Una larga caminata a Chaymillán

Domingo 4 de enero de 2015. Era la primera salida del año, el «primer trek«, como dicen algunas personas. Iba a ser la primera visita que realizaría a este lugar, el cerro Chaymillán, ubicado en el distrito Santa Cruz de Cocachacra (o solo Cocachacra), en la provincia de Huarochirí. Organizaba la Red de Montañistas de Lima.

El cielo estaba en su mayor parte nublado, aunque no nos agarró ninguna lluvia ese día, considerando que estábamos en época. Aquel inicio de año lo empezaba con energías renovadas, considerando lo difícil que había sido el año anterior para mí. Me encontraba bien y con ganas de lograr grandes cosas. Asimismo, había encontrado un nuevo trabajo -que empezaba oficialmente el 19 de enero- luego de haber salido del anterior unos pocos meses atrás. Así que era momento de volver a construir, continuando el nuevo camino emprendido el 2014 a partir de experiencias que me marcaron para siempre.

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Paisaje desde punto alto.

Fuimos varios los que empezamos, pero no todos llegaron a la cumbre del cerro objetivo, la cual se acerca bastante a los 3000 m s. n. m. Ciertamente, es un largo camino hasta esa cumbre, el cual te hace enfrentar distintos tipos de dificultades. Es una de las características que hacen atractiva esta ruta para mí, aunque, en su mayor parte, es desértica y no posee vegetación.

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Aquí, visitando estos lares.

Uno de los recuerdos que tengo es que, en cierto punto del camino, alcanzamos a un señor bastante mayor que ha hecho trekking toda su vida, y lo seguía haciendo ya a sus 80 años aproximadamente. Resulta que él también estaba haciendo la ruta, pero había salido más temprano que nuestro grupo con un acompañante. En el camino, un conjunto de nosotros, el que estaba más adelante, lo alcanzó. El señor, bromeando, nos dijo «¡seguro ustedes han salido hace 20 minutos nomás!», aludiendo a su conocimiento previo de la velocidad con la que pueden avanzar algunos miembros de la RML. Él no llegaría a la cumbre según escuché, pero su esfuerzo fue loable.

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Líneas entre los cerros por donde avanzar.

Cuando pienso en esta ruta, siempre recuerdo las distintas superficies por las que hay que transitar, cada una con sus propias características. Vas entrando de un mundo a otro, de un nivel a otro, como en un videojuego, y es justamente la subida final, que te coloca a unos pasos de la cumbre, la parte más difícil del recorrido, tanto para subirla como para bajarla.

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Ya llegando al oasis.

Pasar por el sendero que se observa en la foto anterior conduce a un punto que está aproximadamente a la mitad del camino, el cual se conoce como «El Oasis» (o así lo llama la RML). En ese punto, empotrados en un espacio que puede entenderse como la base más baja de los cerros venideros, hay un conjunto de árboles y plantas que siempre se mantienen allí en todo su verdor, aunque no hay nada de agua -que es lo que faltaría para completar el imaginario que suele tenerse de un oasis.

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Árboles del oasis, que es también una zona de descanso para lo que viene.

Otro recuerdo que tengo es la presencia de un venezolano en el grupo que se dedicaba al trail running, y que estaba con muy buen ritmo. Una de nuestras compañeras -que tiene una capacidad increíble, la admiro por eso- no quiso quedarse atrás e iba a la par de él, los dos adelante. Hasta cierto punto, les estaba yo siguiendo el paso, pero luego preferí ir con más calma, lo cual me permitiría, también, tomar fotos, que es una de las cosas que más me gusta hacer. Ellos, además, sin duda alguna, tenían mayor capacidad para mantener ese ritmo.

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Vamos, que se puede.

Como un conjunto de nosotros llegó primero al oasis, habíamos empezado antes nuestro descanso. Así que, cuando ya fueron llegando los demás, los primeros partimos para continuar el resto del camino, que es la parte más pesada. Ya en ese tramo, fuimos distanciándonos más y empecé a atrasarme.

No teníamos tan claro el camino, solo la referencia de llegar hasta una loma donde ya se desciende hacia el lado opuesto y, allí, doblar a la derecha para subir directamente el Chaymillán. Sin embargo, muchas veces, esas referencias son las que te conducen a los puntos a los que quieres llegar, ya que es verdad, en toda medida, que se hace camino al andar, como dice el poema. Hay que encontrar la manera y se va aprendiendo.

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Bellos colores los de las superficies.

En la foto anterior, ya prácticamente había alcanzado la loma mencionada. Eran varios los que aún estaban atrás. Por mi parte, a manera de descanso, fui a recorrer los alrededores de esa zona mientras tomaba un breve descanso.

Quienes iban delante de mí, ya habían empezado a subir. Otro par pasó también. Ahora me tocaba a mí. Después de todo lo recorrido, esa trepada final se hace cansadora. Pura roca y tierra en un terreno empinado. Debes usar manos y pies en algunas partes y no debes considerar sorpresa si la tierra te hace resbalar o si algunas rocas se desprenden al tomarlas. A una compañera le costó esa subida un poco más. Es, a mi parecer, muy divertida si te gusta trepar, pero, como dije, cansadora y tiene sus dificultades. Se hace en alrededor de un hora, aproximadamente. Puede ser más, puede ser menos, según la velocidad a la que se vaya. A continuación, unas fotos que tomé a medio camino.

Ya arriba comenzó a lloviznar, pero muy leve, y poco después paró. Fue una buena ruta, la cual repetiría otras veces en el futuro. Un buen entrenamiento y un buen arranque de año en la montaña. En unos minutos más, llegó la compañera que se había atrasado un poco y, luego, otro más del grupo inicial. Nos quedamos un buen rato en la cima descansando y conversando antes de bajar.

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En la cumbre de Chaymillán.
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Foto grupal.
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Paisaje.
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Por ahí andábamos.

Cuando ya nos íbamos, me crucé con mi amiga Ceci, quien recién llegaba a la cumbre. Estuvimos bromeando sobre un seudónimo que se le había ocurrido. ¡Fue muy gracioso! Al final, recuerdo que emprendimos primera bajada juntos. Ya cada quien lo iba haciendo al ritmo que quería ir (es decir, sin necesariamente esperar juntarse con otros). Es una bajada peligrosa, por lo que hay que tener cuidado. A partir de la loma, desde la que se hace la última subida a la cumbre, ya se avanza más tranquilo hacia abajo, aunque hay otras dificultades que, igual, se presentan en el camino.

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Desde la loma. Un largo camino faltaba por recorrer.
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Cactus por doquier.

Ya cerca de terminar el recorrido, nos encontrábamos nuevamente con los millares de cactus que cultiva el pueblo aledaño, de los cuales Ceci me explicaba que se toma la cochinilla, un insecto que se pega a la planta, para utilizarla en el teñido. En ese recorrido, ya cuando estábamos en la pista que nos lleva a la Carretera Central, el organizador del evento me contaba sobre otras actividades laborales que había realizado.

Ya de retorno, el último recuerdo que tengo es que, en la furgoneta de vuelta a Chosica desde Cocachacra, el conductor puso canciones de Maná, idea que disfruté bastante. Nos (me) «salvó» de la insufrible cumbia que se suele colocar en los viajes por esa carretera en el transporte público.

Y bueno, el viaje continúa. Vendrán más historias para contar de aquel 2015 que recién empezaba. Hasta pronto.

 

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