Algo que quise escribir ayer…

Escrito y publicado en Facebook el 4 de agosto de 2017.


Algo que quise escribir ayer, pero el tiempo ya no me alcanzó. Luego de la clausura del coloquio, en medio de la fuerte lluvia que caía sobre las pistas y veredas de Ciudad de México, me dirigí a un restaurante que se encontraba unas cuadras más allá del CEPE (Centro de Enseñanza para Extranjeros), una cadena que ya conocía bien desde mi paso por Monterrey unos años atrás: Vips, un lugar agradable. Entré a comer algo mientras esperaba que pase la lluvia, que ya venía disminuyendo en intensidad. Allí brindé. Brindé en mi solitud.

Fue una buena mesa aquella donde participé, llamada Intervención psicosocial en comunidades. De las cuatro presentaciones programadas, dos faltaron, por lo que hubo más tiempo para el debate posterior entre quienes estuvimos y nuestra audiencia. De por sí, la mesa había estado programada en un periodo de tiempo más amplio que en rondas anteriores, por lo que, de todas maneras, el espacio de conversación iba a ser amplio.

Sentir que las personas te miran atentas, toman apuntes de lo que dices, se ríen con algunos comentarios joviales que haces y luego te hacen preguntas elaboradas, a las cuales entregas respuestas elaboradas, es una experiencia fantástica. Ciertamente, la pasé muy bien en este coloquio, de un nivel intelectual muy alto, y donde toda persona, de distinto grado académico y de experiencia, recibía la misma atención de la audiencia en todo sentido. Es decir, si bien hubo miembros muy avanzados en la academia y activistas de amplio recorrido, no hubo estrellas, si entiendes lo que te quiero decir. Solo personas que, desde su propia labor e investigación, buscan aportar para crear un mundo mejor. Y esa sensación de lucha se sintió en cada palabra (y en las lágrimas que derramó una colega de mi mesa al responder una pregunta).

Me despido muy feliz, nuevamente, de este hermoso país. Lleno de personas que solo me han mostrado amabilidad y respeto. Fue un verdadero honor haber expuesto en la UNAM, y hacerlo con la investigación que más me ha gustado y emocionado. Agradezco una vez más a mi adorada madre, Soledad, quien fue clave en el estudio. Asimismo, agradezco a mi asesora Chery, por el apoyo que me dio a lo largo del proceso, y a mis otras dos jurados de tesis, Elba y Rosa, por sus apreciaciones sobre mi trabajo.

La labor continúa, el mundo continúa. Solo quedan pasos que dar hacia delante. Por primera vez, me siento entusiasmado por volver a Lima luego de un viaje (es decir, más allá de lo que amo en Lima, como mi familia, mis amistades y mi universidad, por ejemplo), y es que pronto inicio una nueva etapa en mi vida y llego supermotivado por este viaje.

Hasta muy pronto, pulpines y pulpinas.

Como dice el lema utilizado en el coloquio, «Por mi raza hablará el espíritu». Adiós.

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