Cerrito Lindo y un compartir navideño

Diciembre de 2014. El contexto era uno en el cual estaba siendo cada vez más consciente de que pertenecía a diversos grupos de amigos y amigas, y había estado teniendo contacto con todos ellos. Ese contacto me hacía ver que estaba rodeado de gente genial totalmente dispuesta a darte soporte si lo necesitabas. Es más, el solo hecho de pasar buenos momentos era el mejor soporte para el periodo que había estado viviendo. No es que no supiera sobre la calidad de personas que me rodeaban, pero vivir directamente las experiencias compartidas enriquece mucho más que saberlo.

Y, ciertamente, deseaba seguir viviendo nuevas experiencias, deseaba seguir siendo parte de más cosas, deseaba dar de mí para ayudar a otros. Deseaba conocer personalmente una iniciativa de la que ya me había enterado por Facebook, una iniciativa que llamaba mi atención porque buscaba puramente la integración, sin peros ni restricciones (aunque eso podría ser un problema a veces). Una iniciativa de una de las personas más maravillosas que he llegado a conocer: Fátima Foronda. Deseaba volver a encontrarme con ella también, desde el 2012, cuando la conocí en una feria navideña. Esa iniciativa se llamaba Pasito a Paso.

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Panetones de la campaña que lanza la PUCP todos los años. Riquísimos.

Era el evento de fin de año, la reunión navideña. Se había hecho una gran convocatoria de voluntarios y estaba dando resultados positivos. Compré cinco panetones para donarlos y lo comuniqué a Fátima. Acordamos que ella iría a mi casa a recogerlos, y así fue. Fue una noche, cuando recién esta empezaba, que ella llegó con un amigo. Hasta hoy recuerdo claramente los tres abrazos que me dio en ese encuentro, de saludo, agradecimiento y despedida. Hasta hoy recuerdo su emoción por el apoyo que le estaba dando. Por algo tan simple, para ella era lo más grande. Me quedé absolutamente encantado. Son esos momentos cuando aprecias la belleza de forma integral en una persona. En un momento, el amigo con el que vino comentó que el parque que estaba al frente era bonito y se veía seguro. Le conté un poco de la historia del mismo. Se dieron algunas risas de entendimiento.


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Y llegamos a Pamplona Alta.

Llegó el día, sábado 6 de diciembre. El punto de reunión era Plaza Vea de La Bolichera. Allí fueron llegando las y los colaboradores. Fátima los recibía e intentaba organizar. Partimos en más de un auto familiar (station wagon) a Pamplona Alta, zona de bajos recursos ubicada en el distrito de San Juan de Miraflores, Lima. Allí, nos dirigimos al espacio donde se realizaría la actividad, que fue iniciada con un taller de pintura, seguía con una chocolatada y cerraba con una repartición de regalos a los niños y niñas.

Al inicio, estuvimos trayendo los materiales de trabajo, panetones, etc. que estaban almacenados en una de las casas aledañas, donde vivía una de las señoras que estaba proveyendo ayuda a Fátima. Era un día soleado. Muchos niños y niñas llegaron, muchos con sus madres o apoderadas. Cada quien escogió un lugar en el suelo y se sentó (un poco de caos por ahí…). Se repartieron los materiales, Fátima dio unas indicaciones y empezaron a tomar vida las decenas de dibujos, que luego serían colgados para exponerse (y para que se seque la témpera en un principio).

Cabe mencionar que, en el mismo local, se exponían trabajos de arte hechos por la propia Fátima, una exposición llamada Cerrito Lindo, que consistía en pintado sobre fotos impresas ampliadas (algunos ejemplos en las imágenes siguientes). En aquella ocasión, las fotos pertenecían a momentos en Pamplona Alta donde los y las protagonistas eran niños y niñas. Las intervenciones de Fátima en las fotos generaban siluetas de alas de mariposas, flores y otros elementos, siempre llenos de colores, que mostraban una realidad imperceptible para el ojo humano en el mundo que habitamos, pero quizá sí perceptible para el alma. Es decir, colores y formas que quizá solo podrían existir en un mundo de fantasía, un mundo que los niños y niñas generan en su jugar y andar en un lugar donde se respira principalmente tierra. La artista, con su magnífica visión, conectó ese mundo fantástico con el real para fortalecer una esperanza: que esos niños y niñas podrán ver un mundo real con más color a futuro, mientras siga la vida avanzando. Es una de las razones por las que la admiro y no dejaré de hacerlo.

En el transcurso del taller apoyé en lo que pude. Tuve un intento fallido en intentar que un niño un poco aislado se integrara. Otro colaborador sí lo logró. Me comentó que también improvisó, pero que es bueno presentarse primero. Lo tendré siempre en cuenta. Para el final, iban quedando muy bonitos los dibujos. Me pareció interesante notar las diferencias entre los dibujos en cuanto a las maneras de interpretar la realidad de los niños y niñas en cuanto a cómo la plasmaban en las hojas. Es decir, en mi opinión, al menos a ese momento, algunos niños y niñas tenían un mejor panorama para trabajar la pintura que otros. Todas las pinturas pasarían a ser parte también de Cerrito Lindo.

Tres momentos

  • Escuché a uno de los colaboradores diciéndole a una señora de la comunidad en una conversación que era ateo y explicándole su “razonamiento”. Me pregunto, ¿por qué será que a los ateos les gusta decirles a los demás que lo son? Una hipótesis (o dos) podría ser una profunda necesidad de reafirmación y anticipación ante los demás, ambas cuestiones basadas en una frágil autoestima o un resentimiento muy grande. De cualquier forma, no se trataba de ti, compa’re, sino de la actividad. La próxima vez, deja por favor tu ego de lado.
  • Improvisación de música en vivo entre los colaboradores al final de la actividad. Había una guitarra acústica y un par de voces cantantes.
  • Antes de la retirada, una foto grupal que quedó genial.
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Momento del concierto.
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Foto grupal. Fuente: Facebook de Pasito a Paso.

De retorno, me tocó ir en un taxi desde la urbanización Ciudad de Dios hasta el distrito de Miraflores con algunas colaboradoras. Fátima también estaba allí, en el asiento del copiloto. No tenía yo mucho para decir, principalmente escuchaba las conversaciones. Ya en dicho distrito, en un punto Fátima se bajó y se despidió. Creo que antes ya se habían bajado otras personas también. El taxi continuó hasta el óvalo y allí fue el fin de la ruta. Caminé hasta el cruce de las avenidas Javier Prado y Arequipa. Me sentía muy bien conmigo mismo. Tomé un micro a casa. Hacía un gran sol.

No sería la última vez que participaría con Pasito, pero aquella vez el punto de inflexión emocional y motivacional que se venía dando en mi vida a partir del viaje que recientemente había realizado al departamento de Arequipa recibió un nuevo fortalecimiento. La esperanza de la que hablé antes también aplicaba a mi persona, y es que el espíritu de Fátima tiene esa capacidad, tiene ese alcance. Ella te llena de color.

Si llegué a hacerlo o no, te agradezco mucho por aquella vez. La pasé muy bien. Un fuerte abrazo donde estés.

Janis

2 comentarios sobre “Cerrito Lindo y un compartir navideño

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