He sido seguidor de Judas Priest desde hace ya bastantes años. La historia de cómo llegué a conocerlos y engancharme en un instante la estaré contando dentro de poco, y lo que significa esta banda para mí lo comentaré más de una vez en el continuo narrar la historia de mi vida en este blog. Una de esas oportunidades es ahora.
Luego de dos publicaciones recientes, deben saber que Judas Priest es una de mis bandas favoritas y una que ha sido una fuerte influencia para mi motivación desde un inicio, una que siempre ha estado a mi lado en mis mejores y peores momentos. Judas Priest es de la casa, y ahora puedo decir que viene a mi casa: el 30 de octubre se estará presentando por primera vez en Lima, y lo hará en la explanada del Jockey Club del Perú.

Debo decir que su vocalista (es mucho más que un vocalista, pero por ahora solo lo dejaré así), Rob Halford, visitó la capital peruana, como parte de su proyecto solista, para una presentación el 20 de octubre de 2010 en el Centro de Convenciones Scencia, un concierto que terminó siendo problemático por cuestiones de desorganización con el horario. Lo que sucedió al final me generó sentimientos encontrados, pero sé que estuvo muy mal (por parte de la producción del artista, pero más la reacción inapropiada de miembros del público). No es algo de lo que hablaré hoy.
Realmente llegué a pensar que, a través de la experiencia de Halford en Lima, Priest nunca pisaría suelo peruano, pero esa oscura imagen se ha desvanecido y mi entrada ya está en mis manos. Y, si nada se interpone en mi camino, será la cuarta vez que veré en vivo a esta poderosa agrupación, que hace vibrar el espíritu desde el momento en que inicia el intro, desde ese momento en que inicia la vivencia del mito.
Ellos son apoteósicos y magistrales. Como lo decía, son míticos, y eso se puede sentir con su sola presencia. A pesar del serio problema de salud de uno de sus íconos, Glenn Tipton, guitarrista, que lo ha llevado a retirarse de la gira y hacer solo cortas apariciones en conciertos según cómo se encuentre en el día -a partir de lo cual ha sido Andy Sneap, guitarrista y miembro del equipo de producción, quien ha tomado su posición-, está siempre la banda en pleno estado de forma, y es impresionante la fuerza desplegada en escena y cómo fluye la música hacia los cielos y cae por encima de todos nosotros. Fue así, la primera vez que los vi, en noviembre de 2008, en Luna Park, en Buenos Aires, Argentina. Fue así la segunda vez que los vi, en setiembre de 2011, en el Estadio de Racing, en la misma ciudad -uno de los mejores conciertos de mi vida-. Y fue así la tercera vez que los vi, en abril de 2015, en el Arena Anhembi, en São Paulo, Brasil, como parte del Monsters of Rock.
Mi vida siempre mejoró con cada concierto, y en cada uno de ellos estuve al lado de mi padre. Ha sido una vida de emociones intensas, aquella reflejada en la sangre que corre por mis venas. Agradezco a Judas Priest por haber sido parte de ello. Y agradezco al cielo por todo lo vivido.
Allí estaré. Pasos adelante, Defensores de la Fe.