Compré este libro en la Feria Internacional del Libro de Lima del 2012, cuando se tuvo como país invitado a Puerto Rico. Aquella vez, no solo visité varias veces la FIL, sino que compré libros de variada índole. Era la primera vez que visitaba el evento, que se encontraba en su décimo cuarta edición. Desde un primer momento, me encantó la actividad de pasear por los pasadizos, incluso si me perdía entre ellos una y otra vez. Deseaba saber que había recorrido todos sus rincones para tener la seguridad de que no me había perdido de nada. Sin embargo, no me detuve en todos los stands, ya que no era mi intención. La cantidad de libros que es posible observar es abrumadora, y soy alguien de interés variado. Ello implicaba que se me hacía agua la boca cada vez que ampliaba mi mapa mental de lo que había visto, me interesaba y deseaba. Hasta hoy sigo intentando no verme arrasado por la triste y dura verdad de que no es posible «acapararlo» todo. No es posible llegar a saborear entre los dedos todos los grandes títulos que se llegan a ver durante una vida. Así que hay que priorizar, y mucho.
Y ya van muchas palabras para esta introducción. Lo cierto es que, aquella vez, me acerqué a la zona mayor, que correspondía al país invitado, Puerto Rico, y estuve ojeando lo que había. Era una época en que había venido interesándome por Freud y el psicoanálisis, así que si algún título hacía mención a algún concepto que pudiera relacionarse con esta disciplina indudablemente iba a llamar mi atención. Y fue así que vi La historia y el siglo inconsciente de Esteban Tollinchi. Leí la reseña trasera e inmediatamente decidí que no podía dejar ese libro pasar.
En el tiempo, fui armando un biblioteca personal en casa y, como es de esperar, la he reordenado mil veces tratando de mantener cierta lógica (difusa) en el ordenamiento y de optimizar el espacio en la medida que iba llegando más material. Lamentablemente, el libro en cuestión se mantuvo rotando por años sin que llegara a abrirlo, y sus hojas fueron avejentándose, un proceso que la alta humedad de esta ciudad suele acelerar sobre algunos tipos de papel.
Este año, finalmente, lo tomé y leí, y he terminado realmente complacido. El autor hace un tratado sobre la Historia enfocado desde distintos puntos de vista. Pero no de los acontecimientos más saltantes de la Historia, sino un tratado de «la historia de la Historia». La Historia como continuidades interrumpidas y la Historia como proceso histórico. La Historia como disciplina académica y la Historia como conjunto de conocimientos que son la base del presente. La Historia como un resultado de la cosa científica y la Historia como resultado de una narrativa. La Historia como un conjunto de hallazgos considerados objetivos y la Historia como producto de una interpretación. La Historia como susceptible de contener una filosofía, la Historia como enfoque del desarrollo de la vida y la Historia como dependiente de las posibilidades del lenguaje.
Por la manera como está escrito el texto, es de resaltar que Tollinchi, además de ser un filósofo absoluto por su profesión, es en definitiva un magnífico historiador y un académico de alto calibre. Es interesante cómo, a medida que se avanza a través de las páginas, no se llega a determinar fácilmente cuál es su postura respecto de cómo debe entenderse la Historia, ya que es equitativo con cada una de las miradas analizadas de un sinfín de pensadores citados. Sin embargo, lo que considero verdadero es que el autor deja al lector su visión interna en la contundente crítica que realiza a Foucault y al posmodernismo, de donde extraigo el párrafo citado a continuación:
… la red lingüística e ideológica que amenaza al historiador y a toda la ciencia no es un descubrimiento de Foucault o de los posmodernistas. El historiador de oficio siempre ha tenido conciencia de que su obra está asediada por la incertidumbre, la falibilidad y la relatividad. Si no estuviera consciente de ello, no le haría falta la labor crítica. Pero dicha falibilidad y relatividad no le lleva a las conclusiones a que llega el posmodernista. Su trabajo -aunque sea equiparable al de Sísifo- consiste en contrarrestar, en la medida de lo posible, la incertidumbre y la relatividad. Para el posmodernista, en cambio, la imposibilidad de llegar a una verdad absoluta es un argumento decisivo para dar por terminada toda ambición, todo afán del historiador. No puede ser de otro modelo si está condenado de antemano a la parcialidad. En vez de luchar contra la parcialidad (que puede ser mayor o menor), el pensador posmodernista prefiere quedar enredado en el lenguaje y la ideología, prefiere emprender una labor de deconstrucción que sabe que nunca terminará porque el lenguaje siempre conspirará contra él. Prefiere ahogarse en el nihilismo. (pp. 168-168)
El historiador, desde su propia humanidad, realiza un trabajo progresivo de construcción en una historia que no necesariamente es lineal, sino que acontece de múltiples formas a la vez, o simplemente no ocurre.
Por la memoria personal no nos salvamos de la muerte; en cambio, la memoria colectiva no sólo extiende la personal sino que, al hacerlo, trasciende la mortalidad personal en cuanto que nos conecta con los demás, con la sociedad y, a la larga, con la humanidad.
Esteban Tollinchi
Referencia
Tollinchi, E. (2008). La historia y el siglo inconsciente. Universidad de Puerto Rico, La Editorial.