Breve historia de un viaje – (2018 #4)

El jueves pasado regresé de Arequipa, mi octavo paso por la ciudad y la región. Unos días antes, había estado también en Huamanga, Ayacucho, ciudad a la que volvía luego de más de cinco años.

Esta vez, pude hacer un poco más de recorrido por esta última y visitar la provincia de Vilcashuamán, aunque el paso quedó corto una vez más. Desde el aspecto individual, lo más interesante fue, justamente, el ir a Vilcashuamán y toda la antigüedad que pude ver, así como la siempre impresionante naturaleza de los Andes. Además, estuvo la imponente tormenta que cayó del cielo cuando ya volvíamos a la ciudad de Huamanga. Nunca antes había visto rayos en mi vida; sí había visto cielos que se iluminaban por las descargas eléctricas, pero no rayos. Ahora, los pude ver en su forma más pura, azotando el horizonte, más cerca o más lejos, y debo decir que es una de las visiones más espectaculares que se pueden tener. Ya estaba Ayacucho en época de lluvias, y estas nos acompañaron todos los días.

¿Quiénes están incluidas en «nos»? Pues este viaje lo hice, principalmente, para dar el encuentro a mi querida amiga Magda, quien había viajado unas semanas antes y estaba haciendo un trabajo en representación de una oenegé. Sin embargo, no estaba sola: la acompañaban dos amigas, una que ya se iba dentro de poco y otra que se quedaría hasta el final con ella. Los momentos que anduvimos juntos la pasamos muy bien. 

Finalmente, por el lado del aspecto social, lo más bonito fue la noche que salimos a divertirnos y conversar de mil cosas interesantes mientras escuchábamos música pedida por nuestro grupo mismo y tomábamos un trago típico (ya recordaré el nombre…), de lo cual regresamos a nuestros hospedajes muy de madrugada.

Ya en Arequipa, el motivo del viaje fue asistir al Hay Festival 2018, celebrado en dicha ciudad. El Hay Festival reúne personalidades importantes nacionales e internacionales del mundo de las letras: principalmente, literatura, poesía, teatro y periodismo. Así, el evento se desarrolla en varios locales en horarios definidos y los encuentros son conversaciones o entrevistas sobre el escenario. No se trata de conferencias, las cuales no son parte del formato. 

Sin duda, debo decir que esta ha sido la experiencia cultural más grande que he vivido, no solo por el enriquecimiento que obtuve de los encuentros a los que asistí, sino, como parte de ellos, haber cumplido mi sueño de ver y escuchar en vivo a Mario Vargas Llosa, nuestro Premio Nobel de Literatura, alguien a quien admiro con creces y por quien tomé la decisión de empezar a escribir, un deseo que siempre había querido hacer efectivo. He terminado muy complacido por todo lo presenciado en el festival y espero estar presente los años siguientes. Ya se ha confirmado que Arequipa será sede del Hay Festival hasta el 2021, año de nuestro Bicentenario de la Independencia. El objetivo de estar allá cada año lo planteo desde ahora (en realidad, ya lo había hecho desde que vi la noticia…).

Mario Vargas Llosa, Leila Guerriero y Salman Rushdie. Un verdadero lujo.

Una vez terminado el Hay Festival, lo que hice al lunes siguiente fue embarcarme en una expedición de un día para ascender a la cumbre de la montaña Mismi, que fue volcán en sus orígenes, para la cual hay que hacer un largo recorrido en vehículo desde la ciudad de Arequipa. No obstante, por la cara por la que ascendimos a la cumbre, al menos, la montaña no presenta mayor dificultad. 

Luego de bajar y tomar un lonche, fuimos al «Origen del Amazonas», el lugar donde se ve fluir, desde dentro de una montaña y a través de una pared de roca con pequeños hoyos y rajaduras, el agua cristalina que empieza a formar, ya lejos de allí, uno de los ríos más importantes del mundo. Fue una experiencia conmovedora, considerando la resistencia que debe mostrar este río frente a los procesos contaminantes que afronta por la actividad extractiva en zonas de selva. Un largo camino siguió hasta Arequipa nuevamente. 

Los dos días y medio siguientes me dediqué a leer el diario, visitar a mi amiga Norma para conversar –ella dirige la agencia donde contrato las expediciones de montaña en la región–, avanzar con uno de mis trabajos de Lima, escribir borradores para mi blog, leer La llamada de la tribu de Vargas Llosa, su último ensayo escrito hasta el momento, y comer. Disfruto mucho de la sazón de la comida arequipeña. Asimismo, si bien no comparto del todo la perspectiva liberal que impulsa Vargas Llosa, debo decir que ese libro, que llegué a terminar de leer en el avión de retorno, verdaderamente, fue un deleite para mi intelecto. Me saco el sombrero ante el arte que puede producir este escritor y la magistral contundencia de sus argumentaciones. Es toda una jornada de aprendizaje.

Y, por último, una de las experiencias más fuertes que me tocó presenciar fue el deceso, en una de las salas de espera en el aeropuerto de Arequipa, de una señora mientras esperábamos la hora del vuelo a Lima. Comentaré sobre el suceso en otra publicación.

Regreso una vez más a mi ciudad altamente motivado, con un nivel renovado de calma, con la mente y cuerpo despejados por lo vivido y fortalecidos por lo absorbido, y ahora se trata de lucharla en Lima nuevamente. Sacar adelante mis proyectos personales y no dejar que la ciudad me consuma.

Hora de planificar otra vez.

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