De repente, en un día de trabajo el 2015, cuando laboraba para la Dirección de Asuntos Académicos de la PUCP, en un momento libre de la mañana ingresé a Facebook desde mi computadora y vi una noticia que me llenó de emoción: la Red de Montañistas de Lima estaba programando un viaje a Arequipa el fin de semana previo a Fiestas Patrias, en el cual se haría una variación de la escalada al volcán Chachani: no solo se partía de noche a la montaña para subir sin campamento, sino que, desde su cumbre, se iría a un pico aledaño, el de la montaña Fátima, y luego a otro, el de la montaña El Ángel, cuyo descenso, tengo entendido, conduce a la zona donde los autos recogen a los viajeros para llevarlos de vuelta a la ciudad.
De las tres montañas, por supuesto, la más alta es Chachani, con 6075 m s. n. m. (que ya había subido en noviembre del año anterior por primera vez), y las otras tienen menos de 6000, siendo Fátima más elevada que El Ángel. Apenas vi la noticia, salí de la oficina donde me encontraba para llamar al organizador del evento. Le pregunté algunos datos sobre esa expedición para estar mejor informado. Ni bien había visto la noticia, sabía que tenía que ir.
Fue así que programé mi viaje con bastante anticipación. En principio, no regresaría el domingo 26 de julio a Lima, en que terminaba la expedición, sino el miércoles 29 en la mañana. Me daría unos días más allá aprovechando que el lunes 27 había sido declarado feriado para el sector público y privado (28 y 29 de julio siempre son feriados en Perú). En la ida, viajaría el viernes 24 en la noche, justamente para tener una noche dormida en Arequipa antes de la expedición. Aquella vez, había solicitado el permiso de mi jefa de ese entonces para salir más temprano de la oficina y llegar más tranquilo al aeropuerto y a mi vuelo (lo cual fue toda otra historia). Ella me lo concedió y fue así que enrumbé viaje.
Sin embargo, retrocediendo en el tiempo, cuando leí la noticia, aún faltaba varias semanas para la expedición e iguales salidas de preparación por delante. En el proceso, estuve recuperándome de una lesión que, en principio, me había hecho parar por lo menos un mes el deporte de montaña, entre mayo y junio. Estuve en tratamiento en el Servicio de Salud de la PUCP. Sin haberlo terminado, ya empezaba a salir a correr nuevamente, pero no me sentía cómodo. Sentía mi tobillo derecho, donde habíase dado la lesión, frágil, con ciertas hincaduras en cada pisada. Aun así, no podía esperar más y, motivado por Arequipa, empecé a hacer trekking otra vez con la RML desde fines de junio, y fue recién allí que comencé, digámoslo así, la última parte del fortalecimiento de la zona afectada, que se dio poco a poco.
Ya hablaré más en otras publicaciones sobre la lesión y mi proceso de recuperación. Por ahora, la siguiente parte de esta nueva historia de viaje a Arequipa se dirige al día en que tomé mi avión y en adelante. Saludos.

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