Lomas de Villa María del Triunfo, una vez más

Hace un tiempo retorné a las Lomas de Paraíso (Villa María del Triunfo). Fue a partir de un aviso que me comunicó mi buen amigo Ricardo, en donde me proponía visitar lomas el jueves 30 de agosto, feriado por ser el Día de Santa Rosa de Lima. En sí, planteó dos opciones: las de Paraíso y las de San Bartolo. Me decanté por las primeras por ser el viaje más corto, pero principalmente por retornar al lugar luego de seis años.

Una forma de llegar es la siguiente: tomar el tren eléctrico hasta la estación María Auxiliadora; tomar una combi (un tipo de furgoneta muy común en Lima usada para transporte público) hasta «Manantial», su último paradero (las combis están recogiendo pasajeros tan solo bajando las escaleras a la salida de la estación); y caminar unas tres cuadras hacia arriba, donde se encuentra uno de los puestos de ingreso a la zona protegida. 

Esta vez, la experiencia me pareció mucho más gratificante (visita aquí la historia de la primera vez que fui). En principio, se había trabajado mucho más en el lugar. Una buena cantidad de gente formaba cola para el ingreso, y ya desde la estación del tren estaban los guías o facilitadores que reunían a varios allí y los embarcaban a Manantial en las combis. 

Cada guía, a un costo de 7 soles (USD 2.07 al tipo de cambio oficial actual) por persona, ofrecía una ruta de guiado por las lomas, y todos tomaron el servicio –que no era obligatorio, por supuesto–. Asimismo, considerando que se trataba de un hike, la comunidad había preparado «bastones» para alquiler: palos de escoba adaptados para su uso en las lomas como apoyo para quien quisiera usarlos.

Cada guía tomó un grupo y fue avanzando por la ruta elegida, la cual tenía paneles en el camino con explicaciones de ciertos aspectos de las lomas. Por ejemplo, en un primer panel que alcanzamos, se mostraba los tipos de aves que había en el lugar, y ya se tratara de alguna de estas aves, o de vizcachas, nuestro guía nos explicó un mecanismo para que todos estuviéramos enterados de algún avistamiento y nuestra presencia no espantara al animalito: quedarse quieto y levantar la mano. Nuestro guía era un apasionado por su carrera y ello se notaba en su entusiasmo al trabajar. Se podía notar que sus conocimientos sobre las lomas y sus ecosistemas en general eran amplios. Recibir ese entusiasmo refuerza la cohesión en el grupo.

Parte más alta de las lomas

El camino fue principalmente de subida al inicio, y el sendero que subíamos se cruzaba con otros. Nos acompañaba, como es usual en las lomas de Lima, la neblina, la cual genera el microclima húmedo que empodera la vegetación. Sin embargo, mientras más llegábamos a uno de los puntos más altos de las lomas, el ambiente se despejó medianamente y pudimos recibir un gran sol. Ya en la parte superior, con el cielo celeste y menos niebla, se dejaban ver los hermosos paisajes que son el alma de las lomas. 

En esa parte, sin embargo, había una rejilla que delimitaba el cerro. Hacia el otro lado, aparentemente, se trataba de una propiedad privada, pero no necesariamente empezando desde la rejilla. El guía nos recomendó no bajar por allí y aparecer en algún lugar posterior, ya que podría uno cruzarse con pobladores ofendidos por lo que entenderían como una invasión.

También en esa parte había un sistema atrapa-nieblas que no sabría decir si fue el mismo que vi años atrás, aunque es improbable. En ese punto, el sendero, hacia un lado, continuaba hacia unos cerros más altos y ya no verdes, por donde se puede seguir en una salida con mayor tiempo y enfocada en ello. Nosotros seguimos por la dirección opuesta, manteniéndonos en las lomas y ya en descenso.

Pasamos por zonas de rocas y siempre rodeadas de vistas interesantes, como aquella que dejaba ver, en medio de dos faldas de lomas, el inicio y continuidad de un asentamiento humano, representante de la ciudad en este caso, como un matrimonio de límites territoriales establecidos, donde se espera que no haya un avance de lo gris sobre lo verde. 

Tengo la esperanza de que ello no ocurrirá: esta comunidad ya adoptó el cuidado responsable de estas lomas como principio.

Un visitante que estuvo bastante animado fue Ricardo, con quien mantuve muy interesantes conversaciones, como es usual. De por sí, él ya se proyectó en el trail running, deporte que también practica. En ese sentido, mantuvo una conversa con nuestro guía donde le dio más alcances sobre la propuesta de organizar una carrera en el lugar, auspiciada por marcas ligadas a lo deportivo, lo cual elevaría aún más la visibilidad de las lomas. Incluso, cuando la caminata llegó a su fin, nos encontramos supuestamente con quien era el dirigente principal de la comunidad, quien nos fue presentado por el guía, y a quien mi amigo le planteó la misma idea. Aparentemente, podíamos empezar a pensar en ese proyecto. De por sí, ya tengo acordado regresar con Ricardo a estas lomas para explorar zonas más lejanas y subir a los cerros aledaños.

En el camino de descenso, pasamos por un sector donde era más probable encontrar vizcachas, y así fue. Primero una, a lo lejos, que luego se convirtió en tres. Más cerca de nosotros, hallamos el ave que muestra la foto. Como el guía se encontraba más alejado adelante, no pude confirmar si se trataba del tipo de lechuza que mostraba el panel al inicio. Luego de un momento, cambió de frente y se alejó, pero fue agradable tenerla cerca.

Ya en el punto final del camino, nos encontramos con dos puestos «al paso» de comida: por un lado, una señora había traído tallarines con chanfainita, cancha serrana y ají; por el otro, otra señora trajo papa rellena servida con ensalada de cebolla. En el primer caso, el plato estaba 2.5 soles y, en el segundo, 2. Y, en ambos, el sabor estuvo exquisito. Comí dos del primero y uno del segundo. Se trata de otra práctica de la comunidad, la venta de estos platos al paso cuando ya empieza la hora de almuerzo, y especialmente cuando las lomas son más visitadas.

Luego de ello, continuamos camino abajo, ya fuera de las lomas y por otro sector, en dirección a una avenida donde debíamos tomar la combi de nuevo hacia la estación María Auxiliadora. Fui con Ricardo, de vuelta, hasta la estación Angamos; salimos y allí nos despedimos, con miras a seguir haciendo este tipo de recorridos que tanto nos agradan. Particularmente, fue mi primera caminata, en general, luego del retorno de Huaraz a inicios de agosto. Me había alejado de esos «lares» momentáneamente –ya era fines de agosto–, con la mente puesta en ordenar diversas cuestiones en mi vida y empezar a planificar nuevamente.

En definitiva, como he mencionado, no será la última vez que regrese a estas lomas. El tiempo suele poner las cosas en perspectiva y ahora pienso en la primera visita, y noto que el lugar ha cambiado notoriamente. Y recuerdo las recomendaciones que dejamos aquella vez, las cuales iban en la línea de mucho de lo que vi ahora. No digo que los cambios se debieron a nuestras recomendaciones, pero sí que, sin dogmas, sin imposición de formas de pensar, se puede propiciar un mayor crecimiento.

Ahora, las lomas están mejor delineadas, con más caminos, más estudios, más paneles informativos, más cuidado organizado, mayor involucramiento de la comunidad, mayor nivel de visita y, sobre todo, mayor reconocimiento ciudadano, como las demás lomas de Lima. Y definitivamente influyó, también, el proyecto de promoción y conservación de lomas llevado a cabo por la Municipalidad Metropolitana de Lima entre 2013 y 2014.

Es hora de continuar hacia una siguiente parada.

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