porque todas las cosas perceptibles han sido creadas por la naturaleza, y de dichas cosas nació la pintura, por lo que ciertamente la podremos llamar nieta de la naturaleza y pariente de Dios» – Leonardo da Vinci (en Tratado de Pintura, 2013 [original: 1550 aprox.], pp. 63-64, Madrid: Alianza Editorial)
De la nada a todo
“La luz del fuego tiñe cualquier cosa de amarillo; pero esto no parecerá verdadero si no se ve el parangón con objetos iluminados por el aire. Y este parangón se podrá hacer casi al final del día o después de la aurora, y también en una habitación oscura, cuando se proyecte sobre el objeto un rayo de aire o un rayo de luz de una vela, y en tal lugar se vea claramente su diferencia. Pero sin tal parangón jamás será entendida su diferencia, salvo que los colores que tienen mayores similitudes pero son reconociblemente diferentes, como el blanco del amarillo claro o el verde del azul. Porque amarilleando la luz que ilumina el azul es como mezclar el azul y el amarillo, los cuales forman un bello verde. Y si mezclas después el amarillo con el verde, resultará mucho más bello.” – Leonardo da Vinci (en Tratado de Pintura, 2013 [original: 1550 aprox.], pp. 195-196, Madrid: Alianza Editorial)
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