Fines de noviembre de 2015. Y así, llegué al último trek del año. Organizado por la Red de Montañistas de Lima (RML), esta vez el destino fue la Fortaleza de Huacapune, en Huarochirí. La novedad, al menos para mí, era la subida de noche para acampar en la explanada de las ruinas. Sí, había que subir nuestro equipo de campamento hasta allá.
Al igual que en ocasiones anteriores, compartiría carpa con mi amigo Pedro, quien me ayudaría a cargar ese peso. En ese tiempo, aún no conocía tan bien el camino hacia la fortaleza; si bien había ido antes, esta era a primera vez que subía con la RML y por la ruta que plantearon. (Además, se veía poco…)
Algunos y algunas participantes, incluyendo quien dirigía el evento, tenían un segundo plan para este viaje. Muy temprano, irían en busca de la laguna Ucte, lejana y enclavada entre las montañas. Los demás, tan solo deseábamos acampar y, a la mañana siguiente, levantar el campamento y retornar. (Cabe mencionar que esto era parte del acuerdo; es decir, se estableció la confianza en que bajaríamos por nuestra cuenta, soportándonos en nuestras capacidades.)
En cuanto a mi compañero de carpa, llegué primero a la explanada y, luego de un rato, al estar a una altura de alrededor de 3800 m s. n. m., de noche y al ya haber detenido mi movimiento, empecé a enfriarme mientras esperaba. Como él estaba llevando la carpa, no podía ir anticipándome a prepararla. Ese fue un error de mi parte. Es decir, en el momento en que empecé a adelantar, debí haber esperado un momento y hacer un intercambio con él.
Cuando llegó, armamos rápidamente el pequeño refugio naranja, comimos algo y, finalmente, a dormir. Respecto del día siguiente, sin duda, no podía haber imaginado lo que me esperaba al bajar, pero eso lo contaré más adelante en esta historia.
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