La imagen de portada es un dibujo que realicé para un curso llamado Fundamentos de la Psicología Comunitaria, años atrás. Aquella vez se nos pidió elaborar un esquema, de manera grupal, que reflejara la integración de los conceptos fundamentales de la Psicología Comunitaria. Si bien la versión final en Power Point contuvo detalles y esquemas adicionales, mi idea inicial fue proponer algo diferente y ver con mis compañeras de grupo, quienes estuvieron de acuerdo con el dibujo y se divirtieron con el mismo (al igual que el resto del salón), cómo podía trabajarse.
Imaginarán que dicho curso pertenecería a un primer ciclo de estudios de un programa titulado Psicología Comunitaria. Ciertamente, por motivos que reflexionaré en otra publicación, el año 2012 inicié el estudio de la Maestría en Psicología Comunitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ayer, 7 de setiembre, luego de mi sustentación de tesis, recibí el título de magíster en la disciplina, en lo que se constituye como el punto cumbre de cuatro años y medio de lo que llamo «vivencias multivariadas». Y es que no solo se trata del enriquecimiento intelectual a partir del estudio y la investigación, sino de cómo se fue transformando mi pensamiento y mi persona en general en todos estos años a partir de las múltiples experiencias vividas en el tiempo. (¡Mi propia actividad de andinismo la inicié el 2012!) Puedo decir, sin lugar a dudas, que mis años de estudio en esta maestría, si bien contuvieron los momentos más difíciles que he vivido hasta ahora, también representaron los mejores, especialmente a partir del 2014. Sin embargo, la vida es un continuo. Viene desde el antes y continúa desde el ahora. No se detiene, y tú tampoco debes hacerlo. Recuerda que cada día cuenta, y cada minuto también.
Lo que deseo hacer ahora es compartir contigo un pedacito de la tesis que realicé, uno en el cual presento mi propia perspectiva de entrada de la comunidad estudiada y su problemática, que es la etapa inicial del método fenomenológico de M. Martínez (2011), el cual adapté para las características de mi investigación. Lo deseo compartir porque dicha comunidad es aquella donde he vivido desde el comienzo de mi vida. Quizás, en algún momento futuro, redacte una nueva perspectiva, pero, al menos, este texto habrá formado parte de mi tesis. Aquí va. Espero que sea una lectura agradable para ti.
Etapa 1 del método fenomenológico. Clarificación de presupuestos
En esta primera etapa del método fenomenológico de Martínez (2011), cabe iniciar citando su explicación sobre el sentido de la misma:
En general, el hombre inteligente no suele fallar en su lógica o argumentación; pero acepta con facilidad –en forma tácita, no explícita– ciertos presupuestos que determinan el curso de su razonamiento o investigación. Por esto, es necesario reducir los presupuestos básicos a un mínimo (proceso de la epojé de Husserl) y tomar plena conciencia de la importancia de aquellos que no se pueden eliminar. (p. 140)
Es en esta línea que, como investigador, presento la reflexión inicial que realicé respecto del tema de la tesis. Conozco esta comunidad, he vivido en ella desde que nací. Lo que viví en ella formó parte importante de quien soy ahora. Durante mi niñez y adolescencia, éramos mis amigos y yo quienes empezábamos a cubrir día a día los espacios del parque para jugar. Empezábamos a ocupar el espacio que antes pertenecía a otra generación, la de mi hermano, ocho años mayor que yo, y sus amigos. El parque se volvió nuestro; allí sentíamos seguridad, sentíamos comodidad, sentíamos un mundo de posibilidades, sentíamos felicidad. Y era especialmente en los veranos, ya que nuestro grupo se encontraba en las largas vacaciones escolares. Poco a poco, expandíamos nuestros dominios, como visitar un parque aledaño, donde conocí grandes amistades, pero no lo sentíamos como nuestro a pesar de la cercanía. Solo nuestro parque era nuestra casa.
El tiempo pasó y llegó el momento de transición a la universidad. La vida empezaba a complejizarse, empezaba a sentir el vacío del “dejar de lado”, pero a la vez sentía un gran entusiasmo por la nueva etapa de vida que se avecinaba. Eventualmente, las amistades se separaron, pero el saludo afectuoso siempre se mantuvo. Ahora se ven nuevas generaciones de niños y adolescentes que pueblan el parque para jugar. Ahora sé que este parque es testigo y formador de generaciones de personas que, en el futuro, pasan a ser parte del futuro del país.
Saber que también fui parte de esas vivencias de adolescente me genera alegría. Yo también fui parte de esta historia, este es mi lugar e, incluso si me fuera, lo seguiré sintiendo como mío. Pero los tiempos traen cambios para todos. Antes, por ejemplo, las pistas alrededor del parque estaban mayormente libres; ahora, la abundancia de carros estacionados crea un paisaje diferente y una serie de sensaciones diferentes. Ya no siento que estoy solo con “los míos” sino en una aldea más “global”. Los carros estacionados afuera generan la sensación de que constantemente estamos acompañados de visitantes externos, a pesar de que la mayoría de ellos pertenecen a miembros de la propia comunidad.
Por otro lado, las rejas han incrementado la sensación de seguridad entre la gente de la comunidad. Sin embargo, yo nunca me sentí inseguro viviendo aquí a pesar de ser consciente de que la delincuencia iba en incremento. Quizás, no concebía en mi mente que en mi propia casa, mi parque, debía sentirme inseguro. Las rejas son un símbolo de la nueva movilidad que se ha generado en la comunidad. La organización interna se ha fortalecido a partir de la colocación de las rejas, ya que ello implicó la contratación de vigilantes y la administración de su trabajo: salarios, alimentos, uniformes, implementos, así como la mejora de sus condiciones labores. O, al menos, el intento de mejora. Se podría lograr mucho más si todos los vecinos contribuyeran con lo que les correspondería, pero algunos no lo hacen y, por vivir en la comunidad, reciben de manera gratuita el gran beneficio de la seguridad. No sienten ningún interés por la organización comunitaria ni valoran el arduo trabajo que realiza la Directiva del parque para mantener el sistema creado y mejorar las condiciones de vida en comunidad.
Es por ello que, en mi experiencia de vida, si tuviera que clasificar a las personas, diría que existen dos categorías principales: quienes muestran interés por una causa y quienes no lo hacen. Entre quienes muestran interés, están quienes tienen iniciativa y quienes no la tienen tanto, pero que pueden desarrollarla en el tiempo. La indiferencia conduce a la inacción, pero el interesarse e involucrarse genera grandes cambios. Esta comunidad es fuerte y siempre está buscando mejorarse a sí misma. Lo veo con mis propios ojos, y también veo que es porque la voluntad de quienes se interesan por la comunidad supera la indiferencia de quienes le muestran su desprecio. Como lo escuché en una película, no hay nada más fuerte que el corazón de un voluntario. Es así que, desde mi visión, esta comunidad se mantendrá firme y fuerte mientras se mantenga la fuerza de voluntad e iniciativa de quienes queremos verla bien y crecer. No tengo dudas. Y es un trabajo de cada día, porque no hay obstáculo que no presente dificultad ni fuerza de voluntad que muera sin oponer resistencia.
Referencia bibliográfica
Martínez, M. (2011). Ciencia y arte en la metodología cualitativa (2da ed.). México, D. F.: Trillas.
Mi tesis
Martínez, J. A. (2016). Percepciones sobre redes y poder en una comunidad vecinal de Pueblo Libre (tesis de maestría, Pontificia Universidad Católica del Perú). Recuperada de Repositorio Digital de Tesis PUCP.

Cuándo hagas un disco, no te olvides colocar esa imagen. El pollo Comunitario!
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Fácil, ah! La portada del primer álbum… 😀
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