El hilo fantasma. Percepciones. Parte 2

A ella la conoció en un restaurante en las afueras de la ciudad, donde fue a tomar desayuno…


Luego de un día con cierto estrés, su hermana, Cyril, le recomienda alejarse y respirar otro aire, a lo que él accede sin dubitación. A la mañana siguiente, ejecuta el consejo; lo recibe un ambiente soleado y pacificador. Ya en el local para tomar su primera merienda del día, una espigada mujer, delgada, blanca y de cabello castaño, llama su atención por una breve y dulce torpeza involuntaria. Ambos se sonríen y luego ella se acerca a tomar la orden, con la sensación de confianza que se había generado por la sonrisa previa. Él, con mucha elegancia y entusiasmo, hace una larga lista de pedidos y especificaciones, mientras ella lo apunta todo. Al final, le pregunta si podrá acordarse, a lo que ella responde afirmativamente. Él le solicita la hojita de apuntes y ella va a solicitar el desayuno. Más adelante, se acerca y le consulta si desea algo más; él la invita a cenar esa noche.

Foto por Francesco Zaffino desde Pexels.

Esta escena es una de las más finas en una película donde no existen puntos débiles. Es inevitable sonreír frente al desarrollo de esta primera interacción entre ambos, esa conversación entre las miradas, ese intercambio de silencios y expectativas, silencios que expresan el mundo de sensaciones que estaban transcurriendo entre ambos. Es la destreza de una mutua conquista, espontánea, y una resolución que se presenta como la cúspide de un momento mágico, y quién sabe si definitivo.

Es la introducción de ella en su mundo, o acaso de él en el suyo. Debes ver el filme y decidir una respuesta para ti. Lo cierto es que, de aquí en adelante, se liberará una tensión que tomará distintos cauces, y cada escena entre ambos tendrá una serie de elementos que de ninguna manera sobrarán: cada uno nos dirá algo de sus personalidades, siempre en disputa, pero sin dejar de buscar encontrarse de alguna manera.

En el tiempo, ella fue adaptándose a su «juego», como lo llamaría, no sin más de una confrontación inesperada. Ella no reaccionaría como lo hicieron otras de sus parejas, que no pudieron realmente entender lo que estaba ocurriendo ni aceptar que, quien se encontraba frente a ellas, era alguien que, más allá del encanto inicial, no iba a ser la persona con la que se viviría una mutualidad. Al menos, no de la manera tradicional. En cambio, Alma, nuestra chica principal, con una perspicacia sin límites y una natural y notoria curiosidad, adoptó un enfoque distinto. Al enfrentarse con la realidad, no encontró resignación y desdicha, sino la dicha (y goce) de descubrir una personalidad tan intrincada. Y es así que la relación continuó su flujo.

Sin embargo, hubo un momento clave. Por supuesto, no todo era gracia para ella. La idea de una relación, en su pensamiento, era construir algo mutuo (¿acaso no siempre lo es?) y, frente a un elemento desencadenante –la presencia de la princesa francesa que mencioné en la parte 1–, sus celos la llevaron a intentar romper el «juego» y atraer su atención hacia ella nuevamente, como alguien diferente –a veces, parecía una trabajadora más de la Casa Woodcock, donde ahora vivía, más que su pareja–, alguien que volviera a generar un impacto en él, a sabiendas del resalte que había tenido la princesa con su exuberante belleza y atractivo.

Alma intentó sorprender con un muy cariñoso detalle a Reynolds –quizás también un reflejo de su orgullo debilitado–, a pesar de la firme recomendación de Cyril de no hacerlo. Para alguien que aborrece que le cambien el esquema, ciertamente le sorprendió, pero no de la manera que ella esperaba. Y vaya si a él «le gustó» la sorpresa: su tosca indiferencia y ácidos comentarios tuvieron un efecto crudo en ella, quien dejó su propio esquema de sumisa para plantarle cara, en medio del sufrimiento, frente su «juego», es decir, el mundo de reglas que había construido y al cual todo mundo debía subsumirse o irse.

Esta situación planteó una nueva disyuntiva en su vida y decisiones iban a tomarse. Alma contaría con el apoyo moral de Cyril, quien había tomado aprecio por ella, y no se quedaría de brazos cruzados. Sin embargo, intentaría recobrar el terreno perdido –y quizás hasta enfrentaba la posibilidad de ser invitada a irse– mediante una apuesta arriesgada.


Índice

Percepciones. Parte 1 

Percepciones. Parte 2

Percepciones. Parte 3

Percepciones. Parte 4

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