«Alguien difícil de encontrar», ¿recuerdas esa frase? Te hallé en dicha capilla luego de una confusión mía. Allí estabas, con tu larga y atractiva cabellera, rezando arrodillada por un familiar tuyo y su hijo que acababa de nacer. De inicio, me impactó tu belleza, y no es que no la haya conocido antes. Ese día y el siguiente, nos vimos inmersos en conversaciones y paseos que siempre tendrán un lugar en mi memoria. Me mostraste la persona que eres y la inmensa calidad de tu espíritu. Admiro tu nobleza, humildad, fortaleza y aspiraciones. Amo la familiaridad que pude lograr a tu lado; tan solo un instante bastó para que el mundo se vuelva diferente.
El conocerte más me ayudó a seguir conociéndome a mí mismo y a seguir creyendo en que puede existir un futuro mejor para esta tierra que habitamos. Y es que personas como tú son necesarias para revolucionar los cimientos de lo corrupto, lo negativo, lo desdichado. Tú y tu fortaleza, aquella con la que nunca bajaste la cabeza y nadie te amilanó, aquella con la que diste un paso al costado y luego al frente, mientras ellos solo dieron pasos hacia atrás.
Gracias por todos los momentos. Gracias por tu amistad y tu confianza. Gracias por ser tan buena conmigo y la magnífica compañía que compartimos.
Ya escribiré más sobre este viaje a futuro. Por ahora, tan solo quiero dedicarte estas palabras.
¡Que logres tus sueños!