Experiencia, apreciación y crítica de El Gran Teatro del Mundo

El Gran Teatro del Mundo, una puesta en escena apoteósica en toda medida, una obra -la primera que vi este 2017- escrita por Pedro Calderón de la Barca y publicada inicialmente en 1655, perteneciente al género auto sacramental. Una obra presentada en el atrio de la Iglesia de San Francisco por la Pontificia Universidad Católica del Perú en el marco de la celebración de su centenario (y que no es la primera vez que la hace realidad para el público limeño y, en general, el peruano).

Sin embargo, no he abierto esta publicación para realizar una reseña histórica de la obra (aunque alguna mención a la historia podría hacerse) y la historia de sus presentaciones en Lima por la PUCP. Abro esta publicación para dar una opinión sobre la obra misma y lo que me llevé a casa.

Antes, colocaré algunas fotos del folleto de la obra, las cuales muestran las palabras de presentación dadas por nuestro excelente rector, Marcial Rubio Correa, acompañadas de imágenes de dicho documento. Me apoyo en aquellas palabras para establecer el contexto en que la obra se desarrolla este año, una vez más, en nuestra capital, Lima.

El día

Acudí a la función del sábado 29 de abril en companía de mi hermana, mi mamá y su amiga Margarita. Aquel día, el viaje estuvo denso. Tomamos un taxi de Pueblo Libre al Centro de Lima, inevitablemente, en hora punta. A medida que nos acercábamos, las angostas calles del Cercado se hacían cada vez más intransitables, una situación muy común en nuestra Lima. El problema se agravó al haber, las autoridades, bloqueado el tránsito para ciertas rutas, no solo para evitar el paso de vehículos a la Plaza Mayor, sino también la cercanía de estos respecto de la Iglesia de San Francisco. Un evento de tamaña naturaleza como El Gran Teatro del Mundo no podía verse manchado por una de las mayores vergüenzas que tiene esta ciudad: la conjunción entre el congestionamiento vehicular y las actitudes de los conductores.

Bajé primero del taxi, que se encontraba atorado, y continué mi dirección hacia la iglesia caminando. Cuando ocurren situaciones como esta, es lo que suelo hacer. La visualizo como la mejor opción. No concibo la idea de mantenerme en el vehículo frustrado, perdiendo muchos minutos de mi vida, cuando puedo estar disfrutando de lo lindo del caminar y acercarme a mi objetivo. Los autos no siempre son necesarios. Poco tiempo después, mis acompañantes siguieron mi ejemplo y nos volvimos a encontrar en el que era nuestro destino, la Iglesia de San Francisco.

Lloviznaba, y lo había hecho por largo rato. La gente llegaba y se sumaba a sus colas respectivas. Luego de entrar, subimos a nuestras ubicaciones, las cuales, al igual que todas las demás, estaban mojadas. Sin embargo, las pude secar con el papel tisú que me regaló la señora Margarita.

01
El escenario. Poco a poco iba ingresando la gente.

Cuando llegamos, aún se veían grandes vacíos entre los asientos. Sin embargo, poco antes del inicio de la obra, el lleno era casi total. Las personas que daban servicio al público eran estudiantes de la PUCP, siempre serviciales y amables: una razón más por la que, cuando se trata de mi universidad, mi confianza es plena.

05
¡Aquí estamos! Hay una foto en que las cuatro personas salimos mirando a la cámara, pero el balance de iluminación es muy malo allí. Por eso, elegí esta, aunque la situación descrita es distinta.

La obra se retrasó por el tema de, justamente, la lluvia (y porque la gente seguía entrando e iba a generar interrupciones). Ayer, que estuve en una visita guiada por la Expo 100 PUCP, la estudiante que fue mi guía, una lindísima persona y hermosa chica, alumna de la Facultad de Artes Escénicas, me comentó que había participado en la obra y que, ese 29 de abril, la lluvia tenía alteradas a varias personas del extenso elenco (hubo, incluyendo a los actores y las actrices principales, alrededor de 500 participantes).

06
Cada vez más y más gente.

La obra parecía estar siempre hablada en verso, o, al menos, en ciertos pasajes, como al inicio. Esa estructura de comunicación requirió una adaptación intelectual a lo que estábamos oyendo. Y es que no es tan común recibir, de entrada, esa forma de la información en la vida cotidiana y en las obras de teatro en general (al menos, pensando en las que he visto a lo largo de los años). Esa adaptación se dio rápidamente y luego todo fluyó.

El arte

«Mucho se ha escrito y escribirá sobre la presentación de los autos sacramentales en Lima. Sólo quiero añadir, a título personal y cariñoso, cuánto me emociona y me conmueve cada una de estas presentaciones que en cada ocasión se enriquecen y adornan con los avances de la tecnología y con la creatividad de las nuevas generaciones de artistas y técnicos.»
Ricardo Blume, 2017

Estas palabras para el folleto de la obra resumen lo que deseo expresar en esta sección de la publicación. Como había dicho al inicio, la obra raya en lo apoteósico desde el plano escenográfico y la performance. La conversación inicial entre El Autor (en otras palabras, Dios) y El Mundo y sus propios monólogos, desde el inicio, fueron acompañados por una proyecciones en toda la fachada de la iglesia para dar realce a la figura de ambos, cuyas voces, especialmente la del primero, era filtrada con un efecto para reflejar sobrenaturalidad. (Por supuesto, fue una obra en que cada personaje principal utilizaba micrófono, el conjunto de los cuales funcionó a la perfección. En otros eventos que he presenciado, en general, cuando han habido varios micrófonos conectados, ha solido haber algunos percances en el audio.)

La dinámica de la iluminación fue otra historia. Un trabajo maravillosamente compaginado para generar los ambientes necesarios de cada escena, unos colores vivos que, tranquilamente, podían reflejar las más hermosas pinturas. Y qué decir de la amplia gama de artistas que participaron desde sus respectivas especialidades para aportar a la belleza de la obra según la naturaleza de cada personaje. Desde bailarinas de ballet hasta un coro de niños, pasando por acróbatas, otros y otras danzantes, la hermosa voz de Elsa Palao como Ley de Gracia y más. El vestuario, además, impecable.

Mención especial quiero hacer a Sylvia Falcón, quien interpretó a la Virgen (de la Pomata, según observé en un artículo de La República). ¿Sabes por qué? Tan solo tienes que ver este vídeo y escuchar. O, mejor, cierra tus ojos y escucha. (Por supuesto, no solo se trata de este vídeo. Puedes seguir apreciando su arte en otros vídeos de su canal.)

Sus líneas nos acompañaron al final de la obra, con un canto que no solo te transportaba al cielo, sino donde demostró su imbatible capacidad.

Una obra llena de color en todo sentido. Qué sorpresas nos traerá una siguiente puesta en escena. Años habrá que esperar.

08 blog

El contenido

Las palabras del director, Luis Peirano, para el folleto de la obra me dan pie para iniciar lo que desarrollaré en esta sección; y es que él dice:

En efecto todos nacemos, vivimos y morimos, pero, en cada caso, «estrenamos» nuestra vida, como un personaje en el teatro. Repetimos buena parte de lo que es nuestra especie, pero siempre somos originales en la manera de resolver cada paso que damos ejerciendo algo que se llama libertad. No todos tenemos el mismo papel, pero sí la posibilidad de alterarlo. No siempre se puede, pero la posibilidad está abierta.
¿Quién se atreve a cuestionar hoy con fundamento cualquiera de ambas pretensiones? ¿El teatro que nos ofreció don Pedro Calderón podría parecerle a alguien viejo y aburrido? Tal vez solamente a aquellos que no lo conocen o que tienen prejuicios sobre la razón de ser de su tiempo y espacio. (Peirano, 2017)

El motivo por el que cito estas palabras es porque, justamente, deseo responder a la primera pregunta lanzada (y, quizás más adelante, también la segunda). Yo me atrevo a cuestionar aquellas pretensiones. Lo del fundamento, dejemos que lo decida el lector o la lectora, académico(a) o no, pragmático(a) o no, guiado(a) por prejuicios o no, creyente o no.

¿Qué es lo que vemos en la obra? ¿No les parece identificar cierta influencia goethiana desde el Fausto? El papel de Dios no varía, pero Mefistófeles estaría siendo interpretado por El Mundo, quien es el que ofrece las condiciones para que cada categoría de personaje se desenvuelva, personajes acordados entre ambos, pero que es El Autor quien decide sobre qué persona recae cada categoría. Entonces, mientras que en Fausto, si bien cada personaje se desarrolla a sí mismo desde el libre albedrío a partir de la creación de Dios, en El Gran Teatro del Mundo Dios establece directamente lo que es cada personaje y su desarrollo personal no cuenta con muchas posibilidades, ya que cada quien está encasillado en vivir dentro de la categoría que le ha tocado sin un verdadero ánimo de ser diferente, y no necesariamente de pertenecer a otra categoría, sino de crear algo propio. Ni siquiera El Pobre, a quien en cierto momento El Labrador le da la oportunidad de trabajar para vivir, acepta la posibilidad de cambio y continúa con sus lamentos. ¿No les viene a la mente aquella frase que tan cotidianamente se dice: «Así es la vida, esto es lo que ha tocado vivir»?

¿En qué momento trabaja Calderón de la Barca la formación de dichas categorías? Claro, El Autor fue quien las creó y a cada quien le cayó, y esa puede ser la respuesta a la pregunta desde la obra. Pero, entonces, ¿eso quiere decir que los seres humanos no tenemos la posibilidad de «salir de lo que nos ha tocado»? ¿Debemos entender la libertad de la que habla Peirano como un ente que existe únicamente desde lo que nos han dado para vivir? Si es así, ¿no estaría limitada esa libertad a las posibilidades de la categoría? Siguiendo esta línea, ¿se podría, entonces, hablar de libertad en todo contexto? El concepto de libertad, en realidad, es más complejo del que se cree y se ha teorizado bastante al respecto. La libertad, entendida como un absoluto, es solo un ideal sin real proyección en la vida de a pie. La libertad de alguien solo existe en relación con la libertad de las demás personas.

Vayamos a las categorías: El Rey (acusado de continua ansia de poder), La Hermosura (acusada de vanidad), El Labrador (acusado de soberbia), El Rico (acusado de avaricia), La Discreción (según entendí, acusada de inacción) y El Pobre (acusado de pereza). De por sí, las y los personajes estaban cargados de estereotipos. Allí, sentí una carencia de mayor realismo, como se expresan las y los personajes en otras obras dentro de toda su complejidad. Y es que el ser humano es un mar de complejidades, pero puedo entender que esa expresión no era la idea de una obra como El Gran Teatro del Mundo, donde la línea seguida es justamente la que menciona Peirano, «estrenamos» nuestra vida como nos tocó, y ese «nos tocó» es puesto como una serie de categorías clásicas para etiquetar a las personas.

Sin embargo, estas categorías se forman socialmente. Uno de los más grandes pensadores de la historia, Marx, desarrolló esta idea de una manera brillante sobre la base de un razonamiento que ha marcado y va a marcar toda era posterior desde su surgimiento. Tan solo preguntémonos ¿de dónde salen las clases de rico y pobre? Allí ya hay una discusión muy amplia y apasionada que tiene un longevo contexto histórico. Notemos también que La Hermosura es interpretada por una mujer, y su comportamiento se centra únicamente en la prolongación de dicha belleza y el encontrar un varón que esté a su nivel en ese aspecto para realzar aún más su imagen. Démonos cuenta del estereotipo implícito sobre la mujer.

Entre otras preguntas, ¿por qué El Pobre rechaza la oportunidad de trabajar cuando en su discurso solo suplicaba por que sus condiciones de vida cambiaran? ¿Por qué El Labrador no puede mejorar su condición económica por más que trabaje arduamente cada día? No hay mucho que decir sobre El Rey, pero sí me parece muy interesante la crítica de Calderón de la Barca a La Discreción (una monja), de donde parece impulsarse la idea de que el cambio empieza desde la acción en el mundo externo y no el interminable rezo en el encierro entre paredes. Tomemos en cuenta que la obra original fue publicada en época de colonia y esclavitud. Desde ese panorama, ¿podemos considerar la posibilidad de que, al menos por un interés académico, donde cada detalle se enmarca en un contexto y puede tener una relevancia crucial, la obra haya sido, aparte de una expresión cultural magnificente y una reflexión sobre el amor y el misterio de Dios, una justificación desde la religión, tan preponderante en ese entonces, para las personas a las que llamaré desamparadas; es decir, el hecho de que su vida es así solo porque Dios así lo quiso?

Concuerdo con Peirano en que no todos tenemos el mismo papel; sin embargo, no todos tenemos la posibilidad de alterarlo, la posibilidad no siempre está abierta, como señala. Cada quien vive inmerso en un mar de relaciones sociales que lo(a) afectan directa o indirectamente desde distintos ámbitos de la vida. Hay una sociedad que existe antes de nosotros y, al nacer en ella, contribuimos de una forma u otra a la evolución de dichas relaciones; sin embargo, ello no necesariamente conduce a la alteración del papel. Pensemos tan solo en la perenne existencia de pobreza y extrema pobreza alrededor del mundo a lo largo del tiempo. ¿No habrá querido, y se habrá roto el lomo, la mayoría de las personas de dichas clases sociales por cambiar su situación, y en condiciones precarias que podrían incluso no haberlo permitido? ¿O vamos a decir que ha sido así porque no ha habido un interés real en cambiar de su parte? Sería un discurso conveniente para quienes detentan el poder político y económico, ¿verdad?

Yo creo en Dios, pero me identifico más con la versión goethiana de la vida. Podemos nacer, en principio (y me refiero a los orígenes de todo lo existente), gracias a Él e, inmersos en múltiples relaciones sociales y siempre dentro de ese marco, producimos vida y a nosotros mismos (una mención a Omar Cavero, de quien aprendí estas palabras en un curso). Ahora, en el plano de la vida terrenal, hablar de hasta qué punto Dios permite que ciertas cosas se den y otras no, lo cual se colocaría necesariamente por sobre nuestro libre albedrío, natural de nuestra existencia, pero enmarcado siempre dentro del conjunto de las condiciones físicas en que existimos y las relaciones sociales en que nos desenvolvemos, ya es un tema que escapa a esta publicación y requeriría la intervención del campo de la Teología.

El cierre

El canto de la Virgen se da al final de la obra. El Autor ya tomó acciones finales y se avecina una tremenda celebración, la cual es un añadido de la producción de esta más que espléndida puesta en escena. Luego de viajar a otra dimensión con Sylvia, se retorna al atrio de la iglesia para un pasacalle de bailes autóctonos del Perú, antes de que empiece a caer una cascada de chispas que sirve de fondo para el ingreso de una pareja bailarina de marinera, la cual, si bien cumple su papel con mucha entrega (y coraje, por lo que pasó segundos después), se ve opacada por una nube de humo que la cubre y a todo el escenario: un problema técnico que pudo resultar en algún peligro, creo yo. Paralelamente, se fue formando lentamente, bordeando la fachada de la iglesia, un marco de chispas, también, en cuya esquina superior derecha, por encima del caos de la humareda que se fue debilitando, una frase que me quebró por dentro: PUCP 100 AÑOS. Quedé totalmente conmovido, y sé que no fui el único. Aplauso generalizado. Ya todos y todas estaban de pie y tomando miles de fotos. La fiesta ya estaba llegando a su fin, los fuegos artificiales ya estaban en el cielo. Fue la totalidad de participantes al escenario para el agradecimiento. Música de fondo.

Una gran noche, llena de color en una Lima que no solo es gris por su cielo. Gracias, Pontificia Universidad Católica del Perú. Gracias, mi Cato, gracias por siempre.


19
Despedida.
a01
Portada del folleto de El Gran Teatro del Mundo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s