Al retornar a Aguas Calientes, bajar del bus deja frente a la vista un alto restaurante llamado Fortaleza, al cual ingresamos y fuimos al piso superior. No escatimamos comida y bebida en ese almuerzo. Fue, ciertamente, revitalizador. Desde allá arriba teníamos una buena vista del pueblo, y podíamos ver también la continua llegada de buses que provenían de Machu Picchu.
En Incanto, nuestro hotel allí, nos alquilaron una habitación para alistarnos y esperar hasta la hora de partida a Ollantaytambo. Ya en el tren, la distribución de asientos fue la misma. Estuve en la mesa con el señor quizás venezolano, Isabel y Karen, las lindas chicas costarricenses. Estuve con otro ánimo en ese viaje, así que hice conversa con ellas. Recuerdo que en todo momento me quedaba admirado por la belleza de Isabel, y me gustaba cuando se sentía en más confianza y me daba su celular para ver las increíbles fotos que había tomado en algunas playas de su país. Me contaron que no subieron a ninguna de las montañas en Machu Picchu, sino que únicamente pasearon por las ruinas. Hablamos también sobre el uso del “tú” y el “usted” en Costa Rica, y otros temas más. Les pregunté cómo recomendarían que me movilice si algún día viajaba a su país, a lo que me comentaron que, primero, tomara un bus a Punta Arenas y, desde allí, fuera en ferry a playas como Montezuma, Santa Teresa y Sámara. Dejo establecida mi promesa de visitar esos tres lugares. Ellas fueron muy amables en todo momento.
En Ollantaytambo, caminamos un tramo hacia donde nos esperaba nuestra van de retorno a Cusco. Tanto el viaje en tren como este último fueron ya de noche. Ya en la ciudad, cada quien iba bajando donde le correspondía o donde más le convenía, según recuerdo. Nosotros fuimos los últimos. Tomamos un mate en El Monarca, nuestro hotel en la ciudad, y luego a descansar.

Al día siguiente, tocaba el último recorrido: Maras y Moray. Esta vez, la atención en el transporte no sería tan carismática como en los días anteriores. Ya era otra agencia la encargada. Asimismo, ya no encontré a las chicas, con quienes habíamos coincidido durante el viaje en varios puntos, y supe que no las vería más, al menos en esta era. Sin embargo, antes de Maras, nos detuvimos en la carretera en un pueblo donde, en un local determinado, unas pobladoras nos mostrarían los procedimientos naturales seguidos para el teñido de prendas, donde uno de los ingredientes principales era la cochinilla. La ponente se dirigía a nosotros en inglés y español. Allí compré una linda chalina. Luego, continuamos camino.
Aquí, un extracto de la explicación. Fue muy satisfactorio conocer la técnica.


Maras es un distrito de la provincia de Urubamba, ubicado al oeste de Cusco y a una altura de más de 3300 msnm. En Maras, una de las zonas más importantes es aquella donde se encuentran sus salineras, conformadas por alrededor de 3000 parcelas-pozos de 5 m² de área en promedio que pertenecen a la comunidad del lugar y de donde se obtiene la bien conocida “sal de Maras” en calidades distintas luego de un proceso no complejo de secado y retiro de la sal, que luego pasa a molerse, tratarse con yodo y embolsarse. Ahí estuvimos, explorando el lugar, tomando algunas fotos. Es como un inmenso panal, la vista es genial.
Compramos algunas cosillas en las tiendas aledañas y luego retornamos al bus. Recuerdo que habíamos comprado unos tres paquetes de sal y los dejamos en la tienda. Mi hermano dio media vuelta y fue a recogerlos. Habíase dado un malentendido entre nosotros sobre quién debía llevarlas. Partimos hacia Moray, la zona arqueológica de Maras, donde lo que se observa principalmente es un impresionante laboratorio natural construido por los incas para experimentación agrícola, específicamente, la generación de diversas temperaturas por nivel-escalón de sembrado, así como espacios para otros procedimientos agrícolas. Esta magnífica labor de ingeniería tiene la capacidad de producir diversos microclimas que reproducen climas de diversas partes del Perú, lo cual permite obtener cosechas de la mayor parte del país en su solo lugar.


Mientras mi papá quedó arriba para caminar por la zona, mi hermano y yo bajamos a la base del laboratorio para tener otra perspectiva y tomar algunas fotos. En el camino, nos cruzamos con un español que vivía en África y que, en este viaje, ya había conocido a mi hermano. Estuvimos conversando, tomando algunas fotos y luego subimos de nuevo por otro lugar. Arriba, tomamos otras fotos más con un nevado al fondo y luego ya nos reunimos con nuestro padre.

Antes de retornar a la ciudad nuevamente, llamé a mi amiga, de quien hablé al inicio de estas historias en Cusco, para coordinar nuestro encuentro de más tarde. Había venido esperando ese momento con bastante entusiasmo; realmente quería reencontrarme con ella y que la pasáramos bien.

Llegamos a Cusco. De alguna forma, quedamos en la Plaza Regocijo, creo que el bus llegó hasta allí. Entramos a un restaurante espectacular que está en esa plaza, no recuerdo el nombre, pero fue uno de dos pisos y se ubica en la recta donde hay unas columnas y unas breves escaleras iniciales que dan la bienvenida a cualquiera de los locales de comida que se encuentran allí. Fue un gran almuerzo en familia, nuevamente. Recuerdo que pedí un maravilloso rocoto relleno. Luego, retornamos al hotel a descansar.
Mi mente ya empezaba a sumergirse en Adri.