Ayer me embarqué con amigos y amigas en una ruta que he visitado ya varias veces. Si eres trekkero limeño (pido perdón a la RAE por usar dicho término), seguramente reconocerás el lugar con ver las fotos; no es mi intención señalarlo aquí. Fue lo que considero el reinicio de mi temporada 2017 de montaña como práctica periódica, aunque ya he hecho algunos ascensos durante el año, como el volcán Ampato en Arequipa hace no mucho, de lo que ya hablaré a futuro.
Debo decir que me encontraba escuchando música (carajo, estoy escuchándola ahora también, en todo momento) y un cierto fuego empezó a alzarse dentro de mí por la motivación que me causa el heavy metal. Y fue esta canción, «Life on Death Road» de Jørn, la que me trajo a este blog nuevamente:
«I speed into the future rolling like a rock
Down this road of changes, we race against the clock
Closing in on the day when we cannot stay
And the world keeps moving on and on and on and on without us»
Hace poco sufrí el alejamiento definitivo de una persona que era mi amiga y de quien llegué a enamorarme, pero que errores míos me condujeron, lamentablemente, a recibir su ausencia sin fin. Sin embargo, también me llevaron a descubrir, mediante mi propia interpretación, la realidad implícita en ello, en esa decisión de su parte, una realidad que podría haber estado siempre presente. Nadie es santo o santa en esta vida. A veces (o siempre, como diría un amigo), los momentos de quiebre son necesarios para darse cuenta de las cosas, aunque se parta de errores, o actos de confrontación directa que, quizá dados más allá de la confianza existente, son tomados de una manera que no habrías deseado o esperado. E incluso si hubiera sido esperada -y es que a veces te la tienes que jugar, y a veces no puedes evitar hacerlo-, el desenvolvimiento posterior te introduce en lo que llamaría «el reino de lo real», de la verdad de la realidad. No hay amabilidad ni cordialidad -y no diré amistad, porque ya perdió validez en este contexto- que tenga sentido cuando lo que impera es la cruda frialdad en la acción.
Pero ahora me siento fuerte nuevamente. Cargo con la esencia de esa tristeza interna y llevo a esa persona en el corazón, pero me vuelvo a sentir fuerte. Planes están hechos. El tiempo pasa y no da para esperar más. No siempre escribo aquí -y no es la idea tampoco- las historias de manera contemporánea con su ocurrencia. Sin embargo, puedo contar desde ahora que pienso intentar escalar las montañas más altas del mundo; las que pueda, al menos. De por sí, mi siguiente gran objetivo será la cumbre sur del nevado Huascarán, la más alta de mi país, Perú. Y pienso continuar mi formación en el mundo académico y lograr grandes hitos en dicho ámbito. De por sí, a fines de julio estaré yendo a presentar una investigación muy querida por mí en el 4° Coloquio Internacional de Psicología Social Comunitaria en Nuestra América, a llevarse a cabo en la Facultad de Psicología de la UNAM, en Ciudad de México. Debemos superar toda limitación que se oponga a nuestra sed de crecimiento, o aprender a seguir avanzando a pesar de todo aquello que se constituya como obstáculo o presente dificultades en el camino. Por mi parte, no habrá otro camino que dar lo mejor de mí.
Si has leído este escrito, te lo agradezco. A veces, necesito expresar los pensamientos que se generan y adoptan una gran fuerza en mi mente frente a ciertos elementos de la vida cotidiana que les dan la fluidez necesaria, como el buen heavy metal. Tiene que ser así, ¿verdad?
Hasta pronto.